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'The Get Down', la serie más cara y excesiva de Netflix

La música como hilo conductor

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Un fotograma de 'The Get Down'.

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Llegar hasta el estreno ha sido un auténtico calvario, un camino demasiado largo y caro que por fin parece llegar a su fin. Al menos, en parte, porque los continuos retrasos en la preproducción y la laboriosa postproducción han hecho que Netflix se salte su propia política de estrenar temporadas completas (lo ha hecho antes en contadas ocasiones) lanzando solo la mitad de los 13 episodios que componen The Get Down, la serie más cara de su historia y también la más ambiciosa, al menos, visualmente.

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Un primer episodio que sirve de puerta de entrada a The Get Down y que sella con su inconfundible estilo. Es decir, que gustará a los seguidores de este particular director australiano (Moulin Rouge, Romeo y Julieta y El gran Gatsby) y que espantará a quienes no toleren sus excesos visuales, sus excéntricos secundarios, su teatralización y su afición por no dejar la cámara quieta.

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A fallback.

The Get Down ha cobrado vida y ahora la pelota está en el tejado de los espectadores. Ellos serán quienes decidan si compran o no. Los seguidores de Luhrmann lo tienen fácil. Los que no lo sean, tendrán que hacer el esfuerzo, como bien señalan en The Hollywood Reporter, de superar los 90 minutos de un piloto que comienza con un concierto en los noventa para saltar rápidamente a un flashback que traslada la acción a la Nueva York de los años setenta.

La acción se ambienta en una época convulsa para la ciudad de los rascacielos. Una sociedad dividida racialmente, con grandes problemas de convivencia y tolerancia

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La acción se ambienta en una época convulsa para la ciudad de los rascacielos. Una sociedad dividida racialmente, con grandes problemas de convivencia y tolerancia (por desgracia temáticas de actualidad también ahora) vista a través de los ojos de un grupo de adolescentes. Los verdaderos protagonistas de esta serie son ellos. Una pandilla de amigos del Bronx, unos chavales que sueñan con salir de su miseria a través de la música. Y como hilo conductor, una historia de amor muy al estilo de Moulin Rouge pero también de Romeo y Julieta, porqué no.

La música como hilo conductor

Él es Ezekiel, apodado Books por su habilidad con las palabras. Un joven huérfano que vive con su tía y está enamorado hasta los huesos de su mejor amiga. Ella es Mylene, hija de un reverendo demasiado estrecho de miras para ver que la potente voz de su ‘niña’ se merece salir del coro de la Iglesia. Cada uno a su manera y con su talento, busca triunfar en distintos estilos musicales.

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Mafiosos, violencia, racismo, drogas, corrupción política y urbanística, sueños rotos, mucha música…

Una historia de amor adolescente ambientada en una época complicada en la que hay un poco de todo. Mafiosos, violencia, racismo, drogas, corrupción política y urbanística, sueños rotos, mucha música… Un collage de tramas y temáticas muy del estilo de Luhrmann, capaz de dibujar a un grafitero aspirante a DJ y esbirro de un clan mafioso como una especie de superhéroe con zapatillas rojas que protagoniza escenas como si estuviera en un western o en una película de Bruce Lee. A veces resulta excesivo, teatralizado. Así es el director australiano.

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