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"La revolución es saber pensar por sí mismo"

El filósofo francés André Glucksmann dialoga con su hijo sobre el instinto revolucionario actual

GUILLAUME FOURMONT

¿Qué le pasó a André Glucksmann? Muchos se lo preguntan cuando leen que este filósofo francés, militante maoista en 1968 y defensor de los derechos humanos, respalda las posiciones conservadoras de Nicolas Sarkozy. Estaba a su lado cuando el presidente francés declaró que había que 'liquidar la herencia de Mayo del 68'. Las críticas contra Glucksmann corrieron como el agua. Reacción de André: propone a su hijo, Raphaël, de 28 años, explicar a golpe de citas de grandes filósofos el sentido de aquellas revueltas en Mayo del 68. Por la subversión permanente (Taurus). Porque, más allá de las divisiones ideológicas, padre e hijo opinan que el verdadero sentido revolucionario es 'pensar por sí mismo'.

Liquidada la herencia de Mayo del 68, ¿qué es hoy un discurso revolucionario?
André Glucksmann (AG): En 1968, el discurso revolucionario era un paradigma de las revoluciones marxista, con Che Guevara, Mao... Eran revoluciones finales, que medían su éxito según la cantidad de sangre que corría. Tener hoy un discurso revolucionario es tomar la herencia de las revoluciones que eliminaron los vestigios del fascismo en España o en Portugal. No son revoluciones marxistas sino permanentes, nunca terminadas.


Pero Mayo del 68 fue la raíz de muchos movimientos de contestación actuales.
Raphaël Glucksmann (RG): Eso es la herencia de Mayo del 68. La globalización permite tener una actitud de subversión respecto a las tradiciones, a los dogmas y a la autoridad.

¿A eso se refiere su padre por 'revolución filosófica'?
AG: Sócrates, el primer filósofo, solía hacer preguntas públicas a los sabios. Llevaron a la constatación que no sabían lo que sabían. Eran incapaces de justificar sus opiniones. Eso fue la revolución filosófica.

¿Volvemos entonces a la gran época helenista?

AG: Sí. Volvemos a un momento en el que todos los que saben, como las autoridades, son contestados. El problema de Sócrates es que desmoralizaba a la juventud. Lo mismo pasó con Mayo del 68: desmoralizó a la gente de derechas y de izquierdas. La verdadera revolución es la filosófica: pensar por sí mismo, como decía Kant.

¿Difícil de imaginarlo sin divisiones políticas?
RG: Mire la revolución naranja en Ucrania: fue una sorpresa y no obedeció a ningún esquema. Nadie sabía lo que iba a pasar. Ese tipo de revolución se caracteriza por una ironía respecto a sí mismo. No se pretende sustituir un sistema considerado malo por otro imaginado.

Su padre apoyó la guerra de Irak...
AG: Irak no era un ejemplo de esas revoluciones. La caída de Sadam Husein era una necesidad y, en Irak, una revolución era imposible. Los pueblos tienen derecho a ser liberados.


RG: ¿Se puede imponer la democracia? Buena pregunta... El caso de Ucrania asombró, lo que es filosófico, como decía Aristóteles.


¿Las insurrecciones son entonces aún posibles?
RG: Nadie puede decir qué tipo de movimiento ni qué forma de insurrección es posible contra los modelos de autoridad actuales. La suerte de nuestra generación es que no pertenecemos a las ideologías. El peligro es la apatía.


AG: Ha habido muchas oportunidades fracasadas de revoluciones mentales. Como en 1994, con el genocidio en Ruanda: era necesaria una insurrección de las conciencias y no se hizo nada.

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