Este artículo se publicó hace 14 años.
Benzema se pone la cruz
El Madrid no puede con un Segunda B y el francés es sustituido tras otra noche nefasta
Dominio absoluto, dos tiros al palo, un empate sin goles y, probablemente, dos cruces fatales sobre los nombres de Benzema y Granero. Amenazados individualmente sus jugadores y advertido el grupo sobre una pifia copera similar a la del año pasado en Alcorcón (4-0), el Real Madrid no hizo el ridículo. Le faltaron muchas cosas, pero las arengas de Mourinho surtieron efecto. Sólo fallaron con estrépito Granero y Benzema, y ambos quedaron señalados, como prometió, por su entrenador. Mandó a la ducha a los dos en el 62.
Benzema no ha nacido para jugar en el Madrid. Angustiado y pusilánime, contradice en cada movimiento la genética más pura y enraizada de la entidad blanca. Esa camiseta centenaria lo aguanta casi todo excepto el canguelo y la desidia. En Chamartín han triunfado futbolistas de todos los pelajes excepto los miedosos. Mourinho le puso una pistola en el pecho al francés y Cristiano apretó el gatillo. Lo mató por comparación.
Pusilánime, el galo contradice en cada acción la genética del Madrid
El galo, que se enfrentaba a un examen definitivo, no se presentó. Encogido y enredado en la tupida malla defensiva tejida por el Murcia, trotó sin sentido en busca del balón. Lo encontró varias veces, pero lo despachó con imprecisión, poca fe y una espeluznante sensación de desgana. Y selló cada una de sus lánguidas apariciones con una colección de gestos apocados en los que desnudó ante el mundo su carácter débil. Pucheritos, ojos entornados y boca seca describen el calvario de un delantero atormentado. Un futbolista incompatible con la exigente propuesta del Madrid de Mourinho.
Además, a la vera del galo atronó durante toda la noche la entrega de Cristiano. El portugués no entiende de citas menores. Y conoce como pocos el significado de cada mensaje de Mou. El entrenador pidió la Copa, y su compatriota se exprimió para marcar el camino hacia un trofeo que no alimenta las pobladas vitrinas madridistas desde hace 17 años. La estrella mundial de un club universal no le hizo ascos a la áspera cita de la Nueva Condomina ante un modesto conjunto de Segunda B. Cristiano se remangó y no dio respiro. Ni a los rivales ni al árbitro. Pidió la pelota, corrió como siempre, protestó con moderación y buscó obsesionado que el juego no se ralentizase. Le faltó puntería.
El luso entendió enseguida el plan murciano. Con orden y sin rubor, el trabajado equipo de Alonso se replegó, tapó las vías de acceso a su portería y aguardó a que cayera del cielo algún contragolpe. Se cuidaron los pimentoneros de no acularse más allá de su área y con ello apagaron las pocas luces de unos centrocampistas suplentes blancos que también salieron fatal en la foto de ayer.
A Cristiano, que no sabe de citas menores, sólo le falló la puntería
De Diarra no se espera excelencia, así que tras unos minutos de adaptación pudo dedicarse, discretamente, a lo suyo: picar piedra y rebañar balones. Peor parado salió Granero. El madrileño, perdido, recibió la sentencia de Mourinho media hora antes del final. Fue un finiquito compartido con Benzema. Ambos recibieron a la vez la fatídica llamada desde la banda para ceder su puesto a Khedira e Higuaín, dos titulares. Ni estos ni Di María que sutituyó a un Cristiano vaciado fueron capaces de doblegar al Murcia. Pero ellos no se jugaban el tipo.
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