Este artículo se publicó hace 13 años.
"Queda mucho por decir de la mujer en la posguerra"
Nora Navas, actriz protagonista. Era casi una desconocida, pero desde San Sebastián no ha parado de recibir premios por su interpretación en ‘Pa negre'
Al lado de sus competidoras en la categoría de mejor actriz protagonista (Belén Rueda, Elena Anaya y Emma Suárez), Nora Navas (Barcelona, 1975) es una forastera no sólo para el gran público, sino también para gran parte de la industria del cine español. Algo que empezó a cambiar cuando en San Sebastián se hizo con la Concha de Plata a la interpretación femenina por su papel de Florencia, la madre rota de Pa negre, el filme de Agustí Villaronga que acumula 14 nominaciones a los Goya. Formada en el teatro y curtida en la televisión catalana, además de en papeles secundarios en películas pequeñas, Navas parte como la candidata con más posibilidades por su sorprendente mezcla de potencia y fragilidad. Una desconocida, de rostro común pero fuerza extraordinaria, que vive la gala con la emoción de la primera vez, y las ganas de que se hable "de todas las películas y no sólo de la polémica" entre Bollaín y De la Iglesia. "Si queremos hacer una fiesta hagámosla, y no la envenenemos", admite.
¿Cómo está viviendo el carrusel de premios desde San Sebastián?
Me pilla verde todo esto de los premios. Es una locura. Desde la nominación al Goya estoy excitada, y eso que han estado los Gaudí y los Forqué de por medio. Siento que viene todo junto. Mis amigos me dicen: "Te lo estás llevando todo", pero yo sigo con mi vida. Eso sí, esta película me ha dado mucha confianza como actriz.
Si gana, ¿hará como en San Sebastián, cuando dedicó el premio al reparto de Pa negre'?
Esta película es un trabajo muy coral, y es muy importante lo que han hecho todos los compañeros. Veo la película y veo el talento de Agustí y el de los actores. Creo que debería haber nominaciones para todo el reparto, pero si hay una que echo de menos es la de Roger Casamajor [que interpreta a su marido en la ficción].
¿Trabajó estrechamente con él?
Totalmente, el personaje de uno se hace con el del otro. Nuestra carrera tiene elementos comunes: somos de teatro, hemos hecho televisión pero sin ser tan conocidos. Solíamos quedar solos para ensayar e indagar en la vida de estas personas. Cómo se conocieron, cómo era cuando nos iba bien con la carnicería... Luego, en escena, era mirarnos a los ojos, con todo ese trabajo previo, y lanzarme a la piscina. Él fue mi referente para construir esa mujer que está tan cegada por el amor que siente por su marido que no ve las miserias que esconde.
La película habla del desplome de los ideales. En el caso de su personaje, Florencia, ¿se trata del amor por su marido?
Exacto. Ella tiene que sobrevivir ante todo y no se da cuenta de la podredumbre a su alrededor. El amor tapa. Y mi personaje decide apostar por su marido y no ver determinadas cosas.
Y miente a su hijo. ¿Mentimos demasiado?
Hay un error en la educación brutal. Se miente continuamente a los niños. En la película está, pero no como un engaño con malas intenciones sino como una manera de salvarlo, sin darse cuenta de que es una falsa salvación. Lo veo con mi hija, familiares que la quieren y que le mienten. Y yo prefiero que llore y que forme su base. No podemos salvar a los niños de las miserias de los adultos.
¿Cómo fue la primera lectura del guión de Pa negre'?
En la primera lectura vi una historia de sentimientos, de personajes y de intriga, más que de la Guerra Civil. Yo he trabajado bastante ese periodo en teatro, y me sirvió para acercarme al rol de la mujer en ese tiempo. Pero el guión no habla tanto de política. Me enganché a la historia de una madre porque yo acababa de serlo. Pensé qué difícil educar a un hijo en la miseria de la posguerra. Y entendí el dolor de que un hijo reniegue de ti.
¿Qué otros referentes utilizó para construir su personaje?
Me gusta mucho en la película ese mundo de mujeres sin hombres, ese mundo encerrado, de reglas y matriarcado. Yo estaba haciendo en la época del rodaje La casa de Bernarda Alba y fue un referente importantísimo. Pero también el mundo de las mujeres en la posguerra. Queda mucho por decir todavía de esas mujeres que se jugaban la vida.
Es una película de tiempos aciagos, ¿es extrapolable a cualquier momento crítico?
La imagen del caballo con la que arranca la película es una metáfora de una guerra que empieza en ese pequeño mundo. Eso deja al espectador pensando: aquí ha pasado un cataclismo. Puede ser un tsunami, una guerra o lo que está pasando en Egipto. Ocurre en todas partes, hombres y mujeres que pierden sus ideales para sobrevivir.
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