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Rubens en sesión continua

El Prado enseña los 90 cuadros que tiene en su poder del maestro flamenco, para reivindicar la figura del pintor favorito de Felipe IV, pero "olvidado" por los visitantes de hoy. Al menos 20 cuadros no se habían visto en la &

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El Museo del Prado ha montado una gran película con óleos de hace cuatro siglos. Noventa cuadros, uno detrás de otro, en sesión continua repartidos en dos salas. Noventa fotogramas montados como un gran negativo que corre sobre las paredes de las estancias, formando parte de una película maestra sobre mitología, religión, historia, retratos, paisajes. El director de esta trama única es el maestro Pedro Pablo Rubens (15771640), un pintor nacido para las grandes obras, más que para "las pequeñas curiosidades".

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"En mi caso no hay proyecto, por grande que sea, que supere mi coraje", escribió el atrevido autor de Las tres Gracias en 1621, que ya por entonces había demostrado a todo el mundo su habilidad técnica para aunar grandilocuencia y delicadeza, en creaciones sensibles a las composiciones rítmicas y al estudio psicológico de los personajes. Este recorrido de 360 grados a una de las carreras pictóricas más sorprendentes de la historia del arte ensalza, primero, el poderío del Prado, que posee la mayor y una de las mejores colecciones de pinturas de Rubens, y, segundo, la obsesión que sintió el rey Felipe IV (16051665) por este pintor, de quien quiso comprarlo y copiarlo todo para repartirlo por todos sus palacios.

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El recorrido que componen las 90 obras es un hilo cronológico

La exposición que inaugura hoy el Prado, abierta hasta el 23 de enero, es difícil de clasificar, según el director de la pinacoteca, Miguel Zugaza: "Es un gabinete, una retrospectiva, un almacén... No sé cómo llamarlo". Alejandro Vergara, comisario de la muestra y jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte, lo tiene más claro: "Queremos impresionar porque queremos llamar la atención sobre el pintor. Esta es una exposición para sacar pecho".

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La mirada libre de ataduras

Zugaza: "No queremos intervenir en la mirada del visitante"

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Todas las pinturas que cuelgan de este sorprendente montaje son propiedad del Museo del Prado, casi 20 de ellas hacía una década que no se veían y el recorrido que componen es únicamente el cronológico. "Es un Rubens sin fin, con un montaje que recuerda a los que se hacían de las obras del artista en vida. Era un reto para el museo porque no queríamos intervenir en la visión del visitante con un proyecto más dirigido", reconoce Zugaza. "Nos hemos retirado de la experiencia entre el cuadro y el espectador", para Vergara.

Así, la obra con la que se abre la muestra es el Retrato ecuestre del duque de Lerma, pintado por Rubens en 1603, cuando visita la corte de Felipe II en Valladolid como enviado del duque de Mantua. Y la exposición se cierra con Perseo liberando a Andrómeda, de 1639-41, obra que no puede finalizar debido a su muerte y que recoge su discípulo Jacob Jordaens. En el Alcázar de Madrid, donde fue colgada en uno de los salones de mayor boato, servía de metáfora política alusiva al dominio del rey sobre el mal. Entre medias, apenas tres intensas décadas que muestran la prolijidad de un autor del que se conservan casi 1.500 pinturas, sin contar los más de 2.000 dibujos que hizo.

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El comisario reconoce que el montaje "es para sacar pecho"

Un maestro ausente

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Sin embargo, una pregunta ronda la cabeza del director y sus ayudantes: "¿A qué se debe que los visitantes del Museo del Prado no tengan la conciencia de la importancia de la obra de Rubens?". La cuestión se la plantea Zugaza al hilo del documental dirigido por Miguel Ángel Trujillo sobre la figura del pintor flamenco. En uno de los momentos se pregunta a las personas que salen del museo qué les ha parecido Rubens y pocos le recuerdan o le ha llamado la atención.

"Falta por reivindicar a Rubens. El público es indiferente ante sus cuadros y la reacción habitual es que recuerden a Tiziano, Velázquez o Rembrandt a su salida", señala Alejandro Vergara. El comisario tiene respuesta a la cuestión: "Es un prejuicio propio de nuestra cultura, algo moderno siempre es mejor que algo antiguo".

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Gomá: "Rubens aplicó caras sin estereotipar a las figuras mitológicas"

De esta manera, en sesión continua, se rompe con la modernidad y se recupera un montaje tradicional, sorprendente porque no estamos acostumbrados a ver tantos cuadros a primera vista. Porque todo configura una gran escenografía perfecta para uno de los pintores con más gusto por el movimiento escénico. De hecho, Vergara le recordó ayer como un "coreógrafo". "Es un pintor muy musical en su manera de componer", dijo.

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El pintor del movimiento

Precisamente, gracias a esta disposición las dos salas de los Jerónimos se han convertido en dos grandes salones de baile donde las figuras de Rubens se mueven, saltan, giran, caminan, se retuercen, salen y entran, y nadie para. Es el teatro de las emociones, el triunfo del gesto en un ambiente envolvente e infinito. Uno de los momentos más espectaculares de estos 360 grados a Rubens es llegar al gran apostolario, por primera vez colocados uno tras otro, en uno de los repertorios expresivos más atrevidos de la historia del arte.

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Pero también es el pintor que busca su fuente de inspiración en la mitología. Como explica Javier Gomá, director de la Fundación Juan March y autor de Ejemplaridad pública y participante del documental de Trujillo, su vigencia se mantiene gracias a la verdad narrativa que aporta el mito, gracias a "la corporalidad subordinada al mito", porque son útiles y no caducan las verdades que tienen que ver con el enigma del hombre.

"Rubens es excepcional porque capta los rasgos de los comerciantes, de las carniceras, de las mujeres de los comerciantes, de los burgueses belgas, caras sin estereotipar y los aplica a las grandes figuras mitológicas. Con rasgos individuales llena situaciones míticas, reconocidas por la tradición", explica Gomá para señalar que el hecho es absolutamente singular. Es decir, Rubens no renunció al individualismo para acercarse a la gran mitología.

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En la primera sala, correspondiente a la primera época del pintor, se muestra el Rubens con "fe en las formas, muy rotundo y contundente", dice Vergara. Es el Rubens que ha aprendido de Miguel Ángel, de quien ha conocido trabajos en su primer viaje a Italia a los 23 años para conocer a los maestros del Renacimiento. Pero en la segunda sala ya aparece su retórica visual en pleno apogeo, apoyada en la metáfora y en lo poético. Su mundo de veladuras y vapores, la fiesta de la ternura.

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