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Roman Polanski La verdad estalla en el cine de Polanski

El director polaco recupera en 'El oficial y el espía’ el caso Dreyfus y demuestra con cuánta energía resuena todavía en estos días. Gran Premio del Jurado y Premio FIPRESCI en Venecia, la película, que rezuma talento artístico y tristeza, es un grito contra la intolerancia y el odio.

El cineasta Roman Polanski. REUTERS

“Veremos si no solo hemos preparado, para más adelante, los desastres más contundentes”, escribió Émile Zola en su carta Yo acuso, publicada en el diario L’Aurore el 13 de enero de 1898 y dirigida al presidente francés Felix Faure. La advertencia del intelectual resuena potente todavía hoy en el mundo. El feroz antisemitismo que se desató con el caso Dreyfus tuvo y tiene espeluznante consecuencias. El cineasta Roman Polanski, convencido de que “ahora es posible que se produzca un caso parecido”, ha recuperado la historia del militar Alfred Dreyfus falsamente acusado de espionaje en 1894 en El oficial y el espía, una gran película, íntegra, rigurosa, directa y de absoluta actualidad.

La falsa acusación contra el capitán Alfred Dreyfus –que fue degradado por espiar para Alemania y condenado a cadena perpetua en la Isla del Diablo-, las tretas abominables que empleo una parte de la prensa y el coraje y decisión que mostró otra –liderada por el Yo acuso de Zola, que destapó el escándalo-, las mentiras del ejército y del gobierno en nombre de la razón de Estado, la manipulación de la población y, sobre todo, el odio que se desencadenó entonces y perdura aún son una herencia putrefacta de la que no nos hemos librado. Zola lo anticipó entonces: “Cuando una sociedad llega a este punto significa que ha comenzado a pudrirse”.

Un grito contra el odio

Protagonizada por Jean Dujardin, en el papel del coronel Georges Piquart, el militar que decidió enfrentarse a las mentiras y corrupción del ejército y devolver la dignidad a Dreyfus; y el actor Louis Garrel, interpretando a la víctima, la película es no solo meticulosa en el detalle y en la recreación histórica, sino que además es un impresionante ejercicio de narración visual, un testimonio de nuestro mundo que rezuma tristeza y un airado grito contra la intolerancia y el odio.

Sin embargo, en esta sociedad “podrida”, como la definió Émile Zola, la ignorancia y la falsificación nublan la vista de muchos. Tal vez El oficial y el espía no pueda escapar a las sospechas de que Polanski pensaba en él mismo y en sus circunstancias cuando decidió contar esta historia. A pesar de ello, incluso si fuera cierto, no hay duda, ninguna, del talento artístico que hay en esta obra, de la capacidad de pronunciarse desde el arte ante la injusticia y, sobre todo, del goce de disfrutar de una creación inteligente, hermosa y necesaria.

Fotograma de la película 'El oficial y el espía' donde se muestra un ejemplar de la carta de Zola

Fotograma de la película 'El oficial y el espía' donde se muestra un ejemplar de la carta de Zola

El aparato de persecución

Roman Polanski se declaró culpable de “relaciones sexuales ilegales” en el juicio por la violación a Samantha Geimer en 1977. Desde entonces, ha habido otras acusaciones por violación contra él, ninguna de ellas demostrada. Sí, Polanski es culpable. También es un cineasta inmenso indispensable para barrer la banalidad y el atraso en este siglo XXI.

“Mi trabajo no es una terapia. Pero reconozco que estoy familiarizado con muchos de los mecanismos del aparato de persecución que aparecen en la película, y es cierto que me han servido de inspiración”, confiesa el director en una entrevista publicada en las notas de producción. En estas declaraciones, Polanski asegura que “todo eso sigue persiguiéndome. Todo y nada. Es como una bola de nieve que cada temporada se hace más grande. Historias absurdas de mujeres que no he visto en mi vida y que me acusan de cosas que supuestamente ocurrieron hace más de medio siglo”.

Jean Dujardin y Louis Garrel, en una escena de la película

Jean Dujardin y Louis Garrel, en una escena de la película

Muestras de antisemitismo

Así, El oficial y el espía, mucho más que un proceso de curación para el cineasta, es una película ‘obligatoria’ hoy. “Es una película necesaria, condicionada por la época en la que sucedieron los hechos –dice el actor Jean Dujardin-. Rodamos escenas dos días después de que el grafiti antisemita Juden! (judíos) apareciera en Bagelstein, una panadería de París propiedad de un judío. A lo largo de toda la producción, fuimos conscientes de lo que ocurría en el presente donde las muestras de antisemitismo han adquirido otro rostro. Es una película que debería proyectarse en las escuelas: muestra el significado del valor y la integridad”.

“Es posible que se produzca un caso parecido. Tenemos todos los ingredientes para que suceda: acusaciones falsas, procedimientos judiciales pésimos, jueces corruptos y, sobre todo, redes sociales que condenan sin un juicio justo o sin derecho de apelación”. De nuevo, es posible que Roman Polanski estuviera refiriéndose a él mismo y a nuevas y recientes acusaciones aparecidas contra él cuando pronunció estas palabras, sin embargo, son muchos otros los casos que vienen a la mente.

"La explosión será terrible"

El de Julian Assange, sin duda, es uno de los más próximos en el tiempo y de los más sangrantes. Calumniado sistemáticamente, maltratado en su encierro, diana de noticias falsas y de acusaciones inventadas, es uno de los nuevos Dreyfus de estos días. Émile Zola, seguramente, hoy habría firmado la declaración internacional de periodistas de todo el mundo en su defensa. Antes que él fueron los Cuatro de Guildford y los Siete de Maguire, los Cinco de Central Park… y tantos otros.

Y al final, queda la tristeza. La vida de las víctimas destrozada, la semilla del odio de nuevo plantada, el mundo amenazado por la corrupción, la mentira y la impunidad de los estados. Aunque, siempre al lado del notable Zola: “Cuanto más duramente se oprime la verdad, más fuerza toma, y la explosión será terrible”.

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