Cargando...

Un objetor desarmado, en medio de la carnicería de Okinawa

Resuelto a no traicionar sus principios

Publicidad

Un instante de 'Hasta el último hombre'

Actualizado:

@begonapina

Publicidad

Inspirada en el caso real de Desmond Doss, un objetor de conciencia que salvó la vida de 75 hombres en la sangrienta batalla de Okinawa, el último gran duelo de la contienda entre EE.UU. y Japón que se saldó con un cuarto de millón de muertos, la película es la reaparición por todo lo alto de Gibson director.

Click to enlarge
A fallback.

Por mucho que chirríe, dada la inagotable colección de declaraciones reaccionarias, machistas, homófobas… antediluvianas del personaje, hay que concederle que con esta película resurge como un cineasta brillante, de un talento excepcional y de una vitalidad arrasadora.

Resuelto a no traicionar sus principios

Hasta el último hombre es un prodigio de realización y encierra un ritmo portentoso que hace que las dos horas y medias de metraje pasen en realidad como si se tratase de la hora y media convencional del cine. Y ello teniendo en cuenta que la segunda parte de la película es el conflicto en Okinawa, al que Mel Gibson ha puesto, eso sí, su sello personal. Mucha elegancia en el rodaje, pero cero sutileza, todo en esas imágenes es una denuncia del horror concebida desde el realismo más crudo sobre la auténtica naturaleza de una guerra.

Publicidad

Mel Gibson en el rodaje

"Hay que estar bastante loco"

“El panorama cinematográfico actual está plagado de historias de ‘superhéroes’ de ficción, pero creo que ha llegado la hora de celebrar a un héroe de verdad”, afirma el cineasta refiriéndose a este hombre, un vegetariano al que le gustaba más que le calificaran como cooperador que como objetor de conciencia. Desmon Doss murió en marzo de 2007 a los 87 años, poco después de que por fin aceptara que se hiciera una película sobre su historia, a lo que se había negado hasta entonces.

De Tavernier a Manolo Matji

Hasta el último hombre se acerca, pues, a los grandes títulos antibélicos de la historia, entre los que sería imperdonable no mencionar La vida y nada más (1989), soberbia película de Bertrand Tavernier que evidenciaba la atrocidad de una guerra desde la historia de un grupo de soldados que se ocupan de buscar e identificar a los muertos.
Dalton Trumbo llevó al límite el horror en su novela Johnny cogió sus fusil, que luego llevó al cine y que es uno de los filmes más perturbadores que se han hecho jamás. Ambientada, como la anterior en la Primera Guerra Mundial, la revelación que tiene ese soldado que ha despertado en un hospital sordo, ciego, mudo, sin piernas y sin brazos, provoca un rechazo feroz a la violencia del conflicto.

Publicidad