Este artículo se publicó hace 14 años.
Orden y concierto
Los festivales vuelven a la normalidad en 2010 tras la masificación de hace dos años. Hay más eventos pequeños, pero demasiado miméticos
La tormenta de festivales ha amainado. En 2010 escampa el cielo de los conciertos tras una intensa borrasca que dejó bastantes cadáveres y no pocos daños colaterales en el camino. Hace dos años los festivales se peleaban a navajazo limpio, se apiñaban como sardinas en mitad del calendario y se enfangaban en pujas enloquecidas por contratar a un artista. Los músicos se frotaban las manos, el público contemplaba el espectáculo con perplejidad y el número de eventos crecía y crecía sin parar, como si quisieran convertir España en un gran recinto de conciertos. Le dabas una patada a una piedra y te salía el cartel de otro festival (generalmente con los mismos grupos que el resto).
"La presión ya pasó. No es sólo que hubiera muchos festivales, sino que su perfil era similar. Ahora el panorama está más equilibrado. 2010 presenta un menú de programaciones muy variado que, siendo amplio, no agobia al público", explica Ricard Robles, director del Sónar de Barcelona. El mercado español es todavía joven (aquí los festivales multitudinarios consolidados se cuentan con los dedos de una mano; en Inglaterra superan el medio centenar), pero su importancia a distintos niveles (cultural, turístico y también económico) es año tras año más relevante.
Los directores de festivales consultados por Público coinciden en que el número de este tipo de macroconciertos en territorio español comienza a estabilizarse y es más proporcional a la demanda. Sin embargo, dos factores continúan siendo el talón de Aquiles de la oferta festivalera en España: la concentración (la costa de Levante está saturada) y la imitación. "Hay pocos festivales consolidados y es extraño que en Madrid, por ejemplo, no haya ninguno de grandes dimensiones. Está Rock In Rio, pero yo a eso no lo llamaría festival", afirma Héctor Fina, director del SOS 4.8 de Murcia, que se celebra este fin de semana con Franz Ferdinand y Los Planetas como cabezas de cartel.
Más intrincado es el problema de la mímesis y con ella, como dice Pepe Corral, director del Festival Internacional de Benicàssim (FIB), de la falta de imaginación: "Es bueno que haya competencia, pero hay una falta de innovación evidente. Una competencia rica sería algo bueno para el mercado, pero veo demasiado oportunismo. Bajo la sombra del FIB han crecido los eventos como setas, sin ningún criterio y bajo la denominación de festival. Pero no se puede llamar festival a unir en un mismo cartel a cuatro grupos tocando en la plaza de un pueblo".
Competencia deslealCorral hace referencia a otro virus para la salud de este sector en España: es lo que él denomina "competencia desleal de los ayuntamientos". "En este país seguimos teniendo el problema de la falta de regulación de la música en vivo. Es como si tú montas una frutería, el ayuntamiento de tu ciudad ve que a la gente le gusta la fruta, y a continuación instala un puesto para regalarla al lado tuyo. Los ayuntamientos financian festivales que compiten con empresas privadas y ponen unos precios a las entradas que hacen que el mercado se dispare. Eso es competencia desleal", sostiene el director del FIB con rotundidad.
A diferencia de otros países, en España escasean los festivales de grandes dimensiones y proliferan los festivales pequeños, que concitan a un número cercano a las 5.000 personas. Ricard Robles piensa que "hubo muchos macroeventos en su momento, pero la demanda no era suficiente. Yo no echo en falta festivales de gran tamaño. Montar un gran programa requiere mucho esfuerzo y este no siempre viene acompañado de mayor beneficio económico. Hay promotores que no quieren hacer crecer a su festival".
Si el número de eventos ya está dentro de unos límites razonables, también se ha consolidado su calidad: lejos quedan los años en que ir a un festival era parecido a participar en Humor amarillo, con pruebas de supervivencia de todo tipo. "Una de nuestras prioridades es el cuidado del público, que se sienta cómodo y bien tratado dentro del recinto. Además, prestamos especial atención a la calidad del sonido", asegura el director del recién nacido SOS 4.8 de Murcia, que este fin de semana cumple su tercera edición.
"En España no está regulada la música en vivo", según Pepe Corral, del FIB
La búsqueda de la excelencia es uno de los motivos por los que el FIB todavía no ha encontrado un emplazamiento para organizar un festival gemelo en las mismas fechas en otro punto de España, un proyecto aplazado varias veces y que sigue sin concretarse. "No es sencillo. Necesitamos espacios grandes y condiciones aceptables. Para hacer algo con la marca FIB hay que respetar la calidad FIB. Seguimos mirando, pero es difícil", asegura Pepe Corral.
La crisis no ha afectado especialmente a la cantidad de público que acude a los festivales consolidados, que cuentan con una audiencia fiel. Sin embargo, los patrocinios sí que se han resentido, sobre todo en el caso del Sónar. "El año pasado cayó un 30% la inversión de las marcas. Este año se mantendrá", anuncia Ricard Robles, director del Sónar de Barcelona.
Existen casos curiosos como el de Pirineos Sur y La Mar de Músicas, dos festivales que son competencia estilística (ambos se dedican a la world music), pero que en lugar de rivalizar, hacen equipo. "Cooperamos con ellos para traer a artistas y eso hace que los cachés sean razonables. Como ellos están en Cartagena y nosotros en Huesca, cada uno tiene su público", afirma Luis Calvo, director del Pirineos Sur, que tiene 900.000 euros de presupuesto financiados por la Diputación de Huesca.
Pirineos Sur y La Mar de Músicas hacen equipo en vez de rivalizar
La importancia del conceptoEn el éxito de un festival influyen numerosas variables y el cartel de artistas no siempre es la principal. "Para mí, lo fundamental es el concepto y la calidad, no el cartel. Más que por los grupos que toquen, la gente va al Sónar, al FIB o al SOS por el concepto o porque se lo pasó bien el año anterior", declara el director del SOS 4.8, que ya ha agotado todas sus entradas, consiguiendo una fulgurante evolución en sus tres primeras ediciones: 24.000, 42.000 y 70.000 espectadores, respectivamente.
Pero nada está asegurado. En principio, los festivales de verano cuentan con cierta ventaja para hacerse con los mejores artistas, ya que la mayoría comienza su gira en junio. "Sin embargo, ahora los artistas americanos están girando por Europa en primavera y en verano se van a Australia, lo que nos perjudica", dice el director del FIB. Tras tanta batalla, los responsables de los festivales aseguran que ahora tienen muy buen rollo.
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