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La trilogía del refugiado

Marco Magoa estrena en Amán, Jordania, la primera parte de una obra dedicada a los que tienen que abandonar sus casas por la guerra

'El cielo y yo'. Marco Magoa

ALFONSO ÁLVAREZ-DARDET

MADRID.- "Lo primero es salir de Siria con vida, lo segundo atravesar Jordania para llegar a Egipto y conseguir subir a uno de esos terribles barcos para llegar a Europa y alcanzar algún país del norte. En este caso Dinamarca", este es el itinerario que muchos refugiados eligen para huir del horror de la guerra y que el dramaturgo y director Marco Magoa (Gijón, 1972) escenifica en su trilogía teatral cuyo primer acto se estrenó el pasado jueves en el Royal Cultural Center de Amán (Jordania). El cielo y yo es el punto de partida y trata de explicar lo que sienten aquellos que se ven forzados a abandonar su país y convertir su hogar en un recuerdo, "la gravedad de saber que quizás no vuelvas en, como mínimo, una década", explica.

Magoa decidió hace 10 años, tras un viaje a Marruecos, comenzar a estudiar árabe en la Escuela Oficial de Idiomas en Madrid. Cada verano elegía un país distinto donde pasar algunos meses y practicar lo aprendido. "He vivido y estudiado en ciudades de Marruecos, en Damasco, Siria, y también en El Cairo". En esta última comenzó a tener sus primeros encargos de teatro y a escribir sus primeras obras. "Todavía estaba Mubarak cuando llegué. De hecho, la revolución nos pilló en plenos ensayos de una función que iba a estrenar en el Teatro Nacional. Finalmente se pospuso unos meses, tras la caída del presidente".

El director asturiano llevaba desde hace un año dándole vueltas a la idea de la trilogía. La Embajada de España en Amán junto con la Agencia de Cooperación Española le propusieron impartir en árabe dos talleres de teatro, uno para niños huérfanos sirios, palestinos y jordanos y otro para jóvenes artistas árabes. Es entonces cuando se decidió a empezar a escribir la historia. En esta primera parte, el elenco lo forman actores jordanos, algunos son jóvenes universitarios vinculados a grupos de teatro. También actúan tres niños iraquíes del taller que impartió. Los críos tuvieron que abandonar su pueblo en Iraq casi de un día para otro al llegar el ISIS. “Casi todos eran cristianos y sus vidas corrían un peligro real. Son niños especiales, valoran la estabilidad de ahora, la vida tiene otro significado cuando sabes que has podido perderla”, explica Magoa.

La segunda parte de la trilogía, Nada, se estrenará sobre el 27 de octubre en El Cairo y contará con actores egipcios. Para esta segunda parte está por confirmar el apoyo de la Embajada de España. Y el 20 de Enero del 2016 se representa en Copenhague, Dinamarca, Mare Nostrum. Finis somnia vestra (Mare Nostrum. El fin de vuestros sueños), la última parte. La obra será un monólogo en inglés y algunas pequeñas partes en árabe, que el propio Magoa interpretará con la participación en escena de 15 ciudadanos árabes que han conseguido superar el peligroso viaje y que ahora viven en el país nórdico.

"Quizás en un futuro puedan imaginar el regreso, pero ahora conocen demasiado bien su realidad, no pueden engañarse a sí mismos, sería añadir más dolor a su situación", explica Magoa 

Según la experiencia de Magoa, Jordania es un país de paso para los refugiados. "Saben que no volverán a su tierra. Eso es algo recurrente en los tres textos que he escrito para las tres funciones. Sus sueños no son los nuestros. Tienen que reinventarse, construir otros distintos... lo anterior no existe. Hoy me decía una señora siria en una tienda que no se pueden fabricar fantasías sobre la violencia y la guerra. Quizás en un futuro puedan imaginar el regreso, pero ahora conocen demasiado bien su realidad, no pueden engañarse a sí mismos, sería añadir más dolor a su situación”, explica.

En la obra, los personajes no lo saben pero todos están muertos. Son solo un recuerdo de si mismos, la esperanza hundida en el fondo del mar. Los cuerpos flotan perdidos hasta que algún pescador los recupere. La escenografía por tanto es ese fondo azul. La luz y las nueve columnas de plástico que, a modo de cordones umbilicales o rayos que llegan de la superficie, les unen a otros compañeros que siguen idealizando y luchando en otros barcos o lanchas por llegar a la costa Europea.

El cielo y yo.Magoa

"El diseño de iluminación lo ha hecho mi buen amigo y compañero en todos mis montajes teatrales Roberto Cerdá. Nos comunicamos y entendemos perfectamente a la hora de crear atmósferas para la función. Él ayuda con su talento a que mis ideas puedan convertirse en luz. Los personajes recuerdan y hablan de su tierra con nostalgia al mirar atrás cuando ellos creen que acaban de cruzar de Siria a Jordania, pero en realidad eso ya ocurrió hace tiempo... es solo parte de la memoria perdida en el mar", relata Magoa.

El director explica que se ha centrado en los seis meses que pasó en Damasco para el texto de la primera parte. "Por ejemplo, en la señora siria que me alquiló una habitación en su casa en el casco histórico, cerca de la gran mezquita Omeya. Fui muy feliz allí. Los sirios son gente maravillosa, serios y divertidos. Me he inspirado en preguntas que a veces me hago a mí mismo, ¿Donde estará esa señora? ¿Y esos niños que se reían conmigo por las mañanas? ¿Qué será del panadero? ¿Aquel joyero que trabajaba el oro y me hizo por encargo un colgante...? Sobre estas cuestiones y estos personajes reales he construido los de la función. Se hace referencia a ellos".

“Es duro tener miedo en algunas circunstancias. No me iría al desierto de excursión en algunas zonas del mundo árabe"

Magoa vive, aunque de paso, en Jordania, un país que no siente por el momento el peso de las guerras y ni el yugo terrorista del Estado Islámico. Aún así es consciente de que hay cosas que no puede hacer, como aventurarse solo por ciertos pueblos o parajes. “Es duro tener miedo en algunas circunstancias. No me iría al desierto de excursión en algunas zonas del mundo árabe. Te juegas un secuestro o el desastroso error de Egipto que hace una semana bombardeó a un grupo de coches llenos de turistas mexicanos”.

Pese a ello, su experiencia en los países árabes que ha vivido la resume así: "Ha sido y es maravillosa, jamás he sentido peligro, jamás me han robado, atracado, ni he dudado de mis seguridad, al contrario, todo han sido ayudas. Mis últimos años en El Cairo han sido de gran aprendizaje vital y profesional. Me han ayudado siempre. Han sido generosos y cariñosos conmigo y puedo generalizar". Por eso, esta trilogía la dedica a los árabes inocentes, "a ese pueblo honrado y amable que ha perdido sus vidas y sueños en el mar. En el Mare Nostrum, que es nuestro, de todos. Es mi regalo, mi homenaje a ellos, se lo debo”.

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