Este artículo se publicó hace 14 años.
Una noche con un final feliz
La gala tuvo algo de Pocoyo, efectos especiales, un poco de humor, una mujer anónima y Pedro Almodóvar
Antonio Albert
No voy a empezar por el principio sino por el final. Un final feliz, además. Un final en el que los recuerdos devorados recobran parte de su brillo al recibir el Goya de Honor. Si, como dicen los hijos de Antonio Mercero, "todos sois la memoria de nuestro padre", lo cierto es que todos tenemos a Mercero en la memoria y su cine nos trae muchos recuerdos: alegres, tiernos, claustrofóbicos, míticos (ese grito, "¡Chanquete ha muerto!"). Sólo por ver la mirada llorosa, emocionada, de este director merecía que se celebrara la gala de ayer.
Ágora arrasó en el apartado técnico y Celda 211, en los demás. Premios sueltos salpicaron a Gordos, El secreto de sus ojos, Yo también Con un reparto de premios más o menos previsible, y más o menos justo, la sorpresa estuvo en la aparición mariana de Pedro Almodóvar para entrega el Goya a la mejor película. "Estoy aquí porque tenéis un presidente muy pesado", leyó entre aplausos. Dijo "tenéis" y no "tenemos", matiz importante que debe ser tenido en cuenta, pues el manchego no da puntada sin hilo.
Pedro Almodóvar: "Estoy aquí porque tenéis un presidente muy pesado"
Esto es, como cantaría Fangoria, Criticar por criticar, pero ya puestos a remedar el modelo Hollywood, estaría bien que la alfombra roja se realizara en directo. Y de día. Así, siendo pioneros en la retransmisión de la gala sin cortes, lograríamos terminar antes de la medianoche. Pero lo irónico del caso es que en nuestro cine la alfombra roja es verde, en una gala sin publicidad precisamente porque la publicidad así lo exige. Y todo ello, para escarnio de los fotógrafos y las estrellas: para daltónicos como dice Secun de la Rosa. La roja se la dejan a Buenafuente para el divertido sketch inicial en el que participan los protagonistas de esta buena cosecha de cine español.
Los discursos de los presidentes de la Academia suelen ser uno de los momentos propicios para la vergüenza ajena. No es el caso de Alex de la Iglesia. El suyo es, al fin, un discurso cercano y potente, con cargas de profundidad para los compañeros: corta por lo sano con los discursos de agradecimiento y, sobre todo, resta importancia a la labor de los cineastas (memorables sus palabras sobre los ombligos que tanto se miran y tanto se ven entre los que se consideran artistas). "¡Somos trabajadores!", exclama un presidente que recuerda que ésta es noche de glamour pero la industria se compone de innumerables profesionales que no dan la cara. Si él ha perdido 35 kilos, ¿cómo no van a llegar a un acuerdo para evitar las polémicas?
En su sitioLa ceremonia tuvo la voz de Maria Isabel, una espectadora que entregó un premio
El presidente no decepcionó, como tampoco lo hizo el presentador: Buenafuente dominó los tiempos, la complicidad con los espectadores y es de reflejos rápidos. También es verdad que a veces tiró en exceso de monólogos: "Hablas más que Castelar", le dijo más tarde Rosa María Sardá, antes de sacarlo a bailar. Bromeó con la platea y montó incluso un improvisado rodaje.
"No va a haber publicidad", insistieron tras hacer un anuncio de Loterías con el perro ese que se porta como un nuevo rico y se compra una mansión de lo más hortera, y antes de promocionar la productora de los efectos especiales que hacen que el presentador se moje por el cine español. Una lluvia dorada, tal cual, al fin y al cabo se supone que son las cañerías del Palacio de Congresos.
Santi Millán, hincado de hinojos, recibió a la voz del pueblo: la ganadora del sorteo para dar un Goya. María Isabel, muy suelta, agradeció su premio y protagonizó un sketch mejor interpretado que otros protagonizados por actores profesionales en galas anteriores. Incluso hizo la famosa pregunta: "¿Puedo saludar?", antes de dar paso a las favoritas a Mejor Documental (sí, ya no son nominados: la RAE aceptó incluir el término de marras por culpa de la que lo tradujo literalmente de los Oscar, para que al final fuera retirado por culpa de Gran Hermano: qué vueltas da la vida).
El disfraz de Oscar Jaenada, la sensualidad de Ana Belén, la intriga sobre el retraso de Cayetana Guillén Cuervo en el escenario o el número musical para presentar el Goya a la mejor canción original (interpretada por Secun de la Rosa y Javier Godino) quedan como momentos de una noche más glamourosa de lo normal.
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