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Nick Cave, el rock a las puertas del infierno

El australiano presenta su nuevo disco, ‘Dig, Lazarus, Dig’, en Donosti y Barcelona.

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Nick Cave es un oficinista del rock. Se alquiló un apartamento en Hove, al sur de Inglaterra, y cada mañana se encierra a trabajar de nueve a cinco. Uno se imagina el lugar: un piano, alguna guitarra, un equipo de música, una pila de CD, cuadernos con notas, una nevera con cervezas y poco más.

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Esta vida tranquila después de su tormentosa carrera explicaba la deriva de sus últimos discos hacia territorios más calmados. Aunque siempre dejaba caer algún arrebato de violencia -los electrizantes diez minutos de Babe, I'm on Fire en el disco Nocturama (2003), por ejemplo-, su futuro apuntaba más hacia el Nick Cave baladista solemne de The Ship Song, que al Cave rockero infernal de Tupelo.

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Mano a mano con Kylie

Observando su carrera, Cave siempre ha dado bandazos entre esos dos perfiles. Incluso se salió del guión al conseguir visibilidad mainstream gracias a su colaboración con Kylie Minogue en 1995, con la canción Where The Wild Roses Grow. Su mujer, la modelo Susie Bick, ha retratado a un Cave bastante alejado del espíritu atormentado que se le presupone: "Es sencillamente adorable. Es muy cálido y tiene un gran corazón. Lo opuesto a lo que la gente se piensa. Y es el mejor padre del mundo".

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Pues el mejor papá del mundo ha vuelto a soltarse la melena (aunque realmente lo que ha hecho es dejarse un mostacho con el que sería el protagonista perfecto de una película de Tarantino). No se sabe qué le ocurrió a Cave en su loft de Hove en 2006, pero el resultado fue tan bestia que hasta montó un proyecto paralelo para presentarlo, Grinderman, acompañado por sólo tres miembros de los Bad Seeds, su banda de siempre.

Su nuevo disco, Dig, Lazarus, Dig!!!, que presenta hoy en Donosti (polideportivo de Anoeta) y mañana en Badalona (pavelló Olímpic), mantiene la intensidad. Sin llegar a la salvaje crudeza con la que Grinderman se acercan al blues y el rock, lo nuevo de Nick Cave & The Bad Seeds es un abismal trayecto musical y literario. Cave ha superado sus adicciones -no bebe, no fuma, no toma drogas-, pero el diablo aún habita en su interior.

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El mismo diablo que le acompaña desde principios de los ochenta, cuando en Australia lideraba The Birthday Party, una banda de post-punk con influencias góticas. El mismo que le llevó a impregnar de referencias bíblicas sus canciones con los Bad Seeds.

Hiperactivo

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"Muchas veces me siento en la oficina, sin hacer nada, sólo esperando la inspiración. No son momentos placenteros, pero sí necesarios. En general, los músicos son unos vagos, escribiendo 12 canciones cada dos años. No saben lo que es el trabajo real", explicaba hace unas semanas Cave al diario británico The Guardian.

Sólo descansa los domingos, lo que le ha convertido, a sus 50 años, en uno de los artistas de mayor producción de la actualidad. En los últimos cinco años, ha publicado seis discos -dos de ellos bandas sonoras- y ha escrito el guión de una película, combinándolo, claro, con sus giras.

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Por España, sin embargo, ha pasado poco: tan sólo una aparición en el Festival de Benicàssim en 2004 y dos actuaciones esporádicas en Tenerife y Málaga el año pasado. Quizás por eso esta gira ha levantado tanta expectación. El concierto de Barcelona tuvo que trasladarse al pavelló Olímpic de Badalona por la gran demanda.

Por Víctor Lenore

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Los tres primeros nombres que vienen a la cabeza al pensar en la influencia de Nick Cave en nuestro país son Surfin’ Bichos, Corcobado y Nacho Vegas. Sobre todo este último, que reconoce públicamente que la letra de En la sed mortal está inspirada en Thirsty Dog.

Hay quien ve demasiadas similitudes entre The Ship Song  y Canción de palacio # 7, pero Vegas es un claro ejemplo de cómo asimilar el legado de tus mitos y aprovecharlo en beneficio de un discurso propio. En su banda, Las Esferas Invisibles, hay más seguidores del australiano. Hace un año, me tocó cubrir el concierto de Cave en Tenerife y lo primero que vi al acercarme al auditorio fue a Iker González (guitarra y teclados) paseando una hora antes por el recinto (que no creo que quedara cerca de su casa de Gijón).

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También recuerdo ver a Migala, recién llegados de dar un concierto, entrando con prisa y sudores en La Riviera para asistir a la gira de No more shall we part (2001). Aunque alguno se sorprenda, diría que el músico indie que habla con más pasión de Nick Cave es Pedro San Martín, bajista de La Buena Vida. Resulta complicado imaginar a su grupo haciendo The Mercy Seat, pero seguro que bordaban Into my arms.

Más allá de la admiración o la imitación, el jefe de los Bad Seeds también ha dejado huella. Por ejemplo: escuchando Kicking Against the Pricks (1986), tremendo disco de versiones, muchos indies descubrieron a John Lee Hooker o Johnny Cash.

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