Este artículo se publicó hace 13 años.
El Trópico pierde tópicos
La Juan March monta la primera retrospectiva sobre la abstracción geométrica latinoamericana, con 300 obras y 70 artistas.
Hace casi 80 años, un barco llevó desde Cádiz a Montevideo durante 16 días a un artista frustrado. Era el viaje que congelaría en poco más de una década las ciudades más próximas a la franja del Atlántico, aquellas más permeables al intercambio con la capital de la cultura, París. A bordo marchaba Joaquín Torres-García, que regresaba a su ciudad natal, tras casi diez años de periplo europeo, desconsolado por su experiencia madrileña, donde nadie le había dado una oportunidad, tal y como escribe a su compañero Benjamín Palencia, días antes de embarcar con el resto de su familia.
Así llegaba, henchido de orgullo, listo para encender el motor de la revolución plástica que devoraría a la tradición naturalista latinoamericana. A los pocos meses, funda la Asociación de Arte Constructivo y la edición de su revista Círculo y cuadrado, en cuyo primer número cuenta el motivo que le había llevado a entregarse al orden geométrico sobre el lienzo: según el pintor, a finales de 1930 visita una exposición de Dalí en una galería francesa y lo que ve le desagrada tanto, comenta a Theo van Doesburg, que siente la necesidad de hacer algo opuesto.
América fría' se inaugura el viernes en la Fundación Juan March
Ha dejado de creer en el arte imitativo naturalista. No deja pasar más tiempo y en el tercer número de la revista se confiesa en la portada: "El gran paso dado modernamente por el arte plástico, consiste en esto: en que la forma, aún pudiendo tener su origen en la realidad, ya no quiere ser representativa, sino forma en sí y color, con toda independencia".
A simple vista asistimos a la irrupción de la gélida geometría, la tiranía de una pintura que empieza y acaba en ella misma. Pero no puede olvidar de dónde es y, a renglón seguido, aclara en su pequeño manifiesto que la forma puede tener "honda expresión humana". El propio Torres-García llamaba a la universalidad de sus obras sin olvidar cuáles eran sus orígenes culturales. Así que la frialdad geométrica alberga algo de calor. Como esas dos obras suyas que reciben en la primera sala de la Fundación Juan March, de Madrid, que el próximo viernes inaugurará la exposición América Fría. La abstracción geométrica en Latinoamérica (1934-1973), clave para la recuperación de un imaginario ignorado en este país.
Tanto el director de exposiciones de la Juan March, Manuel Fontán, como el comisario invitado, Osbel Suárez, se adelantan a subrayar en la visita al montaje para este periódico, que se trata de una exposición única por varias razones. En primer lugar, por ser la primera panorámica en tratar esas corrientes. Y dos, el trabajo completo y riguroso al que se ha llegado gracias a la colaboración de colecciones privadas que nunca habían prestado obra de estos pintores: la colección José María Lafuente, la de Ella Fontanals-Cisneros y Patricia Phelps de Cisneros. Además, a los dos Torres-García a los que nos referimos, son uno del Pompidou y otro del MOMA (en la imagen principal de este artículo), que tal y como dice el comisario, "no es nada fácil que presten estas obras". Ha prestado también el Museo Reina Sofía cerca de 20 piezas de primer nivel.
Su título quiere alejarse del color local y acercarse a las utopías modernas
El mercadoPrecisamente, era el director de esta institución, Manuel Borja-Villel, el que reconocía a Público que ya tiene en marcha la recuperación de esta etapa tan desconocida como importante, con una exposición que se pondrá en marcha en la próxima temporada a más tardar, así como la siguiente revisión de la colección del Reina Sofía, en la que incluirá una notable presencia del arte latinoamericano, uno de sus caballos de batalla desde que llegó a la dirección del centro.
La recuperación del arte latinoamericano también le interesa al mercado, que desde hace décadas ha encontrado a sus coleccionistas europeos en las galerías de Londres y París, antes que en las de Madrid o Barcelona. Por eso, en el nuevo ARCO que ha diseñado Carlos Urroz para la edición número 30 de la feria de arte contemporáneo, que arranca el próximo miércoles 16, se incluye un nuevo apartado para reforzar este aspecto tan descuidado en los últimos años: Solo Projects: Focus Latinoamerica, que contará con un programa de artistas y galeristas elaborado por tres comisarias de América Latina. Además, esta América fría de Juan March formará parte de los recorridos recomendados por la feria.
Es una muestra clave para recuperar un imaginario ignorado en España
Extremos y estereotiposTodas y cada una de estas visiones tratarán de menguar el poder del estereotipo que ha impedido ver más allá de lo irreal del continente sin descubrir. Como asegura Osbel Suárez, el título de América Fría desmonta la identificación con la temperatura extrema de la espontaneidad y lo nativo, el trópico y el Caribe. Las casi 300 obras seleccionadas de los 70 artistas señalan una América "cuya temperatura fue la de la objetividad, constructiva, esencial y geométrica". Una América más cercana a las utopías modernas que al color local. Una América propia y exclusiva de las ciudades.
En ellas estaban tratando de romper con la pintura del mundo natural, del cuadro como ventana de la realidad, los bonaerenses del grupo Madí, el perceptismo y el invencionismo. Y sobre todos ellos la figura de Tomás Maldonado, que aceptó al pie de la letra los dogmas del diseñador suizo Max Bill. Maldonado inició la madurez del arte concreto, es decir, un arte cuyos elementos no se presentan como el resultado de una abstracción de un modelo. "El arte concreto fue la forma más extrema del arte no figurativo, alejándose de artistas como Mondrian, Malevich o Kandinsky", asegura el crítico Gabriel Pérez-Barreiro en el catálogo. Porque para estos, la abstracción era una representación metafórica o incluso alegórica. El Manifiesto Concreto de 1930 ya deja claro que la pintura ha de construirse a partir de planos y colores. Nada más.
El Pompidou y el MOMA han prestado dos piezas para la exposición
Sin embargo, para los artistas argentinos de los años cuarenta, su lenguaje objetivo era algo ligado a su visión política. Simpatizantes de la extrema izquierda, declararon su intención de despojar al arte de todo vestigio de ilusionismo, para convertirlo en un instrumento eficaz en la lucha de clases. El arte dejaba de ser el instrumento al servicio de la clase dominante. Curiosamente, el arte concreto europeo, como el de Bill, exploró las formas menos políticas e ideológicas y más sensuales. El mundo al revés.
Sin coordenadas válidasEn la exposición, ni más temprano o europeo equivale a origen, ni posterior o latinoamericano a copia. Ni América Latina está demasiado atrasada como para participar plenamente de las corrientes artísticas que van más allá del folclore o el realismo mágico, como prueban en Venezuela Alejandro Otero, Jesús Rafael Soto y Carlos Cruz-Diez, quienes se decantan por lo abstracto, una vez en París. En Cuba, menos conocida si cabe que el resto de las corrientes, se desarrolla en torno a Sandu Darie y a las mujeres Loló Soldevilla y a la nonagenaria Carmen Herrera.
El frío se extendió, sin perder nunca el sentido del humor en la eliminación del fondo y del marco, durante cuarenta años, hasta 1973. Desde finales de los setenta empiezan a asomar la cabeza otras prácticas como la revelación del subconsciente contra el análisis frío, "el simbolismo y la magia contra la realidad, la metafísica contra la experiencia", como escribió el argentino Kosice. "Después de esta exposición nadie podrá negar el acento propio de estos artistas", remata el comisario ante una obra de Maldonado.
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