La Bien Querida despliega las armas del ataque pop perfecto

Su técnica no desvela el misterio. En principio, es la de siempre. La Bien Querida (Ana Fernández-Villaverde cuando baja a comprar pan) se sienta, coge la guitarra, pone a su alrededor todas las libretas donde va escribiendo ideas y empieza a grabar estrofas y estribillos en un radiocasete de cinta. Así, como tantos otros discos, nació Fiesta (Elefant), su segundo álbum, que se publica hoy.

"Hacer una canción me suele llevar uno o dos días. Si ya pasa ese límite, la dejo porque pienso que no es buena", decía ayer esta artesana de la música en un bar de la Plaza Mayor de Madrid que queda cerca de su casa, donde camareros y clientes la saludan como una parroquiana más. Como sus canciones, ella se explica de forma clara y concisa. Sin embargo, lo que tiene que explicar tiene algo de inexplicable.

"Trato de contar mi verdad; yo prefiero lo que es sencillo y lo que es real"

Hace cuatro años, Ana Fernández-Villaverde no sabía tocar la guitarra y ni siquiera se había planteado hacer una canción. Ahora, entrega en Fiesta un disco que roza el sobresaliente, que recuerda a una mezcla entre Julieta Venegas y Los Planetas y mira de tú a tú a ambos. Los secretos son principalmente dos: 1) las melodías ("Las trabajo mucho, no salen de forma natural. Rechazo las que son obvias, trato de darles un poco la vuelta") y 2) las letras ("Me importan un montón. Que me llegue, que sea fácil, pero que no sea ñoña ni demasiado rebuscada").

La Bien Querida comprende profundamente estas claves del pop y las desarrolla con la sabiduría de una experta: "Trato de contar mi verdad, ser sincera y sencilla, porque yo creo que la gente nota cuando no lo eres. A mí me pasa: hay canciones que ves que te quieren contar algo, pero si es demasiado enrevesado no te llega. Yo prefiero lo sencillo y lo que es real. Con la verdad tienes todas las armas".

Hace un par de años publicó Romancero, un álbum de pop diferente que fue considerado como el mejor disco nacional en varias publicaciones especializadas. Llamaba especialmente la atención una producción esquinada y angulosa que nunca unía dos puntos con una línea recta. "Yo quería que mis canciones tuvieran un aire diferente, pero que fueran accesibles. De alguna manera me siento dentro de la categoría indie. Indie para mí significa hacer melodías un poco diferentes, canciones que no tengan el estribillo en el mismo sitio, que no sean obvias", explicaba ayer.

Fin del vuelo

Su nuevo disco lo ha titulado Fiesta, pero en su interior no vamos a encontrar ni matasuegras ni confeti. Todas las canciones apuntan al momento en que la relación de dos personas supera el vuelo inicial del enamoramiento y aterriza (a veces de emergencia) ante la cruda realidad: tengo a otro delante.

Lo más interesante es que lejos de atascarse en los tópicos sentimentales que pueblan el mundo del pop, La Bien Querida realiza descripciones desbrozadas desde tantos ángulos que parece que viviera por cuatro personas a la vez. "Me baso en cosas que me han pasado, en hechos reales. A veces me da pudor contar ciertas cosas, otras veces contar demasiado me pone", dice.

"A veces me da pudor decir ciertas cosas, otras veces contar demasiado me pone" 

Todo está, además, pensado meticulosamente, con una estrategia que unifica todas las canciones del álbum: "Hice más canciones de las que hay en el disco, pero reuní las que contaban cosas distintas. Puedes decir muchas cosas de una relación, pero quería que cada una contara algo diferente".

Como en Romancero, el catalán David Fernández (La Estrella de David, Beef...) se encarga de buscar las aristas del sonido (aquí más eléctrico) incluyendo arreglos como violines árabes o una marcha de Semana Santa. "Se me ocurrió viendo tocar a una banda en la procesión del Domingo de Resurrección, se me puso la piel de gallina", concluye.