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Una Nueva York fuera de la postal

Elvira Lindo retrata sus lugares más personales de la ciudad en su último libro

P. C.

A la escritora Elvira Lindo (Cádiz, 1962) le encanta pasear por el Highline Park de Nueva York. El parque se halla al norte de Manhattan, en la ribera del río Hudson, y fue construido sobre un antiguo paso elevado de un tren que transportaba mercancías y alimentos a la ciudad. Aquel ferrocarril cerró en 1980 y hasta 2009 no adquirió un nuevo uso para los neoyorquinos. 'Hoy ver un atardecer allí es impresionante', admite Lindo. Casi todo lo contrario de lo que piensa de la archifamosa Estatua de la Libertad. 'La he visto de lejos, pero nunca he sentido la necesidad de subir', confiesa.

Esta mirada hacia la cotidianidad de Nueva York sin acentuar en demasía las zonas más emblemáticas de la ciudad es la que se halla en Lugares que no quiero compartir con nadie (Seix Barral), su último libro, una especie de crónica nacida de sus vivencias en la llamada metrópolis mundial. 'Quería hablar del día a día. No hay ningún sitio que diga: esto no puedes perdértelo'. Por supuesto, hay que ir a los rascacielos, porque son como catedrales, pero prefería mostrar al lector lo que uno se encuentra cuando pasea y mira a su alrededor', sostiene la escritora.

'Quería mostrar lo que uno encuentra cuando mira a su alrededor'

De ahí que el libro comience con una frase significativa: 'Me voy a Queens', uno de los barrios neoyorquinos que nada tienen que ver con la isla de Manhattan. '¡Es que casi nadie sale de allí! De hecho, yo creo que he ido más a Brooklyn que una persona que ha nacido en la isla', insiste. En su peregrinaje, Lindo acaba además con el envoltorio glamouroso que han expedido series como Sexo en Nueva York con sus restaurantes, tiendas y pubs de diseño. 'Me sorprende esa imagen que tenemos en España de una ciudad en la que se respira glamour las 24 horas del día. En realidad, es una ciudad cara como Madrid, donde la mayoría de la gente pertenece a la clase trabajadora y tiene una vida muy sacrificada. Su vida consiste en levantarse, coger el metro e ir a trabajar. Y la gente tiene que aguantar mucho porque los servicios públicos no son buenos', resume.

Si el mito del lujo perenne de la Quinta Avenida no sobrevive, el marchamo de ciudad acogedora sí se mantiene. La escritora confirma que, al igual que cuando llegó a Madrid a los 12 años de edad, la ciudad pronto la hizo suya. 'Y me ocurrió lo mismo en Buenos Aires. Yo creo que porque su inmigración es muy parecida', relata. No obstante, para la escritora este carácter común de las tres ciudades no implica que sus culturas sean iguales: 'Nos hemos criado con sus películas, su música, su literatura..., pero no es verdad que el mundo de Nueva York sea similar al nuestro. Por ejemplo, ellos hablan con mucha más naturalidad del dinero que nosotros. Allí sabes cuánto gana tu jefe y en España nos da apuro hablar de ello. Y luego está la presencia de Dios. España es muy católica, pero la religión se ha quedado ligada a las costumbres y la moral. No existe un sentido de compromiso como tienen ellos'.

'No entiendo esa imagen de ciudad que respira glamour las 24 horas'

Quizá esta noción religiosa esté detrás de la recuperación vivida por la ciudad tras el 11-S. Lindo, que vivió allí los atentados, señala que, excepto 'la gente menos cultivada, en la que sí ha calado la cultura del miedo, el resto no se ha vuelto más desconfiado'. Nueva York sigue siendo, por tanto, una ciudad abierta. 'No le queda más remedio, porque vive de ello', culmina la escritora.

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