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El Barça apela a la épica

El Barcelona ganó a un flojo Stuttgart (0-2), con goles de Puyol y Messi, en el regreso de Ronaldinho al once inicial.

NOELIA ROMÁN

Exigido hasta el límite, acorralado por el infortunio y por el rival, el Barça de los cuatro fantásticos creció un poco más en Stuttgart. El día en que Ronaldinho regresaba al equipo tras tres partidos de ausencia, y el día en que los fantásticos lo fueron menos que nunca y el mal fario se tradujo hasta en dos ocasiones en forma de lesión, el equipo de Frank Rijkaard sustituyó la brillantez y el buen juego por el temple y la paciencia, y resolvió sin mayores angustias un encuentro que durante 45 minutos pintó muy mal.

El oportunismo de Puyol, que acabó lesionado tras sustituir al también lastimado Márquez, y la viveza de Messi pusieron fin a la incertidumbre, colocaron al Barça donde pretendía, a la cabeza del grupo E, y dieron lustre al regreso triunfal del astro brasileño, que se entregó pero no brilló.


Ni él ni nadie en el Barça, a excepción de Valdés, que ante los alemanes, tuvo más trabajo que en todo lo que va de temporada. Porque el Stuttgart, muy vivo, detectó enseguida los miedos de los azulgrana, que ayer toparon con la mala fortuna y tardaron en reaccionar.

Cambio de planes a los seis minutos

A los seis minutos de encuentro, Rijkaard ya vio cómo sus planes se iban al traste: se vio obligado a dar entrada a Puyol, al que había reservado por precaución, para sustituir a Márquez, lesionado. La inesperada lesión del mexicano atribuló a los azulgrana que, durante toda la primera parte, sufrieron los achuchones de un Stuttgart que  supo explotar la debilidad rival.

Por las bandas y por el centro, a toda velocidad, los alemanes buscaron insistentemente a Gómez que, con su altura y su tremenda movilidad, creó mil problemas a la defensa del Barça. El mayor lo resolvió Valdés con una parada casi milagrosa, a doble remate del hispano-alemán. Como si se tratara de un gato, el meta azulgrana se estiró hasta el infinito para atajar un balón envenenado que, segundos antes, ya había repelido con la ayuda del palo.

El Stuttgart se fue creciendo, agigantando, ganándole el pulso a un Barça con espíritu creativo pero escasa capacidad de resolución. Mediado el encuentro, la apuesta por los tres jugones en el centro del campo no convencía. El equipo de Rijkaard sufría lo indecible en defensa, víctima de la velocidad alemana, y en ataque, no terminaba de cuajar.

No era el Barça que combina con solvencia e infunde el miedo cada vez que se aproxima al área. Entre otras cosas, porque el regreso de Ronaldinho al once inicial resultó un lujo menos placentero de lo que Rijkaard esperaba. El brasileño le puso ganas, firmó algún detalle para la galería, pero no logró igualar a Iniesta a la hora de dar salida y profundidad al juego. Y sólo alguna jugada trenzada con Messi y con Henry logró inquietar al Stuttgart.

El delantero argentino, el más incisivo de los azulgrana, estrelló contra Schäfer una buena ocasión que Xavi, libre de marca, esperaba en candeletas. Y Henry le imitó minutos después, tras un precioso pase de vaselina de Ronaldinho. Fueron, junto a un chut de Deco que se estrelló contra el poste nada más comenzar el partido, las mejores ocasiones de un Barça que se fue al vestuario con el miedo en el cuerpo: Farnerud desperdició un balón de oro en la línea de gol.

El Barça tiró entonces de oficio: antes de retirarse lesionado, Puyol remató un balón que Ronaldinho había estrellado contra Schäfer y acabó con las dudas. Fue la liberación. Messi, después, aprovechó una asistencia de Henry para seguir con su racha de cinco partidos seguidos marcando y el Barça hasta disfrutó.  

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