Este artículo se publicó hace 11 años.
Spielberg lleva su fascinación por Lincoln al cine
Daniel Day-Lewis es la cabeza visible de las 12 nominaciones a los Oscar de una película, Lincoln, que cuenta los cuatro últimos meses de vida del decimosexto presidente de EEUU
María José Arias
Pertinaz, elocuente y cercano. Así, a grandes rasgos, describe Steven Spielberg al decimosexto presidente de los Estados Unidos en su última película, Lincoln. Rodeada de un halo de alabanzas casi místicas y un aplauso generalizado al trabajo de Daniel Day-Lewis en el papel principal, Lincoln se estrena este viernes en España con los cercanos Oscar en el punto de mira.
Abraham Lincoln es uno de los personajes de la historia estadounidense que han generado mayor veneración. Miembro fundador del Partido Republicano, pasó a la Historia con mayúsculas por ser el presidente de los Estados Unidos (el decimosexto cronológicamente) que consiguió abolir la esclavitud. Hizo más cosas en sus cinco años en la presidencia, pero la aprobación de la Decimotercera Enmienda y el fin de la Guerra Civil -ambas cosas caminaron unidas- son los dos hechos por los que siempre será recordado.
Spielberg es uno de los muchos estadounidenses seducidos por la figura de un presidente del que propios y extraños tienen una imagen mental muy clara. No hace falta haber visitado el Lincoln Memorial para que cuando se le menciona acuda a la mente la visión de ese hombre enjuto, de barba puntiaguda y sombrero alargado sentado en un enorme sillón de piedra. La monumentalidad de la escultura cautivó a un Spielberg niño que hoy, décadas después, ha podido convertir esa fascinación por el hombre y el político en una película que huele a Oscar a distancia.
Tras casi una vida entera de investigación, lectura y veneración, Spielberg tropezó hace unos años con un libro que se ajustaba a lo que él tenía en mente a la hora de hacer una película sobre Lincoln. Era el bestseller de Doris Kearns Goodwin titulado Team of Rivals: The Political Genius of Abraham Lincoln, publicado en 2005. Con ese material de base y Tony Kushner (Munich) como guionista, Spielberg cuenta los últimos cuatro meses de la vida de Lincoln. Esos en los que luchó, cansado y envejecido, por la aprobación de la Decimotercera Enmienda y el fin de la guerra.
Daniel Day-Lewis, que en un principio rechazó por carta participar en la película, construye un Lincoln que se parece mucho a la imagen que ha llegado hasta nuestros días de él gracias a una caracterización impecable. Eso en lo físico. En lo psicológico, Spielberg y Day-Lewis presentan a un político con unas convicciones firmes, obstinado y que no duda en usar todo el poder a su alcance para llevar las negociaciones a su terreno. Un político que luchó por la igualdad de los hombres, que acabó con la esclavitud y al que le tocó gobernar en un periodo complicado para Estados Unidos.
Fue durante sus años en el poder cuando ese país dividido que gobernaba se labró su futuro. Una guerra civil desangraba estado tras estado mientras Lincoln luchaba por poner fin al fratricidio con la firma de una paz que uniese a los estados del norte y del sur bajo una misma bandera y aprobando una enmienda que convirtiese a los esclavos en hombres y mujeres libres. Lo consiguió, pero su lucha durante esos cuatro meses fue ardua tanto en lo político como en lo personal.
Spielberg presenta a un Lincoln locuaz en lo político pero torpe con su familia
Según el relato de Spielberg, mientras batallaba por unir al país, su familia se desmoronaba. Su mujer no era capaz de superar la muerte de uno de sus hijos y su inestabilidad emocional invadía en ocasiones la política del país. Lincoln peleaba en lo político por abolir la esclavitud y en lo personal por mantener a su hijo mayor, Robert (Joseph Gordon-Levitt), alejado a toda costa de la guerra. La capacidad que demostraba para el diálogo en lo político, su locuacidad y su personalidad que agradaba a casi todos se anulaban cuando se trataba de su hijo. Incapaz de comunicarse con él, ambos vivían en un tira y afloja continuo en el que la incomprensión mutua marcaba su relación.
Lincoln era capaz de descender al campo de batalla para animar a las tropas, de pronunciar un discurso que sería recordado por las generaciones venideras y de contar ‘batallitas' que hacían sonreír a sus oyentes. Pero no era capaz de comunicarse con su hijo y acercar posturas. Spielberg retrata esas dos versiones del mismo hombre, el político y el padre y esposo. Dos caras de una misma moneda que ahondan un poco más en el mito del hombre que hizo historia y que murió casi sin poder disfrutar de su triunfo. Un actor disparó contra él en el teatro Ford, al que había acudido con su mujer para ver una representación. Era la noche del 14 de abril de 1985. Horas más tarde fallecía. Ese día acabó su historia y empezó su leyenda. Esa que tantas veces ha sido llevada al cine.
Tres presidentes másBajo el sello de la productora de los hermanos Ridley y Tony Scott se está rodando el documental para la televisión de Killing Lincoln, centrado en el asesinato de Abraham Lincoln. Se trata de un trabajo para National Geographic en el que Billy Campbell se mete en la piel del presidente y Tom Hanks ejerce de narrador. El estreno está previsto para el primer trimestre de este año y Nacional Geographic ha lanzado ya el primer tráiler.
Hace algo más de un año (en las Navidades de 2011) llegó a España el último trabajo de Robert Redford como director. En La Conspiración, el protagonista de El golpe se centraba en el juicio Mary Surratt (Robin Wright), la única mujer acusada por el asesinato del presidente Lincoln. Un drama judicial que protagonizó James McAvoy en el papel del abogado defensor de la acusada. En La Conspiración se repasaban los preparativos previos al asesinato de Lincoln y la implicación de los acusados.
La película más rocambolesca con el decimosexto presidente como protagonista es sin duda la estrenada el pasado verano de la mano de Timur Bekmambetov, quien llevó al cine la novela Abraham Lincoln: Cazador de vampiros, de Seth Grahame-Smith (autor también de Orgullo y prejuicio y zombis). El texto reinventaba la biografía del presidente estadounidense. Aunque ficción, la historia respetaba algunos hechos de la vida de Lincoln (Benjamin Walker) como su matrimonio con Mary Todd, sus orígenes humildes, la muerte de su hijo, su ascenso hasta la presidencia... Eso sí, convertía a los esclavistas sureños en vampiros y la Guerra Civil no era solo entre los del Norte y los del Sur, sino entre humanos y vampiros.
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