Este artículo se publicó hace 13 años.
Un poeta saludable
Gary Snyder superó la etiqueta de poeta beat hace décadas, pero si la poesía es la alta montaña de la literatura, la extranjera, en lengua original o traducción, es un lago glaciar a incluso mayor altitud. Con un enorme prestigio en las letras americanas, este autor es conocido entre nosotros sobre todo por su asociación a autores como Kerouac o Ginsberg. En el mundo hispano ha encontrado lectores muy cualitativos, como Julio Cortázar, y en la primera edición de Último Round se incluye, ya en la portada, la que probablemente sea la primicia en castellano sobre su obra: una reflexión apreciativa y un verso en inglés: "I speak for hawks".
En esencia, Snyder no ha dejado nunca de "hablar por los halcones". Su reivindicación ecológica se fundamenta en criterios biológicos y el énfasis en la ética budista: vivió en Japón, con largos periodos de vida monástica, casi diez años. La naturaleza salvaje es la fuente de su poesía, reflejada en una visión plural que aúna lo ideológico, lo simbólico y lo doméstico. El lugar de la especie humana en el entramado de la vida natural, la presencia de la naturaleza en el mundo imaginativo, y su observación minuciosa, muchas veces en su entorno inmediato, conforman una obra estéticamente enraizada en el modernismo norteamericano, de versos visibles y sencillez aparente, donde resuena su familiaridad con las literaturas orientales. La tradición americana sabe que recitar poemas es algo más que leer de un libro; si en palabras de Miguel Ángel Bernat "leer a Snyder es una experiencia saludable", escucharle lo es todavía más.
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