Este artículo se publicó hace 15 años.
Cuando el sexo también se vuelve rutina
Daniel Vázquez Sallés, hijo de Vázquez Montalbán, publica la novela 'La fiesta ha terminado'
El escritor Daniel Vázquez Sallés (Barcelona, 1966) no habla, susurra. Como si intentara pasar desapercibido o, definitivamente, ser invisible, una actitud que choca en la egocéntrica esfera literaria. "Es que soy muy tímido, y para mí este oficio es muy solitario. Me gusta mantenerme al margen", afirma.
La excusa debe provenir de haber conocido de cerca los corrillos literarios. Porque ser hijo de Manuel Vázquez Montalbán marca, aunque también tenga sus ventajas: "Aprendí a desmitificar a los escritores. De hecho, a Juan Benet nunca le vi como un escritor sino como ese señor simpático que venía a comer a casa", reconoce.
Sin embargo, para ser un tímido que aborrece la mitomanía y se esconde en ropas oscuras, Vázquez Sallés acaba de publicar una novela, La fiesta ha terminado (RBA), bien explícita. Tanto en el terreno físico (el sexo es uno de los hilos conductores) como en el emocional (una pareja se rompe y se dedica a autodestruirse echando mano del egoísmo y la venganza). El escritor se explica: "Esta es la historia de una pareja en crisis, y aunque no quería escribir una novela erótica, las escenas sexuales eran necesarias para abundar en su sufrimiento". Porque, al final, hasta unas citas impetuosas en un hotel pueden convertirse en rutina.
Seres bipolaresEsta pareja de ficción, que se mueve en un círculo burgués lleno de escapaditas viajeras y restaurantes pijos, existe. Está en nuestra sociedad actual. Para el escritor era importante la recreación de "dos personas que trabajan y una casa que se convierte en el refugio de los dolores diarios". También era el núcleo perfecta para mostrar "que los seres humanos somos bastante bipolares", apostilla.
Con esta historia, Vázquez Sallés siente que ha encontrado su tono. Su primera novela, Flores negras para Michael Roddick (2003) fue "iniciática, y además, la hice con mucho miedo". En esta, por fin, se ha sentido cómodo. Sin pudor y sin necesidad de matar al padre.
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