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Pollack soñó y cumplió

Fallece un actor, director y productor de altura, que contó las vergüenzas del sistema y la vulnerabilidad del ser humano con toda la intensidad dramática 

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Allí estaba, entre los periodistas. Enfocando con una cámara digital a su amigo Frank Gehry. Alto, discreto, inconfundible. Nadie le hacía caso. Todas las miradas estaban puestas en el arquitecto californiano mientras presentaba a la prensa su retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York.

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Era mayo de 2001 y Sydney Pollack empezaba su primer y único documental, una aventura casera en la que invirtió muchos fines de semana de los cinco años siguientes y acabó en una reflexión sobre el proceso creativo, el arquitectónico, pero también, entre líneas, el cinematográfico.

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"Las estrellas son como pura sangres", explicaba el director, "son más peligrosos, más temperamentales. Hay que tener un poco más de cuidado. Pero cuando trabajan bien, es realmente fantástico".
A Pollack le gustaban las películas "redondas", las que acababan donde habían empezado. Así que volvemos a la entrevista de Sketches, donde el director confesaba su frustración: "Todo el mundo quiere hacer una película que considere perfecta. No creo que haya conseguido ni remotamente lo que me planteé conseguir. Pero tengo muchas ganas de seguir intentándolo".

 

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El renovador 

Cine político 

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‘Danzad, malditos danzad’
De 1969, es el preludio del cine comprometido que hará Pollack a lo largo de su carrera. Critica lo despiadado del capitalismo , a través de una serie de maratones de baile y unos personajes hirientes. Directo, pero no falto de sutileza, luego vendrá ‘Los tres días del Condor’ y mucho más.

El western 

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‘Jeremiah Johnson’
Aunque no tan pródigo con el western como lo fue su coetáneo, Sam Peckimpah, Pollack dio un giro al género al filmar en 1972 esta cinta interpretada por Robert Redford . Un western posmoderno, desde la introspección.  ‘El asesinato de Jesse James’ es deudora.

El romance

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‘Tootsie’ (1982)
El hombre travestido que se enamora de su compañera de reparto es la veta subversiva que nunca faltó en Pollack.  Siempre tuvo un gusto por la ‘love story’ –como demostró en ‘Tal como éramos’–pero reiventándola. Tampoco nunca  perdió de vista la crítica (‘Memorias de África’).

 

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