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Rocío Quillahuaman y las historias migrantes aún sin contar

La ilustradora publica su primer libro, 'Marrón' (Blackie Books), donde narra entre el humor y las anécdotas "traumáticas" cómo llegó desde Lima a Barcelona cuando era una niña. Su objetivo es acompañar y dar voz a todo el mundo que se haya encontrado fuera de lugar durante el proceso migratorio.

La il·lustradora Rocío Quillahuaman.
La ilustradora Rocío Quillahuaman. Cedida

Las ilustraciones de Rocío Quillahuaman (Perú, 1994) se han hecho virales por su contenido mordaz sobre aspectos cotidianos de la vida en Barcelona como mujer trabajadora joven, incluyendo la crítica anticapitalista y antirracista. Y también porque hacen reír mucho. Con más de 180.000 seguidores en Instagram, la artista publica ahora su primer libro, Marrón (Blackie Books), en el que explica sus orígenes y su llegada a la ciudad desde Lima, cuando tenía 11 años.

Anécdotas "traumáticas" pero narradas con humor, marca de la casa, como cuando en el control del aeropuerto abrieron a cuchilladas su peluche en busca de droga, construyen un relato profundamente personal y a la vez político. La autora, también guionista, no descarta convertir algunos de estos episodios en vídeos animados, ahora que ya se han revelado en el libro. La escritura la ha ayudado a hacer las paces con el sentimiento de no pertenecer a ninguna parte y al mismo tiempo, con la publicación, busca acercarse a todos los niños que están pasando por lo mismo para decirles "no estáis solos".

"Yo siento que estoy aquí de toda la vida, pero todavía siento que no me lo dejan decir", afirma en una entrevista con Público. Escribir el libro le ha llevado tres años y ha sido un proceso "duro" de mirar el pasado y reconciliarse con lo que le marcó la infancia, la adolescencia y el inicio de la vida adulta: la migración de Lima a Barcelona.

Aceptar su identidad ha sido uno de los resultados personales del libro, pero lo que más valora es el recibimiento que ha tenido: "A las presentaciones han venido chicas migrantes llorando, diciendo que esta historia también es la suya y verse reflejadas en ella ha sido muy importante para ellas".

"Las personas migrantes estamos aquí, en todas partes, y nuestras realidades son importantes"

Precisamente poner palabras a una historia, la propia, que comparte con miles de migrantes en España era uno de los objetivos que buscaba. Insiste en que la falta de referentes migrantes hace que muchas historias queden sin contar y, con ellas, la opción de sentirse parte de la sociedad. "Me gustaría que quedara la idea de que las personas migrantes estamos aquí, en todas partes, y que nuestras realidades son importantes y deben tenerse en cuenta, no vale hacer ver que no", señala.

Falta de referentes migrantes

Quillahuaman cree que aunque el panorama ha mejorado un poco, los referentes migrantes aparecen "a cuentagotas" todavía a día de hoy. Tampoco abundan los relatos "no estereotipados" de sus vidas, por ejemplo como personas precarias o conflictivas. "Como niña me hubiera ayudado mucho ver que era posible ser migrante y tener una vida normal". La falta de personajes marrones, como ella se autodefine, en series o en la tele provoca la sensación de no existir: "Parece que no estás, te borras".

"Como niña me hubiera ayudado mucho ver que era posible ser migrante y tener una vida normal"

Esto es en parte lo que le hizo aceptar la propuesta de escribir el libro, aunque no se considera escritora. Que una sola niña con una historia similar a la suya se encuentre el libro en la biblioteca -su refugio particular- y le descubra que no es la única con estas dudas ya es un éxito para Quillahuaman. "Me gustaría que el mensaje con el que se quedaran los niños migrantes es que es normal no adaptarse inmediatamente al lugar donde estás, y no debes sentirte culpable por no conseguirlo".

Ella misma ha vivido toda su vida con el sentimiento de que no es ni de aquí ni de allá. Ni de Lima, donde nació y vivió hasta los 11 años, ni de Barcelona, donde lleva afincada casi dos décadas. A lo largo de los años, y especialmente a raíz de la escritura del libro, ha llegado a la conclusión de que su identidad pertenece a ambas culturas. "Me gustaría que otras niñas migrantes que puedan tener las mismas dudas entiendan que no hace falta tener esa presión para pertenecer a un solo sitio".

La migrante "perfecta" para encajar

A ella, esa sensación le llevó a vivir "muy estresada" y reprimiéndose muchas cosas para encajar. Al sufrimiento por el racismo diario, se le añadía la necesidad de ser la "migrante perfecta" para no ser apartada y poder vivir integrada en la sociedad. Esto la llevó a no mezclarse con grupos de otros niños migrantes o racializados, que ahora ve que hubieran podido hacer que su experiencia, sobre todo a su llegada, fuera muy diferente. Pero el peligro de que entonces a ella también la dieran por un caso perdido, como veía que ocurría con los otros adolescentes latinos, la llevó a vetarse esa opción.

Adaptarse se convertía en una "autopresión" para conseguir todas aquellas expectativas que su familia, y ella misma, se ponía: "Cuando hago el cambio de chip es cuando empiezo con las animaciones, donde lo hago todo a la inversa. Dibujo mal, grito, digo tacos… Exploto y digo 'ya está'".

La autora de Marrón lleva cuatro años dedicada a hacer ilustraciones animadas que, con una buena dosis de humor, retratan problemas y anécdotas a las que se enfrenta una joven como ella en Barcelona hoy en día. "El humor para reírse de quienes tienen poder me parece una herramienta súper poderosa". Desde los turistas a los festivales, pasando por la mediocridad o los influencers, los vídeos critican de forma ácida y con una atmósfera angustiosa a un abanico muy amplio de cuestiones que estresan a la juventud.

Las ilustraciones no rehúyen la crítica anticapitalista y antirracista, con contenido sobre la emergencia climática, la explotación laboral o la precariedad de los autónomos, como ella. "Reírme de una persona que tiene más poder que yo me parece importante, siento que me han arrebatado muchas cosas y las intento recuperar a través del humor".

Quillahuaman, que salió en la lista Forbes entre los 100 españoles más creativos, no se considera activista pese a hacer contenido político. Critica que en cuanto un migrante denuncia algo, ya se le ponga esta etiqueta: "Yo sobre todo lo que quiero hacer es humor". Sí ha pedido a sus más de 180.000 seguidores, por ejemplo, que firmen en la campaña por la regularización de personas migradas, pero no por eso se define como activista: "Lo hice porque lo consideraba un deber".

La ilustradora no cree que, de momento, se acabe su trabajo. Cuando empezó con las animaciones, pensaba que se quedaría sin ideas, pero cuatro años después ve muy lejana esa opción. "Hay mucha gente horrible en el mundo, no se reduce y por tanto tampoco lo hacen mis ideas", dice riendo. Mientras tenga cosas de las que quejarse o gente que haga cosas que no debería hacer, tendrá material: "Si un día no tengo ideas será que viviré tranquila, todos viviremos tranquilos, pero no sé si esto ocurrirá".

Por ahora, más allá de las ilustraciones y la promoción del libro, se centra en un nuevo proyecto de corto de animación con el que quiere explorar más a fondo la vida de su madre, un personaje primordial en Marrón, pero, sobre todo, en la vida de su autora.

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