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Puntos de fuga de un engaño

Bien jodido en agosto y diez minutos tarde al trabajo, como es de esperar, se le cierra el semáforo y no le da tiempo a saltárselo...

HIPÓLITO G. NAVARRO

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Bien jodido en agosto y diez minutos tarde al trabajo, como es de esperar, se le cierra el semáforo y no le da tiempo a saltárselo porque un almeriense que va delante pisando huevos frena en seco a última hora y a punto está de comérselo, hijo de puta. Repara en los turistas que hacen tiempo ante el museo, en la siesta de 44 grados, que hay que tener ganas, y piensa en las vacaciones ya pasadas, en la equivocación tremenda de haberlas cogido en julio, en su moreno de la playa cada día más desvaído Los muertos de este de Almería que se habrá dormido, aquí en Sevilla se le dan dos pitidos y una bronca por el despiste, y sale despacio, huevón, que tiene que adelantarlo a mala leche y si las miradas mataran.

El del mono de Repsol confunde llenar el depósito (...) con carta abierta a la conversación

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A vista de pájaro, una confusión de ochos e infinitos, siete carreteras que se confunden con otras siete en intersecciones sembradas de letreros, túneles y puentes en un laberinto que debe de tener su gracia desde el cielo, los faldones de encaje que rodean esa ciudad tan plana con la Giralda pinchada en medio del calor, pero abajo son un disparate de señalizaciones y se observa un cabreo generalizado, aceleraciones peligrosas en tramos más o menos resueltos, avances en segunda a menos de 20 descifrando jeroglíficos. La excepción la va dibujando con exquisita lentitud un automóvil blanco, que pespuntea tangentes y secantes sin muchas complicaciones a una media de 60. Finalmente, a la derecha de un nudo gordiano sale con meandros de circunstancia una carretera menor con dirección nornoroeste, con indicación a Portugal en 178, se supone que kilómetros.

3

El del mono de Repsol confunde llenar el depósito por tercer viernes consecutivo con carta abierta a la conversación y el acribillamiento interrogatorio. La educación recibida de pequeño le obliga con cierta desgana a desmentir la procedencia que revela la matrícula, casualmente almeriense en una buena adquisición de segunda mano, así que ya demostrada la ciudadanía sevillana, para completar el importe y facilitar la operación del cambio suma al aprovisionamiento de carburante un par de latas de refresco para el viaje, redondeando así un billete de cincuenta en el que alguien había escrito 'querido, qué pronto te vas de mi lado'.

4

Son más de 12 en la cuadrilla, y se dicen amigos, pero los más profesionales, por decirlo de una forma contundente, no aceptan la alternancia en las faenas, de tal manera que los de las excavadoras no le cambian la suerte a los asfaltadores, ni éstos a los que apisonan el terreno en máquinas desvencijadas sin un maldito toldo de lona que les proteja la sesera. Si acaso aceptan un breve intercambio de cometidos los capataces y los ingenieros, menos cansados que el resto. Lo que de ninguna manera acepta nadie, por descansado que parezca, son las ocho horas con la flecha azul y el stop en la mano, así que el muchacho se vuelve a ver otro viernes más dando amable paso al automóvil blanco de Almería, que lleva sin muchas prisas a su ocupante a otro fin de semana en cualquier pueblo de la sierra de Aracena.

5

Sorprende la gallardía de esa señal de tráfico sembrada ahí, en mitad de agosto. Pero su estrella no puede ser la misma que cinco veces repetida alude al nivel de congelación de la nevera. ¿De qué rara frialdad advierte entonces ese copo de nieve dibujado en chapa al borde de tan cálido bosquecillo de eucaliptos, cuando en esa cota todavía tan baja no ha nevado jamás? Tal vez sea el confín al que llegó la grandísima nevada de hace seis febreros

6

Desde bastante lejos puede ver los cuernos, su cabezota descomunal de minotauro. Sale temprano de Montpellier, y atraviesa España en pocas horas, no como a la ida, cuando el tráiler va cargado hasta las trancas. Le gusta ver ese último toro de hierro, ese mojón final de su periplo, que marca los escasos 100 kilómetros que le restan de suelo español. Con el camión vacío puede además subir las penúltimas rampas a más de ochenta, adelantar al coche blanco, permitir que su tranquilo conductor contemple por unos minutos el sabroso logotipo de la parte de atrás: una pierna de cerdo acunada en la leyenda 'Presunto de Abrantes'. El jamón de Portugal, a diferencia del que se cura un poco más allá, en las naves de Jabugo, será siempre presunto.

7

Provincia de Huelva rezaba en la placa, pero algún gracioso ha borrado las dos primeras palabras y la hache mayúscula y en su lugar ha pintado una uve y dos signos de exclamación. Pareciera que algún conductor hubiese hecho caso al mensaje resultante, ¡Vuelva!, pues se ha dejado las gomas en el asfalto con una frenada tremebunda, casi ofensiva en su rectitud de no haber sido por un volantazo final que permite al dibujo salirse de lo negro de la carretera y seguir luego campo a través, no se sabe muy bien adónde. Restos de accidente no quedan, sólo esa firma cruel.

8

Aparte de leer novelas de terror, agota los extensos días de las vacaciones subido en lo más alto del cerezo. El niño es más o menos listo; entrará en el instituto con buenas notas y con gafas, y espera nuevos amigos en ese pueblo mayor donde estará internado de lunes a viernes. No juega al fútbol. Eso es un inconveniente. Sin embargo tiene dos cuadernos llenos de versos que a su prima le gustaban, por lo menos hasta el verano pasado. Hoy podría venir ella, con los tíos de Barcelona y los regalos. Desde el cerezo puede ver un tramo grande de carretera, para nada más sentir dentro del pecho el ruido del motor ya bien aprendido salir corriendo a recibirla. Salen las gentes a pasear por la plaza, se hace tarde. Lo sobresalta por fin el conocido motor, pero se desanima de nuevo al comprobar que no, que es el coche ese de los viernes, siempre a la misma hora.

9

A las tres se las ve viejas ya, solteronas como mínimo. Pasean todas las tardes sus rancias vestimentas por la carretera desde el pueblo hasta el cruce, sin que vean no ya el pequeño arroyo de agua que serpentea a su lado por todo el recorrido, sino la exuberancia de mariposas plateadas que ofrece una alameda un poco más abajo. Cuchichean, más bien. Cuando se cruzan con esa pareja atípica de los fines de semana el niño tan pequeño en el carrito, alguna fuerza mayor las frena en sus discursos y auscultan atentas los más mínimos detalles de la escena. Luego, cuando ya sus ojos miopes pierden el foco y sus orejas como embudos no pueden oír, sonríen y construyen y amplifican lo que ahora es rumor, suposición malsana. Duermen bien, pero siempre se levantan temprano, para coger la primera ayuda de Dios.

10

Las últimas luces del domingo tienden la sombra de los castaños sobre todas las cosas: oscurecen los ojos casi secos de lágrimas del niño esperando a nadie en el cerezo, salpican de oscuridad la veloz carrera del coche blanco hacia Sevilla, y confunden a las tres viejas en un solo cuerpo apretujado que vigila el lento pasear de una mujer con un niño en el carrito y una esperanza casi imposible en la garganta: que el hombre repare alguna vez en el mensaje que le escribe a escondidas en los billetes.

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