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Savia nueva

La cartelera teatral se refresca con los dramaturgos nacidos en las décadas de los 60 y los 70

PAULA CORROTO

El comienzo de 2008 confirma los buenos augurios que para el teatro trajo el año 2007. Si se hecha un vistazo a la cartelera actual -principalmente a los teatros públicos y salas alternativas de Madrid y Barcelona-, se puede ver que está plagada de una savia nueva que tiene mucho de revolucionaria.

Por muchas razones. Una de ellas, porque traen aire fresco a los textos. Pero sobre todo, y la más importante: porque también están suponiendo un efecto llamada para los espectadores al teatro y lo está rejuveneciendo. Están quitándole el polvo a las bambalinas y al patio de butacas.

Nombres de la generación de los 60 como Juan Mayorga, Lluïsa Cunillé, Paco Zarzoso, Laila Ripoll, Angélica Liddell, o Salva Bolta son cada vez más habituales en los grandes teatros públicos como el Centro Dramático Nacional o el Lliure. Y ya despuntan los más jóvenes, los nacidos en los 70 como Pau Miró, Rodrigo García, Carlota Subirós, Ana Zamora, Jordi Casanova, Paco Bezerra, Marco Canale y Eva Hibernia. Estos últimos ya se están haciendo un hueco bastante importante en teatros y salas alternativas. Son dos generaciones que se miran entre sí y que incluso se admiran.

La renovación inevitable

Para la dramaturga Laila Ripoll, las causas están muy ligadas a la formación. 'Nosotros hemos tenido unos talleres muy buenos. Y también hemos crecido en el teatro como currantes. Hemos hecho de todo, desde el texto hasta poner el decorado', explica. Juan Mayorga (1965) corrobora esta teoría. 'Yo no he estudiado en la RESAD, pero reconozco haber tenido unos maestros impresionantes como José Sanchís Sinisterra y Marco Antonio de la Parra', afirma el reciente Premio Nacional de Teatro.

La lupa en el detalle

Los más jóvenes se fijan precisamente en el trabajo de Mayorga o Lluïsa Cunillé. De ahí que, como hace el dramaturgo madrileño, cada vez se buscan más textos que no aluden a los grandes temas, sino al detalle, al matiz. 'Es verdad que ahora ponemos la lupa en otros aspectos porque hay tal saturación de estímulos que la única manera que ver lo global es pararte en lo minucioso. Los grandes ideales han sido necesarios, pero decir hoy que la guerra es mala y la paz es buena es algo obvio', señala Pau Miró, que acaba de estrenar Singapur en la sala Beckett de Barcelona.

Esta característica enlaza con la necesidad de penetrar en un teatro comprometido, pero que no suene a panfletario, sino que rezume cierta belleza. 'Hace unos años, la política se había dado por liquidada. Ahora hay una revitalización, pero no cayendo en el partidismo.', afirma Mayorga.
Ahora bien, no todo es oro. 'Los centros públicos se abren, pero faltan más, y es triste que los dos polos del teatro público sigan siendo Madrid y Barcelona. En eso no hemos cambiado', resume Salva Bolta.

La Sala Beckett presenta este jueves Singapur, el último texto escrito y dirigido por Pau Miró (Barcelona, 1974). Esta obra, estructurada en tres secuencias, parte de la desesperación. Según relata el propio Miró, “las desesperaciones tienen mucho en común y pueden unir mucho a las personas”. La obra también es una carta de amor. “Es el recuerdo de esas personas a las que amamos, y que, aunque físicamente ya no estén, las seguimos teniendo dentro”. Ahí se advierte uno de los rasgos de su teatro: el intento de sacar lo bello de lo nauseabundo. “Es que la belleza existe, sólo que muchas veces preferimos no verla”, zanja.

Nacido en Madrid en 1965, el reciente Premio Nacional de Teatro Juan Mayorga se ha convertido ya en un referente para los dramaturgos de la generación de los 70. En los próximos meses estrenará La tortuga de Darwin, La paz perpetua y una versión del drama de Shakespeare, El rey Lear.

Hace tres años, Salva Bolta se subió, como ayudante de dirección, al carro del Centro Dramático Nacional y desde entonces no se ha bajado. Procedente del teatro valenciano, ahora estrena  Delirio a dúo, obra de Ionesco en la que ha dirigido a Gerardo Malla y Jeannine Mestre. Bolta (Valencia, 1965) es un apasionado del teatro del siglo XX, pero sobre todo, “de un teatro que recoja el pulso social, y que también valore el texto, la palabra”, señala.

Laila Ripoll (Madrid, 1964) terminó 2007 con la versión que hizo para la CNTC de Del rey abajo, ninguno de Rojas Zorrilla. Abre 2008 con El árbol de la esperanza, un texto de 1997 sobre Frida Kahlo, que se estrena en la Cuarta Pared (Madrid), “una sala que ya es como mi casa”, apunta.

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