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Paul Laverty: “Los pobres dependen otra vez de la caridad, no hay derechos sociales”

Ken Loach y Paul Laverty hacen en 'Yo, Daniel Blake’ la verdadera película de la crisis. Destapan la gran estafa que estamos viviendo, explican cómo la burocracia humilla a los más vulnerables y cómo a los trabajadores se les ‘rompe el corazón’ al descubrirlo.

Orgullo obrero en 'Yo, Daniel Blake'.

MADRID.- Ken Loach, con su ‘cómplice’ habitual, el guionista Paul Laverty, ha hecho la película que todo el mundo está intentando hacer desde hace años, la verdadera película de la crisis. Con humanidad, muchísima inteligencia y una empatía total con las víctimas de este sistema ultracapitalista que solo beneficia a los ricos y poderosos, el cineasta muestra en Yo, Daniel Blake la humillación a la que están sometidos los desempleados, los jóvenes, los pobres, y destapa la gran estafa que estamos viviendo y cómo la burocracia es una herramienta al servicio de los que mandan para castigar a los que no tienen nada.

Palma de Oro en el Festival de Cannes a la Mejor Película, es la historia de un hombre que ha pasado los cincuenta, carpintero experimentado que ha sufrido un infarto y al que los servicios sociales obligan a buscar trabajo si quiere cobrar el desempleo. En sus idas y venidas a la oficina de empleo, donde los trámites cada vez son más enmarañados y complicados, conoce a un joven, madre soltera con dos hijos que ha tenido que irse a más de 400 kilómetros de su casa para poder pagar un alquiler y que, en circunstancias de miseria, está dispuesta a lo que haga falta para alimentar a los niños. El comediante británico y actor de teatro Dave Johns y la joven actriz Hayley Squires son los protagonistas de esta tragedia ‘como la vida misma’. Una película ‘sorpresa’ que llegó tras anunciar Ken Loach que se retiraba. Con ochenta años, sin embargo, el cineasta no fue capaz de resistirse al guion que puso en sus manos Laverty.

Conmociona, emociona y reivindica la dignidad frente a la vergüenza ‘de ser pobre’ a la que nos empuja el sistema. “El Estado siempre ha tenido una vena malvada a la hora de tratar a los más vulnerables”, sentencia el guionista Paul Laverty, quien añade: “El gran desafío del cine hoy, en medio de esta realidad tan compleja del mundo del bienestar, es por lo menos entender lo que está pasando. La burocracia kafkiana que nos imponen es sufrimiento, humillación y hace enfermar a la gente”.

En ese sistema están implicados también muchos trabajadores, funcionarios…

Muchos de ellos también sienten una gran vergüenza por lo que están haciendo, por tratar a la gente como la tratan. Jóvenes, viejos, discapacitados… Por eso intentamos una identificación con Daniel Blake, porque lo que le pasa a él podría pasarle a cualquiera. El Estado siempre ha tenido una vena malvada con los más vulnerables.

¿No es peor la vergüenza que han conseguido que sientan los parados, los pobres…?

Sí y ahí están los periódicos siempre hablando de gente que estafa a los servicios sociales, ahí está la tele basura… Las personas como Daniel Blake, que han pagado siempre sus impuestos, cuando se dan cuenta de que ha sido una trampa, se sienten avergonzados. Ahora tienen que ir a los bancos de alimentos, no tienen calefacción… y sufren en silencio, es un infierno privado. Porque eso es depender otra vez de la caridad. No son nuestros derechos, recibir lo que hemos aportado con los impuestos. Los pobres dependen otra vez de la caridad, no hay derechos sociales.

¿Impuestos que pagamos y de los que no vamos a recibir nada? En España se han gastado el fondo de reserva para las pensiones.

Así es y mientras tanto Apple no paga impuestos. Tenemos que hacer estas conexiones, unir puntos. Para eso sirve el cine y el buen periodismo. La lucha está en defender los espacios públicos, no la cultura de Brad Pitt. La buena cultura, las novelas, el teatro… son muy nutritivos y aumentan nuestra capacidad de defendernos. Tenemos que entender lo que está pasando. Con la ignorancia y el miedo salen personajes como Donald Trump. Debemos, además, conectar la política con la educación, hay que aprender a ser autocríticos, si no, surgen los estados de impunidad y corrupción. En la película mostramos la experiencia de vida de la gente que solicita un subsidio y es una barbaridad la frustración que les crean. Están perdidos en esta burocracia kafkiana.

Paul Laverty con Ken Loach, en el rodaje

Paul Laverty con Ken Loach, en el rodaje

La película revela también la otra cara, la de la solidaridad. ¿Era fundamental reflejar eso?

Sí, muy importante, porque eso devuelve la dignidad a las personas, no se sienten aisladas ni desesperadas, hay un apoyo mutuo. Hay una esperanza, parece que vamos a hundirnos, pero juntos podemos superarlo. No hay que buscar soluciones aisladas, si no colectivas. Por eso es importante organizarse, celebrar asambleas… para que nadie sufra a escondidas. Ahora se ve en los ojos de la gente el miedo, se ve que han perdido su chispa. La gente organizada políticamente es más generosa.

La realidad de mucha gente es peor incluso que la de los personajes de su película. ¿Les preocupaba cargar demasiado las tintas?

Los estados están persiguiendo a los más humildes. Hemos visto insultos y violencia contra discapacitados, gente aislada con problemas mentales muriendo de hambre, suicidios… Claro que podríamos haberlo mostrado, pero era demasiado. Daniel Blake no es un discapacitado ni tiene problemas de educación, es un trabajador que tiene su orgullo, acostumbrado a la disciplina del trabajo, pero ahora ha descubierto la verdad, ha visto el miedo de la gente… es igual que cualquiera de nosotros.

¿Cuál es el papel de su cine en todo esto?

El cine es solo cine. Tenemos que involucrarnos en política, tenemos que dar voz a la gente que quiere luchar contra la corrupción. Pero no hay que olvidar que el cine es un arma muy poderosa y que la gente con dinero va a usarlo. No hay nada nuevo en eso, seguiremos viendo películas donde los héroes son los hombres blancos y donde los malvados sean mexicanos y negros. Sin embargo, al cine también puede acceder gente que va a contracorriente.

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