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Los viejos están de moda (en el cine)

Los viejos están de moda, al menos en la cartelera, en la que coexisten tres filmes notables en los que son protagonistas

LUIS MARÍAS LÓPEZ

La palabra viejo no tiene buena prensa, incluso suena a políticamente incorrecta pero, se les llame como se les llame, los viejos están de moda, al menos en la cartelera, en la que coexisten tres filmes notables en los que son protagonistas: la italiana Vacaciones de Ferragosto, la turca La caja de Pandora y la japonesa Still walking.

Como esta columna no da para mucho, me concentraré en las dos últimas, que compitieron en San Sebastián. Still walking se fue de vacío (una injusticia flagrante) y eso hizo que parte de la crítica abucheara la concesión de dos Conchas a La caja de Pandora: la de oro a la mejor película y la de plata a la mejor actriz, concedida a la nonagenaria francesa Tsilla Chelton.

Son filmes espléndidos y complementarios. Recomiendo una sesión doble. Ayudan a entender lo que nos espera a todos (si la parca no nos caza antes) y lo difícil de conciliar una vida independiente con el deber de atender a nuestros mayores.

En Still walking, Hirokazu Kore-eda se adentra en las contradicciones de la más básica célula social, la familia. El origen del proyecto fue el pesar, tras la muerte de su padre y de su madre, por no haberles prestado más atención. En lugar de abandonarse a un remordimiento estéril, purgó su culpa desde detrás de la cámara.

Es una película sencilla hasta la desnudez, minuciosa en los detalles y que se centra en la cita anual de una familia desestructurada por el recuerdo de la muerte delhijo/hermano en un accidente ocurrido 15 años atrás, cuando trataba de salvar a unniño de morir ahogado.

Al igual que el francés Desplechin en Cuento de Navidad, donde se convierte en arma afilada la ironía de la matriarca a la que da vida Catherine Deneuve, Kore-eda no es complaciente. El padre reprocha en silencio a su hijo que sobreviviera a su hermano. Y la madre invita cada año al culpable de que su hijo muriese. Quiere que comprenda que su vida vulgar y anodina no vale tanto como la que se perdió por salvarla.

No son la típica pareja de ancianitos entrañables. Tampoco Yesin Ustaouglu cae en la trampa del buenismo en La caja de Pandora, surgida también de una experiencia personal y con temática similar a Stillwalking: tres hermanos entre los que no brilla la armonía tienen que ocuparse de su madre, que sufre alzheimer y a la que sólo entiende su nieto, el típico chico problemático e inadaptado.

A la postre, la anciana, pese a sus manías y malos humores (fruto de su carácter, de su enfermedad o de ambos), se revela como un ser entrañable, cuyo caminar hacia la montaña que simboliza la muerte deja atrás la sensación de que se pierde algo muy valioso e irremplazable.

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