Este artículo se publicó hace 12 años.
"Vivía su opción como un proceso revolucionario"
Nieva, Portabella y Santos hablan de su amigo Tàpies
No quería una capilla ardiente ni tampoco un funeral público, para su despedida Antoni Tàpies deseaba que los que tuvieran ganas pudieran entrar en su fundación para contemplar su obra. Y su deseo se ha respetado. "No podía ser de otra manera, aquí trabajamos para fomentar el diálogo entre culturas y disciplinas. Además, la obra de Tàpies no pide una mirada neutra, lo que busca es un diálogo con el espectador", afirmaba la directora de la Fundación Tàpies, Laurence Rassel, ayer por la mañana. Una muestra con algunas de las piezas más representativas de Tàpies ofrecen conversación con todo el que se les aproxime. Y son muchos los que han aprovechado la oportunidad de acercarse a esas telas preñadas de un lenguaje particular .
Uno de los que conoce bien el código tapiano es el dramaturgo Paco Nieva (Valdepeñas, 1924), quien en París presentó al artista catalán al marchante Michel Tapié, responsable de promocionarlo a nivel internacional. "Su mensaje es impensado dentro de nuestra cultura occidental. En aquel tiempo era corriente el interés por Oriente, los hippies se lanzaban de cabeza a India y nosotros mentalmente también éramos un poco hippies y nos interesamos por toda esa filosofía", contó ayer a Público por teléfono.
"Para él no era un problema que no le comprendieran", asegura Portabella
Para Nieva, lo que hace grande la obra de Tàpies es que "propone un modo nuevo de mirar la superficie pictórica. Detrás de la materia de sus telas hay un pensamiento un poco críptico y teñido de la filosofía zen. Su propuesta era arriesgada y personal; él perseguía el misterio y pretendía suscitar un estado de ánimo en el espectador. Mirar sus cuadros es como estar en una catacumba llena de signos inquietantes".
La muerte de Tàpies ha provocado copiosas reacciones, pequeños homenajes de galerías y centros que conservan obra de un hombre que trabajó sin tregua durante 70 años. Se ganó la fama de ser un hombre hermético que vivía encerrado en casa, pero cultivó sólidas amistades que le acompañaron hasta el final. De niño, Antoni Tàpies vivía en la parte alta de la calle Balmes y entre los vecinos de su generación encontró a Pere Portabella.
Todo es arte"En el ámbito político se mantuvo en una línea recta", afirma Carles Santos
El cineasta, que en los sesenta mantuvo una intensa actividad política para rechazar a Franco, estaba muy ligado al pintor. "Bebimos de las primeras vanguardias del siglo XX para romper esquemas. Para nosotros todo podía ser considerado arte, y eso era una revolución muy fuerte, una actitud muy radical por aquel entonces. El lenguaje sirve para pensar y de ese pensamiento surge el relato. Y Tàpies materializa lo que piensa sin separar la forma del contenido", observó Portabella.
A menudo la obra de Tàpies ha sido tachada de críptica o ininteligible, lo que el impulsor de Los golfos o Viridiana comenta con humor: "Hay gente que quiere entender sus cuadros como si leyera un prospecto farmacéutico, y no se trata de eso. Aunque para él no era un problema que no le comprendieran, su opción la vivía como un proceso revolucionario".
El legado de este artista ha influido en muchos que se han empecinado en copiarle, pero también en otros que han aprovechado la experiencia de haberle conocido para encontrar su propio camino, como el pianista Carles Santos que llegó a Tàpies a través de Joan Brosa hace 40 años.
"Yo era muy joven, sabía pocas cosas, pero tenía ganas de saber muchas. Tuve la suerte de conocerlos y descubrir cantidad de posibilidades artísticas. En las cenas que organizaba había cena, audición, proyección de películas y debate. Era una persona muy intensa, curiosa y consecuente. En el ámbito político se mantuvo en una línea recta, algo difícil en los tiempos que corren", comentó Santos.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.