Este artículo se publicó hace 13 años.
Venecia expurga sus bibliotecas y escuelas
Un consejero de cultura pide descatalogar a varios autores por apoyar a Cesare Battisti
Se llama Raffaele Speranzon y es el asesor de Cultura de Venecia. El día después de la celebración de la Shoa, la jornada de la Memoria en honor a las víctimas del holocausto, conviene retener su nombre. Es miembro del Pueblo de la Libertad, el partido del primer ministro Silvio Berlusconi, y ha enviado a las bibliotecas de la ciudad una lista de una docena de autores solicitando la retirada de sus obras por haber firmado en 2004 un manifiesto en favor del terrorista Cesare Battisti.
La cruzada de Speranzon no se acaba en los centros de lectura. Su próximo paso será el de enviar una carta a todos los colegios y ayuntamientos de la región del Veneto exigiendo el veto a Giorgio Agamben o Antonio Tabucchi, entre otros.
"Llamo a la vigilancia y a la reacción inmediata donde nazca la primera semilla del odio, que es la intolerancia", decía ayer el presidente de la República, Giorgio Napolitano, en su discurso, censurando los años negros del fascismo y del nazismo. Años en los que el odio también llevaba a quemar libros. En los que "el nacionalismo y el populismo", recordó Napolitano, provocaron la persecución del que pensaba distinto.
Cesare Battisti, condenado por pertenencia a grupo armado, se escapó de una cárcel italiana en 1981, tras pasar dos años preso. Desde principios de los años noventa vivía en París, pero después de que el gobierno galo se mostrara favorable a su extradición, volvió a huir: esta vez, a Brasil. Está preso en una cárcel brasileña tras su detención en 2007.
El pasado diciembre, Italia volvió a solicitar su extradición, pero la diplomacia berlusconiana, más centrada en los problemas judiciales del primer ministro, fracasó. Obtuvo el no del presidente Lula porque en el traslado podía correr peligro la vida de Battisti. Y la última bala de Roma estaba en Dilma Roussef, la sucesora de Lula en enero, que volvió a denegar la extradición.
Para remediar el ridículo, el Gobierno de Berlusconi llamó a consultas a su embajador en Brasil. Además, el ministro de Defensa, Ignazio La Russa, amenazó con la ruptura de relaciones y un boicot a sus productos. No sirvió de nada.
Pero cuando Il Cavaliere pierde, sus allegados tienen tienden a la amenaza y el improperio. Y ahí aparece Speranzon, que con la excusa de los autores mataba dos pájaros de un tiro. Por una parte trata de acallar las críticas al Ejecutivo en el caso y, por otra, limpia las estanterías de su ciudad de autores incómodos.
Entre ellos, el autor de Gomorra, Roberto Saviano, o el viñetista y escritor Vauro, al que la Rai se negó a contratar por sus críticas a Berlusconi. La asociación de bibliotecarios de Venecia ha rechazado públicamente la medida. Es el aviso y la reacción que reclama Napolitano. Pero Speranzon sigue poniendo condiciones a los autores si no quieren ser perseguidos: retirar su apoyo a Battisti.
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