Este artículo se publicó hace 13 años.

En verso

La búsqueda de DiosMañana es el día de los rostros. Se alzarán
como polvo
y se echarán a reír.
Mañana es el día de los rostros que cayeron
en el patatal. No puedo
negar que soy culpable
de la muerte de esos brotes.
¡Soy culpable!
Mañana es el día de los rostros que llevan
mi tormento sobre la frente,
que poseen mi trabajo diario.
Mañana es el día de los rostros que bailan
como carne en el muro del cementerio
mostrándome el infierno.
¿Por qué he de ver el infierno? ¿No hay otro camino
hacia Dios? Una voz: ¡No hay otro camino! Y ese camino
conduce a través del día de los rostros,
conduce a través del infierno. 
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El fracaso
¿Qué haré cuando ningún granero mendigue ya mi existencia,
cuando arda el heno en aldeas mojadas
sin coronar mi vida?
¿Qué haré
cuando el bosque sólo crezca en mi imaginación
cuando los arroyos no sean más que venas vacías,
lavadas?
¿Qué haré
cuando no lleguen ya mensajes de la hierba?
¿Qué haré
cuando me hayan olvidado todos, todos? 
Contra Austria
Pero ¿qué encontré en mi capital?
La muerte con sus fauces de ceniza, aniquiladora, sed
y hambre
que repugnaba a mi propia hambre, porque era
un hambre de carne y pan, de rostros y lavabos,
un hambre que balbucea la vergüenza de esa ciudad,
un hambre de miseria,
que relucía de ventana en ventana, produciendo
primavera y fama podrida
bajo las escaleras del cielo.
Yo estaba cautivo y cansado de podredumbre,
lejos de los bosques y lejos de la búsqueda de muerte
de años desintegrados.
Las piedras grises y desmoronadas de esa estructura se
lamentaban salvajemente,
pero yo mismo era risa, risa del infierno,
que me hacía olvidar la trampa humana en que había
caído,
una hora negruzca del mundo
en el viento de noviembre de mi existencia... El padre ausenteSin verte, oigo
lo que dices, siempre estoy
en tus casas,
en la oscuridad de tu casa
reconozco en mi padre
al inventor de mi muerte,
al causante de mis penas,
al inductor,
al padre de mis crímenes... 
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La muerte
Grazna el cuervo
Me ha capturado.
He de recorrer el país sin pausa
en su graznido.
Grazna el cuervo.
Me ha capturado.
Ayer, posado en el campo, se helaba
y mi corazón se helaba con él.
Mi corazón se vuelve cada vez más negro
porque está cubierto
por las alas negras 

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