Reír contra el fascismo
Una exposición y un libro recuerdan en Moscú el papel de los caricaturistas soviéticos en la Segunda Guerra Mundial
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MOSCÚ.- De la cultura soviética se acostumbra a tener en Occidente una imagen muy concreta: propagandística, estereotipada, heroica, solemne. En una imagen así no cabe el sentido del humor. Pero lo cierto es que la cultura en la Unión Soviética fue mucho más diversa de lo que se acostumbra a creer e incluía, desde luego, la comedia en todos sus géneros. Ni siquiera la Segunda Guerra Mundial pudo poner fin a ella. La reciente exposición La victoria en los dibujos y caricaturas de la revista Krokodil en la galería FotoLoft de Moscú, en el centro de arte contemporáneo Winzavod, contribuye a matizar precisamente esa imagen.
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Además de la exposición, la galería ha publicado un excelente catálogo de 160 páginas con las ilustraciones de dibujantes y caricaturistas como Borís Efimov, Leonid Brodati, Konstantin Eliseev, Mijaíl Cheremnij, Leonid Guench y el legendario trío Krukriniksi (Mijaíl Kupriyanov, Porfiri Krilov y Nikolai Sokolov), entre otros.
'Krokodil' en guerra
Así, en los treinta, por ejemplo, la revista se sumó a la campaña de difamación antitrotskista. Tras la guerra, y con el deshielo, Krokodil amplió sus temas a la lucha anticolonial en el Tercer Mundo, la crítica a la OTAN o el rearme de Alemania occidental. Krokodil sobrevivió incluso a la Unión Soviética, pero su popularidad decayó y dejó de publicarse finalmente en el año 2000 por problemas financieros. Novy Krokodil, el intento por resucitar la revista un año después, no consiguió el éxito de su precedente, y en 2008 hubo de echar definitivamente la persiana.
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La revista satírica 'Krokodil' se fundó en 1922, aparecía tres veces al mes y llegó a tener una tirada de 6,5 millones de ejemplares
En 1941, los caricaturistas, como el resto del pueblo soviético, se movilizaron contra la invasión alemana. Su misión era doble: por una parte, aliviar la dura vida del soldado en el frente con algo de humor, y por la otra, contribuir a los esfuerzos de la propaganda para levantar la moral de los soldados, ridiculizando al enemigo y haciéndolo menos temible. Conseguir este fin trabajando en condiciones precarias ─escasez de materiales y de calidad de los mismos─ no era fácil.
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El tema era, y sigue siendo, lo suficientemente grave como para abordarse con humor so pena de banalizar auténticos crímenes de guerra y contra la humanidad. La guerra, como recuerda en el catálogo Olga Kosorez ─radiotelegrafista e intérprete del Ejército Rojo durante el conflicto─, significa "la muerte de personas. No hay sin duda nada peor que la guerra. La guerra siempre es terrible y quien diga que no lo es, habla a la ligera".
Y con todo, más de setenta años después, aunque algunas de estas caricaturas de los nazis puedan parecernos pueriles ─con su genérico 'Fritz'─, otras, en cambio, siguen esbozando la sonrisa en el espectador. El artista Mijaíl Pereyaslavets recuerda en su contribución al catálogo de la exposición que a diferencia de la fotografía, la ilustración ─y la caricatura, convendría añadir, más todavía─ permite a su autor comunicar un mensaje más eficazmente, sirviéndose de representaciones icónicas y con un grado de abstracción que la fotografía no puede alcanzar.