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¿Ya está todo inventado en el mundo de la música?

'Público' consulta a músicos, productores, críticos musicales, científicos y expertos en propiedad intelectual para determinar la orginalidad de la música actual

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Tres tipos se suben al escenario. Son Axis of Awesome, un grupo australiano dedicado a la comedia musical y se disponen a tocar un popurrí de 38 canciones. Todas ellas tienen algo en común. Todas, en su momento, fueron éxitos mundiales. Sin embargo, Jordan, Lee y Benny, los cómicos, se disponen a demostrar que la popularidad no es el único nexo de unión entre el With Or Without You de U2, el Woman No Cry de Bob Marley, el Let It Be de los Beatles o el Poker Face de Lady Gaga, entre otros: para tocar las canciones emplean tan sólo cuatro acordes. Los mismos arpegios y en el mismo orden (VER VÍDEO).

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Pese a tratarse de un gag simplista de la realidad, es entonces cuando la canción de ‘los cuatro acordes', vídeo viral con más de 24 millones de visitas en Youtube, golpea la fe en tus creencias musicales y te plantea una seria duda ¿Acaso todas las canciones son de alguna manera la misma canción? ¿Existen todavía terrenos por explorar o las nuevas composiciones no dejan de ser refritos de temas que ya existieron algún día en el pasado? ¿Ya está todo inventado en el mundo de la música?

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"Rotundamente no", asegura Josep Lluís Arcos, del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial e integrante del equipo del CSIC que concluyó en un informe reciente que la música es cada vez más previsible. "Esto no implica que esté todo inventado. Lo que quizás indica es que al querer llegar a una población más amplia (más mercado) y de forma más rápida, se tiende a utilizar recursos musicales más estándares. Se tiende a arriesgar menos y a explotar más lo conocido", aclara. Si la música fuera un texto, indican, eso significaría que cada vez estamos empleando menos palabras.

Otra cosa muy diferente es cuando esa influencia se transforma en una voluntad de copiar algo que ya ha existido anteriormente. Lo que se conoce popularmente como plagio. Culpables o no, numerosos son los grupos que se han visto envueltos en este particular vía crucis. Los últimos han sido los británicos Muse, que han sido acusados de apropiarse de la obra del compositor Charles Bolfrass, que pide a la banda 2,7 millones de euros. No se escapa casi nadie de los grandes. El guitarrista Joe Satriani demandó a Coldplay por un presunto plagio de su tema If I Could fly, al considerar que el multiventas Viva la vida contenía extractos de su obra. El juez desestimó la acusación debido al acuerdo que alcanzaron las partes fuera de los tribunales. El guitarrista recibió un gratificante cheque a cambio de no tener que hablar más de este desagradable asunto.

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Los artistas se muestran divididos en este tipo de casos. Están los escépticos y los que confían en los caprichos del azar a la hora de explicar extrañas coincidencias. "Todo el mundo lo hace en algún momento, otra cosa es que te pillen, si no que le pregunten al difunto George Harrison...", comenta Albaro Arizaleta, de El Columpio Asesino, una de las bandas independientes con mayor proyección del panorama musical. "No creo que tenga la intención de plagiar", replica Pancho Varona, al ser preguntado por la cuestión. "Estos grupos tan poderosos pueden saber que se parece a algo anterior y aún así tiran para adelante porque tienen tanta pasta que les da igual, pero no creo que haya ánimo de copiar".

Lo cierto es que no existen parámetros matemáticos para diferenciar lo que es plagio de lo que no. "Lo que no hacen los tribunales es definir criterios específicos", explica Iban Díez, abogado senior especialista en propiedad intelectual. Hay un componente subjetivo, explica, dado que todo el peso recae sobre los informes periciales que encargan las partes o el juez a expertos, profesores de universidades, de conservatorio o músicos de prestigio. No existe una frontera de notas o parámetros fijos que separen el plagio de la falsa acusación, respalda Federico Latorre, de Api, asesores en propiedad intelectual y experto en la materia.

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Existe no obstante una sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona que, según Díez, podría establecer una especie de norma en este sentido, la conocida como regla del oyente medio, que se produciría cuando una persona sin necesariamente conocimientos musicales no es capaz de distinguir entre una canción de otra debido a sus similitudes. De momento no deja de ser una sentencia aislada que quizás en un futuro pueda sentar precedente si otros jueces deciden actuar por esa misma línea. En caso de duda al respecto, no habría delito, aclara. No obstante, apunta Latorre, "me cuesta mucho pensar que alguien se meta en un proceso judicial si no cree que tiene razón". En tiempos de crisis, los grupos pueden verse tentados de adueñarse de material ajeno con tal de no tener que pagar los derechos, continúa.

"Valoro mucho a los grupos que son capaces de cagarse en todo lo que ya se ha hecho anteriormente. Prefiero una locura, la gente que se expone a hacer el ridículo, a las canciones que suenan todas iguales, comenta Varona. "Sentarse una tarde a hacer cinco canciones malas es muy fácil. Yo conozco los acordes y es lo fácil. Lo difícil es estar cinco meses para sacar algo nuevo, algo bonito, algo valiente", continúa. La conclusión, apunta Iban Díez, puede ser que con el paso del tiempo, precisamente por el ritmo al que estamos viviendo, cada vez hay menos originalidad en el mundo creativo, pero en cualquier caso eso "no puede confundirse con el hecho de que haya un montón de ideas, de elementos comunes, del que prácticamente todos tiramos cuando creamos algo. La creación de la nada es imposible. Nunca lo ha sido y tampoco lo es ahora", culmina.

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