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La pasarela busca elegancia y sofisticación

La firma Ailanto apuesta por una feminidad más compleja con prendas de colores terrosos y con formas 'évasées'

ÁLEX CARRASCO

Cibeles cerró el viernes la primera jornada de desfiles variando entre la colección monocroma en verde hospital de David Delfín quien volvió a tirar de corbatas y prendas mutiladas para satisfacer a sus más fieles seguidores y el regreso de un Roberto Verino dispuesto a quitarse de encima los clichés prácticos y funcionales de la moda gallega a golpe de vudú africano y salvajismo étnico. Agatha Ruiz de la Prada abrió ayer el segundo día de la Madrid Fashion Week cambiando el negro de Verino por un universo en tecnicolor que siempre traspasa lo lisérgico.

Aunque el resto de la jornada estuvo dedicada a la búsqueda de la elegancia y la sofisticación, muy pocos fueron los creadores que lograron encontrarla. Tal fue el caso de la firma Victorio & Lucchino, que, desde que abandonaron los volantes y el espíritu racial de Andalucía, no han vuelto a atinar con un estilo que les vuelva a hacer únicos y les saque del montón.

Justo lo contrario que Juanjo Oliva, quien parece que por fin ha dejado a un lado su evidente fascinación por los grandes clásicos de la moda, para empezar a cimentar una personalidad creativa propia y reconocible. El diseñador madrileño sorprendió con la misma colección ampliada que presentó hace pocos días en Nueva York, un brillante trabajo donde los plisados ofrecían impecables volúmenes arquitectónicos, combinados con coloristas estampados de inspiración subsahariana, una mezcla marcada por una visión retro con referencias a los años treinta y cincuenta.

Quizás no con tan buen tino como Juanjo Oliva, aunque con mejor ojo que en temporadas anteriores, los hermanos gemelos de la firma Ailanto, también adscritos a una elegancia clásica, dejan a un lado su fervor por los estampados y la estética setentera para afrontar una feminidad más compleja y enriquecedora, donde los colores terrosos y las formas évasées plantean un verano liberador y romántico.

Aunque, por mucho que se quiera seguir ubicando la elegancia en el pasado, ayer la Pasarela Cibeles, gracias a los colecciones del mallorquín José Miró y de la burgalesa Amaya Arzuaga, demostró que la sofisticación también mira hacia el futuro.

José Miró volvió a demostrar que lo suyo es la moda galáctica, quizás ha nacido varios siglos antes de lo que su ropa representa.

Por su parte, Amaya Arzuaga, convertida en la gran poeta visual de Cibeles, volvió a demostrar por qué es uno de los grandes nombres del certamen. Su colección, otro complejo trabajo formal, al igual que Juanjo Oliva estuvo basado en los plisados, aunque con una visión del todo diferente: sus creaciones futuristas están basadas en un caos meditado y buscado.

Para concluir, una duda: ¿puede un hexágono inspirar toda una colección? La firma Devota & Lomba pensó que sí, aunque el resto de los que asistieron al desfile no lo tenemos nada claro.

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