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El Atlético le birla al Valencia su plaza de Liga de Campeones

César, portero del Valencia, evita una goleada. Forlán marca de penalti

JOSÉ MIGUÉLEZ

Albelda hizo una de esas cosas que prohíben, ya no los entrenadores en los entrenamientos, sino los profesores en las campos de las escuelas. Un pase en horizontal desde la banda unos metros por delante del área, con el equipo saliendo: Simao adivinó la concesión y conectó con el Kun, que puso mucho de su parte para que César le hiciera penalti. Buscó la infracción, que su pie tropezara con el cuerpo del guardameta. Lo demás corrió en la cuenta de Forlán, que está de dulce.

No era una forma cualquiera de abrir el marcador. En el fondo, para el Atlético, fue la única posible. Porque César se encargó de desautorizar todas las demás. Los rojiblancos gozaron en el primer periodo de media docena de ocasiones clamorosas, mucho más claras de lo que necesita habitualmente su frente de ataque. Y otras tantas tras el descanso. Pero la estiradas del portero abortaron todas, las de Maxi y las de Forlán, las de Simao, las de Raúl García. Sólo se dejó desnudar desde el punto de penalti.

El tanto finalmente fue suficiente para el Atlético, le devuelve muchas jornadas después a la zona de la Liga de Campeones. Y saca de ahí al Valencia, que no mereció más.

El Atlético no justificó los temores que generó su alineación. Llegaba sin lateral derecho, con sus cuatro opciones aniquiladas por sanción (Heitinga y Perea), rescisión de contrato (Seitaridis) o lesión (Antonio López), y con un zurdo enfrente, Mata, que invitaba al pánico. La solución, Ujfalusi, tapaba el agujero de sobra, pero desvestía al tiempo el centro de la defensa, lo dejaba en manos del inseguro Pablo y el tierno Domínguez, con Villa merodeando la zona. Para que a la afición le temblara la garganta.

Y, sin embargo, la medida funcionó. Ujfalusi no sólo se bastó para taponar a Mata, sino que se convirtió con sus subidas en un factor sorpresa por donde desahogar el juego ofensivo rojiblanco. Y Pablo y Domínguez se juntaron bien, con mucha atención, para amargar a Villa. Los sudores madrileños, no demasiados, llegaron por el flanco que teóricamente no necesitaba reparación, el lateral izquierdo. Por ahí Pablo Hernández retrató a Pernía, con el que al parecer conviene medir los adjetivos para no herir su sensibilidad.

Durante la primera media no hubo más noticias del Valencia que las que habilitó el zurdo al que tan poco aprecio le tiene la grada. El Atlético se organizó bien para cubrirse, y también para agujerear a la zaga rival. Es por atrás por donde igualmente sangra el Valencia. En realidad, son dos equipos de diagnóstico parecido: defensa de mantequilla, centro del campo corto y delantera demoledora.

Pero el Atlético no respondió a su propia radiografía. Hasta su reducido centro del campo (Assunçao y Raúl García) gobernó el partido en las dos direcciones: sumó en el robo y en la organización. El Atlético no sólo atacó con determinación, sino con mucha inspiración. Agüero resultó clave: fijó bien a los centrales, les ganó la posición y aguantó con habilidad la pelota para que le llegara compañía. Maxi fue el que mejor se aprovechó de sus maniobras: irrumpió con insistencia, muy libre para el remate, pero se dio de bruces con César en todos los casos.

Lo mismo que Forlán, que ha conseguido rodear cada de una de sus intervenciones de la expectación de los futbolistas grandes. En cuanto toma contacto con la pelota en el último tercio del campo, tanto el rival, el compañero como la grada se preparan para que ocurra algo, principalmente uno de sus célebres remates.

Las paradas de César dejaron de pie a su equipo y con vida al partido. Leo no tuvo tanto trabajo, pero la única vez en la que se vio exigido, en una contra de Mata como respuesta instantánea a una de esas intervenciones milagrosas de su portero, también estuvo salvador.

En el segundo tiempo, el Atlético conservó su seguridad, y siguió animándose a la contra. César siguió en plan héroe (ante Simao, ante Forlán...) y Mejuto echó el cable al Valencia que le negó en el primer tiempo (alguien debió avisar al árbitro en el descanso de que se equivocó en el penalti al Kun y ya no sancionó un derribo de Maduro sobre el argentino, y perdonó la segunda amarilla a Mata).

Emery, consciente de que el Atlético no se doblaba, le dio un par de vueltas al calcetín. Primero sacó a Joaquín por Baraja para ganar un punto más de regate y luego, a Morientes por Pablo Hernández para ver si la solución aparecía por arriba. Ninguna funcionó y el Atlético terminó por arrebatar al Valencia su plaza de Liga de Campeones. Aunque aún quedan dos partidos por jugar y eso con el Atlético es todo un mundo.

Atlético (1): Leo; Ujfalusi, Pablo, Domínguez, Pernía; Raúl García, Assunçao; Maxi (De las Cuevas, m.87), Simao (Sinama, m.78); Forlán y Kun (Camacho, m.90).

Valencia (0): César; Miguel, Albiol, Maduro, Alexis; Baraja (Joaquín, m.63), Albelda; Pablo Hernández (Morientes, m.73), Edu (Míchel, m.82), Mata; y Villa.

Goles: 1-0. M.29. Albelda regala en horizontal a Simao, que profundiza sobre el Kun, al que César derriba. Forlán marca el penalti de tiro razo por su derecha.

Árbitro: Mejuto. Amarilla a César, Mata, Ujfalusi, Agüero y Pernía.

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