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El atletismo español sale del infierno

Miguel Ángel López, quinto en los 20 kilómetros marcha, demuestra que el futuro no es imposible en este deporte

ALFREDO VARONA

La marcha casi siempre acude al rescate. Incluso en estos tiempos, de austeridad traumática, es capaz de encontrar un proyecto en una prueba como los 20 kilómetros, donde los jueces no admiten el teatro. La vida es dura con esa obsesiva vigilancia.

Pero en ese escenario España ha encontrado a un corazón fuerte, a un atleta, Miguel Ángel López (Murcia, 1988) con personalidad, capaz de aceptar el cambio generacional. Toda una excepción en el atletismo español sostenido por gente muy próxima a la jubilación. Y la realidad es que no sale Miguel Ángel López como medallista de Londres. No ha igualado el oro de Plaza en Barcelona 92 ni la plata de Paquillo en Atenas 2004. Pero en estos tiempos tampoco hay que pedir lo imposible.

Ahora, hay que reconocer a un atleta, capaz de imponer su inteligencia en una carrera que fue imperdonable para Valery Borchin en los dos kilómetros finales. A los 26 años, en la mejor edad para igualar al viejo Korzenioski, aceptó que el atletismo puede ser tan perverso como los recortes de los políticos. Campeón olímpico en Pekín y de los últimos Mundiales (Berlkín 2009 y Daegu 2011), Borchin es el hombre que siempre recuerda ese proverbio ruso que, según él, dice que 'quien no arriesga algo no puede terminar bebiendo champan'. Pero esta vez arriesgó tanto que no hubo rescate para él. Fue absolutamente imposible, una imagen tétrica y heroica a la vez.

Miguel Ángel López, sin embargo, no aceptó esa economía por encima de sus posibilidades. Sus opciones de medalla se apagaron en el kilómetro 14. El ritmo era infernal. La tarde no perdonaba en Londres con 20 grados de temperatura y una humedad del 60%. Hasta entonces, cualquier cosa podía pasar. La imaginación se sentía libre.

Miguel Ángel iba en el grupo de cabeza del que sólo se alejaron dos kamikazes: el japonés Suzuki y el francés Moulinet que duraron lo justo. Fue entonces cuando la prueba se convirtió en un negocio Rusia-China con un invitado de Guatemala, Erick Barrondo que, a los 21 años, encontró la primera medalla olímpica para su país. Fue plata por detrás del chino Ding Chen que, en realidad, corrió en otro planeta. Batió el récord olímpico (1:18.46). Hizo una última vuelta primorosa, el contraste más absoluto con Borchin. Mientras uno cayó al suelo, Chen saludó al público, sonrió como no se imagina en los chinos, tan cuadriculados para todo, y celebró con antelación la medalla de oro.

Hace veinte años, fue un privilegio que España asumió con Dani Plaza en los maravillosos tiempos de Barcelona 92. Pero aquel era otro mundo en el que nuestro atletismo era feliz. Hoy, desheredado por los nuevos tiempos, hay que aceptar el quinto puesto de Miguel Ángel López como un logro capital. ¿La lástima? Sólo 24 segundos le han separado de la medalla de bronce.

Pero, seamos positivos y reconozcamos los méritos de López, que ha rebajado su marca, que era de 1:20.59, en diez segundos. Ha resistido en una prueba voraz y para gentes inteligentes. Quizá haya sido la primera medalla del futuro. Visto así, parece una descripción heroica lo que ha realizado Miguel Ángel López y, sí, quizá lo sea en una época en la que el atletismo se siente tan herido. Al menos, por un día, salió del infierno y no sólo por lo realizado por Marta Domínguez que (no lo olviden) tiene 36 años.

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