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‘Narcos’ desdibuja en su regreso la borrosa línea entre buenos y malos

El antes y el después de ‘Narcos’

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Un fotograma de la segunda temporada de 'Narcos'.

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Advertencia: Este texto contiene spoilers.

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La exitosa fuga del narco ha supuesto un nuevo puñetazo en el estómago de la DEA y del Gobierno colombiano, que se sienten burlados, ridiculizados, frustrados… Su lucha es un callejón sin salida. Una y otra vez se dan contra los mismo muros, el poder del capo y la fidelidad de la gente que le rodea. Ante un panorama así, los supuestos ‘buenos’ de esta historia empiezan a cuestionarse si los métodos que usan son los más apropiados. No es que antes fuesen unos santos, por así decirlo, pero la cosa va a cambiar. Y ahí es donde empieza lo interesante de esta segunda temporada compuesta de diez episodios que estará disponibles en Netflix a partir del día 2 de septiembre y que los medios ya hemos podido ver.

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El antes y el después de ‘Narcos’

El antes y el después para todos lo marca La Catedral. Para el evadido, pero también para los cazadores. El primero verá cómo se recrudecen las medidas contra él, cómo sus otrora aliados creyéndolo ahora más débil intentarán sacar una mayor tajada del mercado y sus perseguidores (la mayoría de ellos) se saltarán los límites de la legalidad para darle caza mientras que él, ironías del personaje, reclama a golpe de pistola y bomba que tiene los mismos derechos que cualquier colombiano al mismo tiempo que ve desmoronarse su imperio y su poder se ve reducido a la mínima expresión. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar cada uno? A esa pregunta responden continuamente los personajes situados al otro lado de la línea, en el que se colocan políticos, fiscales y agentes. Desde el presidente Gaviria (Raúl Méndez), que se ha visto burlado una vez más por Escobar, hasta el último agente anónimo del Bloque de búsqueda cansado de que su presa siempre salga airosa de cada cerco. El narco no se hace esa pregunta, tiene claro desde el inicio hasta dónde está dispuesto a llegar.

Esa lucha por darle caza, esa persecución incansable hasta el punto de poner vida y principios en riesgo por actuar cuanto antes se ve personalizada en Murphy (Boyd Holbrook) y Peña (Pedro Pascal). Si Escobar es la cabeza visible de los narcos, ellos lo son del otro lado, los perseguidores. Compañeros de trabajo en la DEA y amigos, en esta segunda temporada sufrirán una evolución que quizá se echaba de menos en la pasada. Ambos se dejarán seducir por el otro lado (uno en mayor medida que el otro) y darán por válidos métodos poco ortodoxos y nada legales con tal de cumplir la que se ha convertido más en una obsesión que en una misión: acabar con Escobar. Si bien Murphy sigue siendo el narrador, Peña quien toma mayor protagonismo por sus decisiones a la desesperada y fruto de la frustración en una serie que tiene en él uno de los mejores personajes y en Pedro Pascal uno de los grandes acierto del casting.

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Narcos no deja de ser una serie con mucha acción y adrenalina, persecuciones por tierra, aire y tejados que se mantienen fiel a su estilo narrativo proporcionando al espectador lo que le enganchó en la primera temporada y completando el arco interpretativo y dramático de sus personajes. Escobar sigue siendo el enemigo, el malo de la historia, pero algunos de los agentes de la DEA y del Bloque de Búsqueda creado para acabar con él cansados de perder siempre no solo están dispuestos a cruzar la línea, sino que lo hacen. ¿En qué les convierte eso? Ellos mismos se lo preguntan. Escobar se lo pregunta. Y el espectador también lo hará. Eso y ¿quién mató a Pablo Escobar? Hay una versión oficial y muchas teorías al respecto. La serie elige de entre todas la que quiere contar y, como bien decía Moura en una entrevista, Narcos no tiene porqué terminar con Escobar porque el narcotráfico da para muchas temporadas.

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