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Sábato según Sábato

Volcó sus últimas reflexiones en España en 'Los diarios de mi vejez'

 

J. R.

A comienzos del nuevo siglo, Ernesto Sábato realizó una serie de viajes por España, que incluía visitas a Madrid, Sevilla, Santiago de Compostela o Alicante, y durante las cuales el escritor vertió sus reflexiones en una serie de apuntes la mayoría dictados a su compañera Elvira González Fraga. En 2004, la editorial Seix Barral los reunió y publicó bajo el título España en los diarios de mi vejez, 'parece ser un escrito a mitad de camino entre la ficción y el ensayo'. 'Creo haber expresado algo de lo que siente un hombre al inminente borde de la muerte', dejó escrito en el prólogo.

'La nostalgia es una añoranza, una memoria de los sentimientos inarrancable, que existe en toda vida [...] Yo nunca pude calmar mi nostalgia, domesticarla, diciéndome que aquella armonía fue un tiempo en la infancia; ojalá hubiera sido, pero no. Fui un chico hipersensible, ya lo dije, proclive a los temores, a la incertidumbre. De modo que la nostalgia es para mí una añoranza jamás cumplida, el lugar al que nunca he podido llegar'.

'Hubo gran literatura antes del boom. Digamos Borges, para poner un ejemplo notable e ilustre, era ya famoso cuando yo era un muchacho, en 1944 [...]. Hay muchos y grandes escritores que son anteriores a ese promocionado boom o son contemporáneos sin pertenecer al grupo, es el caso de Guimaráes Rosa en el Brasil, de Onetti en el Uruguay, de Carpentier en Cuba, de Rulfo en México. Y si se me permite, el caso mío, ya que El túnel apareció en 1948, y tuvo muchísimas traducciones'.

«Es posible que otro mundo surja entre los hombres, por utópico que parezca»

'Ayer por la tarde, después de volver a corregir una de las conferencias, caminamos unas cuadras y ya con frío entramos a un bar del viejo Madrid. No más pasar la puerta me ensordece el alegre griterío, el humo y las risas que rebalsan el local[...]. Lo primero que sorprende es ver en las mesas a familias enteras, algo impensable en Buenos Aires. Hay abuelos, hijos jóvenes, nietos, sin problemas generacionales ni historias. Todos hablan a la vez y a gritos. Los miro y más me doy cuenta de que están todos de fiesta, que la vida es para ellos una fiesta [...]. Y me río al pensarlo, tan distintos de mí, ¡tan distintos de mi educación severa! ¿Quién de nosotros se hubiera atrevido a hablar y reír sin reparos delante de nuestro padre?'.

'El Goya oscuro, el feroz, el desgarrador Goya me sigue deslumbrando. Y también El Bosco. Cuánta incomprensión habrán sufrido estos creadores geniales en su época. Uno, por advertir los monstruos terribles que ocultaba en su vientre la diosa razón, con sus toros y aquelarres. El otro, con sus seres híbridos y deformes, anunciando las desgracias de un mundo que se mueve compulsivamente tras la riqueza y los bajos placeres. Reyes a caballo junto a fieras mitad humanas, junto a minúsculas escenas de matanzas y sacrificios. Aquellos símbolos habrán sido considerados esquivos y desafiantes en su tiempo. Hoy se nos aparecen con toda lucidez, como trágico acabamiento de un modo de vivir y concebir la existencia'.

'La vida me ha ido quitando posibilidades que antes fueron mías, y parece como si a cambio me estuviera dejando el escribir como un último don. Cuando las pérdidas parecen cubrirme los ojos, escribir y pintar me renacen. Escribir como lo último que me va quedando. También los afectos. Siempre'.

'La filosofía mercantilista que desde hace mucho tiempo viene rigiendo la cultura ha convertido a las grandes casas editoras en expendedoras de best-sellers previsibles, prefabricados sobre un riguroso estudio de mercado. Para ello se cuenta con estrategias que van desde los más sutiles recursos publicitarios al arancelamiento de críticos especializados, encargados de convencer a los lectores de que el libro que ellos están deseando es aquel que hallarán en el sector de «Novedades», y que en rigor debería llamarse «Fugacidades», porque no suele ser otro el destino de esa clase de literatura. [...] Cada vez son menos quienes se arriesgan por la verdadera literatura[...]. Tengo un reconocimiento real por esas pequeñas editoriales, y una verdadera nostalgia por las modestas librerías que eran atendidas por hombres enamorados de su oficio'.

'Nuestra sociedad se ha visto hasta tal punto golpeada por la injusticia y el dolor; su espíritu ha sido corroído de tal manera por la impunidad que rodea los ámbitos del poder, que se vuelve casi imprescindible la transmisión de nuevos valores a las jóvenes generaciones. ¿Y cómo vamos a poder transmitir los grandes valores a nuestros hijos, si, en el grosero cambalache en que vivimos, ya no se distingue si alguien es reconocido por héroe o por criminal? Y no piensen que exagero. ¿Acaso no es un crimen que a millones de personas en la pobreza se les quite lo poco que les corresponde?'

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'La convicción de que otro mundo es posible es condición para poder acercarse a los límites del sufrimiento humano. Que es posible que otro mundo pueda surgir entre los hombres, por utópico que nos parezca. Sin esta fe en otro mundo posible, humano, más justo, más fraternal, no podremos resistir. Sin esta convicción nos entregaríamos a salvaciones individuales, algo aberrante y además inútil [...]. Para poder luchar, aunque no veamos el horizonte, tenemos que creer en él'.

'Estoy alejándome de la vida. De esta vida. La miro con emoción como si ya estuviera fuera de mí'.

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