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Una sofisticada Rihanna eclipsa a Shakira en el duelo de divas

La caribeña ofreció un poderoso espectáculo en su primer concierto español

JESÚS MIGUEL MARCOS

El duelo de divas del sábado en Rock in Rio se saldó con una ganadora sin discusión: Rihanna. En la otra esquina del cuadrilátero, una Shakira empequeñecida porque el sofisticado y huracanado espectáculo de la caribeña decepcionaba pese al favor de un público entregado.

Ni con las continuas imágenes en las pantallas gigantes de sus contoneos de culo y caderas logró levantar un concierto de mal sonido, voz justa y repertorio descompensado, en el que no consiguió empastar su rock latino con sus aproximaciones a géneros más discotequeros como el reggaeton o el dance. Mucho más cerca de la verbena de pueblo que de un espectáculo de una gran estrella internacional como es ella.

Hay que reconocer que Rihanna no se lo puso fácil. Salió al escenario con media hora de retraso (lo que le valió los gritos de 'fuera, fuera' por parte de una audiencia inconformista), pero a los dos minutos de actuación ya tenía boquiabiertos a algunos y bailando al resto.

Con pinta de matona, una mirada capaz de derretir un iceberg y una presencia escénica magnética, la caribeña de 22 años inició el concierto de forma arrolladora con una ristra de hits bailables que sonaban como cañones. En la tele puede que se percibieran más enlatados, pero sobre el cemento de la Ciudad del Rock, a diez metros del escenario, los bajos reverberaban contra tu esternón y las guitarras eran ametralladoras.

Flanqueada por una fenomenal troupe de bailarines, dos guitarristas metaleros y dos coristas que engordaban su voz, Rihanna no necesitaba moverse demasiado para llenar el escenario. Con sacar la lengua entre lasciva y juguetona al final de una canción ya provocaba más que todos los bailes epilépticos de la colombiana. Todo un ejemplo de rentabilidad: gestos mínimos, efectos máximos.

Canciones rompepistas como Rockstar o Don't stop de music sonaron musculosas y contagiosas (con homenaje a Michael Jackson incluido); y mantuvo un justo equilibrio entre temas bailables y las baladas R&B. El único pero que se le puede poner al concierto es que en el tramo final, donde llegó la inevitable Umbrella, le sobraron 15 minutos. ¿La Madonna del siglo XXI? Lady Gaga, tendrás que espabilar.

El pop-rock blandito y de radiofórmula de Shakira fue como una caricia de una madre ante el rodillo con aliento a peligro de Rihanna. Sonaron todos sus éxitos, uno tras otro, incluido Te dejo Madrid, en segunda posición, dedicado a la capital de España, donde Shakira dijo sentirse 'como en casa'.

85.000 personas cantaron a grito pelao con la cantante, que exprimió hasta la extenuación su famoso movimiento de caderas, imitado con éxito desigual por algunas atrevidas asistentes. La mayor parte del recital sonó bastante embarullado y cuando trató de imprimir músculo a sus canciones le salió algo pastoso y fofo.

Shakira tocó la guitarra y la armónica y saltó del rock a la balada dulzona que rozaba la opereta pop, pasando por las melodías árabes, la canción electrónica y el hip hop (acompañada del bestia de Residente, cantante de Calle 13). Un revoltijo de géneros que la estrella colombiana no logró integrar. El público, no obstante, vibró.

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