Este artículo se publicó hace 14 años.
Que la RAE admita ya 'berlanguiano'
Cuando desaparece una persona a la que has considerado un maestro y mentor, una fuente de inspiración, alguien cuya obra admiras profundamente, una persona que además te ha demostrado su aprecio y afecto, uno se siente invadido sin poder remediarlo por una tristeza pegajosa y oscura. Luis, te has ido, nos debes una explicación y como alcalde nuestro que eres nos la vas a pagar. O va a ser que no.
¿Quién nos va a retratar ahora? ¿Quién va a sentar un pobre a nuestra mesa? ¿Quién como tú nos va a golpear con el garrote de la risa? ¿Quién nos mostrará lo caóticos y rijosos que podemos llegar a ser? Tan magistralmente como tú, nadie, te lo garantizo. Pero no hace falta. Porque los que te conocimos como persona echaremos de menos cómo te hurgabas la nariz mientras divagabas divertido, echaremos de menos tu incontinencia verbal y tus ingeniosas ocurrencias, echaremos de menos, cómo no, tus apasionadas charlas sobre bondage y sadomasoquismo.
Y mientas esperamos que la Real Academia de la Lengua admita el termino berlanguiano, veremos tus películas por enésima vez. Porque las películas están ahí, las películas quedan para siempre. Para ser disfrutadas una y otra vez. Y esa es la gran alegría que sentimos ahora. La alegría que nos ayuda a superar la pena de tu marcha. El saber que tu cine se ha quedado con nosotros. Es lo más parecido que existe a la inmortalidad.
Una obra cinematográfica importante, vigente, conmovedora y vitriólica.
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