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Los banquillos destilan intelecto

Pese a los perfiles variopintos de los entrenadores, hoy en día se impone una formación cada vez superior. Los hay ingenieros, profesores, amantes de la fotografía. Otros son hijos de pianistas o de exdiputados de IU. Y algunos h

ALFREDO VARONA

Entre los entrenadores de Primera no es posible generalizar. Todos los perfiles son válidos en una profesión en la que cabe el hijo de un campesino como Ancelotti, el de una pianista como Javier Aguirre o el de un exdiputado de Izquierda Unida como Lucas Alcaraz. Y estos son compatibles con gente como Juan Ignacio Martínez, actual técnico del Valladolid, que antes se dedicaba a la venta de libros, o con Miroslav Djukic que la única experiencia laboral que tiene, al margen del fútbol, se sitúa en una estación de ferrocarril de su país. Pero, aunque todos los perfiles pueden triunfar en el fútbol, la formación universitaria siempre marca alguna diferencia, como percibió el profesor Miguel Etxarri con Jagoba Arrasate, el actual técnico de la Real Sociedad, cuando le daba clases en la Escuela de Entrenadores. 'Se notaba que era licenciado en Magisterio y que había pasado por la Universidad'.

Arrasate cumplía con un perfil distinto, que no se estila tanto entre el gremio de entrenadores. Antes de dedicarse por completo a la Real Sociedad, daba clases de matemáticas en el instituto Herri Eskola de Zumaia hasta que pidió una excedencia. Pero lo que hace falta saber es si, en la actualidad, ¿es tan excepcional una formación universitaria como la de Arrasate entre los entrenadores de Primera? ¿Quienes son realmente estos señores? ¿Qué formación tienen? ¿Son personajes ilustrados que, además de fútbol, también pueden hablar de ópera, del crack del 29 o son capaces de reconocer una fotografía del arquitecto Norman Foster?

La profesión ha cambiado mucho en los últimos años. El látigo pasó a mejor vida y la vulgaridad de otras épocas ya no se sostiene. Hace años, no se imaginaba que un entrenador tuviese un despacho o heredase metáforas de Vargas Llosa en las salas de prensa. Sin embargo, ahora es tan importante el entrenador que gana como el que es capaz de dar una conferencia a altas personalidades de la cultura en el hotel Hilton de Buenos Aires. Quizá por eso hay tanta vanidad en esta profesión en la que el escritor uruguayo Eduardo Galeano establece una división: 'Antes, existía el entrenador y nadie le prestaba mayor atención. El entrenador murió, calladito la boca, cuando el juego dejó de ser juego. Entonces nació el director técnico, con la misión de evitar la improvisación, controlar la libertad y elevar al máximo el rendimiento de los jugadores'.

Ser entrenador ahora es sinónimo de una clase social alta, de un poder abundante y de un escaparate mayúsculo. Quizá por eso también han llegado al fútbol hombres que han pasado por la universidad y que renuncian a la profesión que estudiaron por ser entrenadores a pie de campo. El ejemplo es Manuel Pellegrini, en el banquillo del City, que reconoce que hubiera sido 'un ingeniero frustrado' después de terminar una carrera tan dura. El penúltimo técnico del Huesca, Pablo Alfaro, es otro caso. Prefiere ejercer de entrenador y mudarse de ciudad cada año a hacerlo de médico.

Un caso similar a Valverde, el entrenador del Athletic, licenciado en el Instituto de Estudios Fotográficos de Catalunya y que, según el cineasta David Trueba 'maneja la cámara de fotos como un cuarto ojo'. Eso le ha llevado a publicar un libro con sus fotografías, Medio tiempo, o a exponer en una prestigiosa galería de Atenas. Sin embargo, la realidad es que Valverde se gana la vida como entrenador y, además, gana un dinero con el que, por ejemplo, no puede ni soñar Steve Winter, uno de los fotógrafos más premiados del mundo.

Otro ejemplo es Pepe Mel, que nunca será el profesor de Historia que pretendía de niño, pero que es capaz de escribir libros de ficción y de impartir clases en la Universidad Camilo José Cela. Joaquín Caparrós, técnico del Levante, aparcó los estudios de Periodismo cuando se fue a trabajar a Suiza, pero eso no indica que no vaya a volver a la profesión que un día cambió por el balón. Unai Emery, ahora en el Sevilla, recuerda que él hizo un curso de administración de empresas en Madrid y el propio Alcaraz, hijo del exdiputado de Izquierda Unida, es diplomado en Documentación por la Universidad de Granada, donde lo calificaron como 'doctor House'. 'Nunca es positivo', decían, 'pero luego es efectivo como él solo'.

Fran Escribá, el entrenador del Elche, aprobó unas oposiciones al Ministerio de Justicia. Paco Jémez, después de aprobar COU, se matriculó en una ingeniería técnica, pero en el segundo curso, cuando ya era futbolista, lo dejó. 'Si no vas a clase, estás muerto'. Fue la misma elección que, antes de pasar a la Universidad, tuvo que hacer 'Tata' Martino, que se enrabietó cuando tuvo que renunciar a un viaje de estudios, recién terminada la secundaria, porque el entrenador Luis Cubilla le citó para el primer equipo de Newells Old Boys. Pero tenía que decidir y, ciertamente, no se equivocó. Todavía hoy es el jugador que más partidos (505) ha jugado con esa camiseta y, además, es entrenador, la profesión, después de la de futbolista, más venerada en Argentina. 'Es la única profesión en la que tus decisiones se exponen a la opinión de todo el mundo', expone.

Por eso no la menosprecia. Al contrario. Los entrenadores son como gestores de Recursos Humanos, líderes de masas, aunque no tengan formación universitaria. Es lo que pasa en el Atlético con Diego Simeone que, de niño, lo tenía tan claro en el colegio San José, del barrio de Palermo de Buenos Aires, que siempre desafiaba a sus profesores diciendo que para qué iba a estudiar, 'yo voy para el fútbol'. La vida le dio la razón como ha pasado con Ancelotti, hijo de campesinos de Reggiolo, que, en principio, tenía la idea de ser ingeniero agrónomo, pero el Parma le cazó demasiado rápido para el fútbol. A los 17 años, debutó como profesional y se alejó por completo de la universidad. A cambio, ingresó para siempre en el fútbol lo que entre otras cosas, le vale para defenderse a día de hoy en tres idiomas: francés, inglés y castellano. Así que muchas veces la cultura se adquiere en las aulas, otras... en la propia vida.

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