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"Robert Capa humanizó la Semana Santa de Sevilla"

La periodista Carmen Rengel narra en 'El viaje andaluz de Robert Capa' la etapa más desconocida del fotógrafo de guerra

O. CARBALLAR / R. BOCANEGRA

Cuenta la periodista Carmen Rengel (Albacete, 1980) que Robert Capa, en su primer viaje al extranjero como enviado especial, a punto estuvo de quedarse en Sevilla porque no tenía un céntimo. Ella dejó Sevilla hace casi un par de años con los bolsillos pelados para hacer periodismo como freelance en Israel y los Territorios Palestinos. Y allí, peleando por llegar a fin de mes, como hizo el judío húngaro cuando aún era un anónimo André Friedmann, ha rescatado al mito antes de ser mito. En El viaje andaluz de Robert Capa (Centro Andaluz del Libro), Rengel retrata una etapa desconocida del mejor fotógrafo de guerra de la historia, encumbrado por el miliciano cayendo en tierras cordobesas. En 1935, un año antes de la Guerra Civil, su cámara se detuvo en la Semana Santa y la Feria de Sevilla.

¿Cómo valora esa etapa?

Es excepcional, interesantísima, porque en aquel tiempo Capa logró algunas de las imágenes más luminosas y optimistas de toda su carrera. Era un joven de 22 años retratando una fiesta desconocida desde el apasionamiento de la vida, una mirada al pueblo. Eso, en el plano formal. En el profesional, fue una etapa clave porque suponía su primer viaje al extranjero como enviado especial, avalado por dos revistas (una francesa y otra alemana), lo que a la vuelta a su París de residencia le dio la estabilidad que necesitaba tras años como freelance que no llegaba a fin de mes.

Usted sostiene que humanizó la guerra y dignificó a quien la sufre. ¿Humanizó también la Semana Santa?

Totalmente. No le importa qué cristo pasa, no retrata ni una dolorosa. Lo que le llama la atención es la fe y la curiosidad en las señoras enlutadas que esperan la carrera oficial ante un sol molesto en la catedral; o el niño que, cansado, se toquetea la nariz con el antifaz levantado, sin saber quién ha bordado el manto de su Virgen o cuántos nazarenos lleva su hermandad. En algunas cartas a su familia hasta mezclaba la Semana Santa con la Feria. Su objetivo era congelar la vida en los ritos.

En Sevilla, demostró una vez más su capacidad para sobrevivir.

Herencia paterna. Aprendió en casa cómo hay que ser zalamero y echarle imaginación a la vida para salir del apuro. Intentó ahorrar quedándose en casa de un burgués pero el señor acabó por exprimirle el dinero que le adelantaron sus revistas, llevándoselo de fiesta a su costa. Tuvo que robarle a su casero 20 pesetas y con eso y un billete milagroso de su tía, pudo irse de Sevilla. Siempre sabía salir victorioso, su don de gentes y su atractivo eran proverbiales. Eso, o el sexto dedo con el que nació, que según su madre era el de los elegidos de Dios.

'No le importa qué cristo pasa, no retrata ni una dolorosa', explica Rengel ¿Es cierto que enamoró a Gerda Taro con canciones aprendidas en la Feria?

Algunos relatos y cartas de amigos de entonces, en París, cuentan que André había aprendido coplas andaluzas en su visita a la Feria y que, al regresar, rondando como estaba ya entonces a Gerda, se la llevó de viaje cerca de Cannes y se las cantaba para conquistarla. Pero creo que Gerda claudicó más ante la fanfarronería cómica con que debía cantarlas que por la letra y el sentimiento.  

¿Encontraría Capa hoy una Sevilla muy distinta, una España muy distinta?

Creo que se decepcionaría de ver que el país que amó, que encarnó su sueño de libertades y democracia, que peleó por ello, ha bajado los brazos y se ha asentado en el conformismo. El conservadurismo vital e intelectual ha rebajado la fiebre de compromiso con las ideas y el progreso. No sólo es España, él vio morir la Europa romántica en la que había causas por las que pelear. Ante tanto conformismo, se preguntaría por qué pelearon las brigadas internacionales, para qué murió Gerda en Brunete. Sobre Sevilla, donde vio apenas la cara festiva, podría recrear casi al milímetro lo vivido en 1935. El sevillano sigue viendo con idéntica emoción y entrega sus tradiciones.

¿Qué destaca del Capa en Andalucía?

Su compromiso doble, con el dolor de los refugiados de Málaga y Cerro Muriano, que luego repetiría en los Pirineos, logrando algunas de sus tomas más conocidas, y con la pelea republicana, en su afán por vivir con ellos. No se contentó con retratar entornos urbanos y así logró dibujar la guerra en el interior. Son imágenes con un nervio y un compromiso humano e ideológico sobrecogedor.

¿Cuál es su opinión sobre la polémica foto del miliciano?

Sólo con la foto es imposible saber si el hombre que cae estaba resbalando, muriendo por un disparo o simulando que lo habían herido. Quiero creer la versión que Capa dio a la fotógrafa de Life Hansel Mieth, que estaban haciendo “payasadas” con los soldados cuando de pronto se produjeron disparos. Y allí estaba Capa, cerca, para disparar también. La imagen animó a los simpatizantes de la República a venir a España y pelear. Eso no quiere decir que defienda un amaño o un engaño, sino que no es posible afirmar nada con certeza.

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