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After, after hours

Más de 20.000 escoceses tomaron las calles de Barcelona y la inundaron del color azul del Rangers y miles de botellas de alcohol.

NOELIA ROMÁN

Son las 14.30, el sol luce espléndido y en los alrededores de la plaza Catalunya se oye un creciente runrun; el sonido de un avispero que no deja de aumentar. Miles de gargantas, envueltas en bufandas, entonan una melodía difícil de descifrar. '¿Es que pasa algo?', pregunta un señor. Lo que sucede es que los seguidores del Glasgow, unos 20.000 según los cálculos, han tomado el centro.

'Cerveza, whisky, limonada..., algo', suplica un aficionado escocés a las puertas del Café Zurich, una de las terrazas más reputadas de Barcelona. 'Nada de nada. Está cerrado', le responde Pitu. 'Es para evitar problemas, por seguridad; estaban insoportables', añade. Pitu es camarero de barra y lleva horas y horas sirviendo cervezas, cervezas y más cervezas a los miles de escoceses que ahora apunta con el dedo.

2.500 litros de cerveza

De pie, sentados, tumbados, los aficionados del Rangers han llenado las Rambles de humanidad. El Ayuntamiento lo ha permitido, como excepción, y para evitar incidentes. Enfundados en sus camisetas azules, han desplegado sus enormes banderas, han rodeado el monumento a Francesc Macià como si idolatrasen a un tótem y han montado su particular botellón. Bebida única, la cerveza, en todos sus envases. 'Sólo esta mañana, hemos despachado unos 50 barriles de 50 litros y ... un par de cafés', cuenta Pitu.

El Zurich -algunas de cuyas sillas aparecieron en medio de la plaza- echa la persiana, pero la fiesta, que comenzó la noche anterior, no para. Los supermercados han perdido la cuenta de las veces que han repuesto sus estantes de bebidas y, en el Jules Verne, cambian las botellas de cristal por vasos de plástico. 'Esta gente es tranquila, pero es para evitar problemas con la policía y que alguien se corte', señala, a pie de calle, Gil, el encargado.

Las latas de cervezas se acumulan en la acera, los pies se pegan al caminar y los ciudadanos contemplan con estupor el espectáculo. '¡Son unos incívicos!', comenta una señora con cara de asco.

Heridos

Los Mossos d'Esquadra vigilan la escena. La noche anterior, una pelea acabó con tres heridos leves. 'Nosotros somos gente tranquila, venimos a beber y a pasarlo bien, pero la policía aquí es muy rígida. Yo les quise dar la mano y me empujaron', se queja Jim, uno de los 5.000 privilegiados que logró una entrada en Glasgow.

Los 15.000 restantes no perdían la esperanza de entrar en el Camp Nou: a través de la reventa -se pedían hasta 400 euros por un boleto- o por la fuerza. 'Entraremos como sea, sin pagar, como siempre lo hacemos', proclamaba Michael. 'Tendrían que meterlos a todos en el Miniestadi, y dejarlos ahí hasta el amanecer', sugería un conductor de autobús aparcado junto al botellón escocés. 'Beberían toda la noche y se comerían hasta el césped. Aquí, lo de menos es el partido'.

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