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"El trip-hop fue un eslogan, apenas existió"

El trío de Bristol publica ‘Third’, su apabullante regreso tras más de una década de silencio. Con sólo dos discos en los noventa, inyectaron de alma la música electrónica.

ABEL GONZÁLEZ

Portishead es una pequeña ciudad portuaria a 19 kilómetros de Bristol. Fue el nombre elegido por Geoff Barrow, Adrian Utley y Beth Gibbons para denominar a una de las formaciones más influyentes de los últimos 20 años. A principios de los noventa, junto a Massive Attack y Tricky, constituyeron el sonido Bristol. En los tres latían blues y soul, calor jamaicano y hechuras de producción hip-hop. Y llegó la etiqueta: trip-hop.

Los tres artistas fueron híbridos entre la música orgánica y electrónica y se ajustaban a las necesidades más estrictamente musicales de la Inglaterra post-acid house. Grabaron discos clave de la pasada década, pero desaparecieron con el siglo XXI. ¿Fue el trip-hop un camelo de la prensa? Diez años después de su último trabajo, Portishead editan a finales de abril su tercer disco en estudio, Third. Geoff Barrow nos explica algunas de las claves de este esperado regreso.

La industria musical ha cambiado mucho en estos diez años. ¿También Portishead?
Las mismas frustraciones que teníamos hace 15 años han progresado, pero parten del mismo lugar. Jamás estuvimos pendientes de la presión comercial, así que los cambios en la industria no nos han podido afectar.

Pero el éxito de la banda modificó vuestra vida. Si no hubierais triunfado, ¿podríais estar diez años sin publicar?
No. Habría trabajado de albañil. El éxito nos ha permitido control creativo y libertad para emplear el tiempo necesario en hacer algo que nos convenciera. No ha sido holgazanería. Lo intentamos. Empezamos dos veces este disco antes, pero no resultaba exactamente aquello que deseábamos mostrar. No tenía chispa. Ahora sí la tiene.

Entonces, ¿se han desechado dos discos antes de dar con ‘Third'?
No. Hubo dos sesiones que no prosperaron. Hace cuatro años escribimos algo de material que estaba bien. Nos encontramos con el manager de la compañía y teníamos siete canciones. Nos pidió llegar a nueve en dos meses. Nos encontramos un año más tarde y teníamos seis. ¡Una menos en un año! Y habíamos trabajado cada día. ¿Como se explica? Ni yo mismo lo comprendo.

¿Fue difícil retomar el rumbo después de ‘Dummy' (1994) y ‘Portishead' (1997)?
Volvimos de gira en el 98 y no habíamos respirado desde antes de Dummy. De Dummy a Portishead pasaron tres años de grabación, giras y promo. Luego Portishead: otro año de gira, festivales... Inmediatamente, el show con orquesta. Nos dimos cuenta de que estábamos rotos. Mi relación sentimental se había echado a perder y me separé. Lo mismo le pasó a Adrian. Beth no estaba en un buen momento... Había que tomar una determinación. Abandoné la música durante dos años.

¿Nunca abandonasteis Portishead?
Jamás nos hemos separado. Durante ese período hicimos cosas distintas. Beth grabó su disco con Rustin Man, yo empecé mi sello, Adrian producía... Todo lo que hacíamos tenía Third de fondo, pendiente. Rítmicamente, no podía acomodarme. Me sentía limitado por la forma de producir del hip-hop. Algo que yo sentía profundamente había sido asimilado por los medios, eso me hizo sentir vacío. Tuve que esperar hasta encontrar nuevas influencias, notar que llegaban nuevos significados.

¿De dónde han surgido esta vez?
Gracias a mi sello he conocido a gente nueva de Bristol que se acerca a la música sin intenciones comerciales. Algunos hacen metal, vuelven a la excitación de cuando todo era básico y crudo. Moldean un drone, una sola nota ultra-baja. Sin tonterías. Es hedonista, simple y radical.

¿Escuchas metal experimental?
Me encantan Sunn O))) y Om. Tienen una pureza y una energía que es clave para emitir ideas interesantes. Me recuerdan a grupos de antes, como Can o Silver Apples. Admiro el simple hecho de tomarse la libertad de hacer música extraña. Después del segundo disco sentía en mis propios huesos el hartazgo de ciertas influencias y no podía escuchar un solo beat más.

Vuestras influencias (soul, hip-hop, jazz) provenían de la música negra. Sin embatgo, ‘Third' es vuestro disco más rock y más blanco.
He escuchado soul hasta que se me cayeron las orejas. Lo quemé. En Reino Unido explotó el jungle y el drum and bass, pero yo nunca he sido muy aficionado a la música dance. Escucho los ritmos de Can y son tan funky como lo que más. No quiero usar programas informáticos. Trabajar en 24 pistas me fuerza a tomar decisiones y lo prefiero a tener 100.000 posibilidades. Urdir canciones bonitas es mi objetivo principal en la vida.

El tiempo ha convertido a las canciones de ‘Dummy' en clásicas. ¿Pasará también con ‘Third'?
No (risas). Las canciones están ahí y tienen el potencial para afectar a mucha, mucha gente. Pero tal cómo se mueve hoy el mundo... Me pregunto si se molestarán en encontrarlas.

¿Qué lo impedirá?
Siempre había muchos cambios de acordes menores típicos del blues en Portishead. En Third no hay ni uno. Cuando algo era demasiado 'normal', Beth me empujaba a buscar cosas distintas dentro de lo que ya teníamos. Muchas canciones nacieron de Beth a guitarra y voz. Las melodías de Third son las más armónicas que hemos escrito nunca.

Sin embargo, el resultado es más obtuso. ¿Buscasteis la rareza de antemano?
Siempre nos hemos apartado de lo convencional.

Quizás ya no tendréis que hablar más de trip-hop.
El trip-hop apenas existió. En realidad, Tricky es un punk. Massive Attack brit-soul. Alguien necesitó un slogan y nos encorsetó a todos en esa etiqueta.

CRÍTICA | 'Third', una bomba de relojería

Por Jesús Miguel Marcos

Las premisas de Portishead ante un nuevo disco: huir del trip-hop, esquivar lo convencional y hacer algo que realmente les convenciera. Las consecuencias de quién se pone el listón muy alto: diez años de silencio discográfico. El resultado de un listón muy alto: Third, pura dinamita, un peligroso artefacto musical donde cada sonido es una pequeña obra arquitectónica.

Hacer algo personal es muy difícil. Hacerlo dos veces casi imposible. Pero Third, todo entero, encara la frontera de la imposibilidad y la rebasa con la liviandad de un pertiguista olímpico. ¿Cómo sino se explica que Portishead apabullen con un hipnótico huracán de techno abisal -We Carry On-, estremezcan con una fantasmagórica balada folk -Deep Water- o suelten un latigazo de rock setentero -Small-? Third pone los pelos de punta por su clasicismo crudo, su tribalismo de metrópolis, sus máquinas destartaladas, sus calculadas disonancias, sus valientes arritmias y, en definitiva, por sus pedazo de canciones y la voz ultraterrenal de Beth Gibbons. ¿Qué fue del trip-hop? ¿Qué más da?

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