Este artículo se publicó hace 14 años.
Blanco número uno
Los jugadores contrarios consideran normal intentar sacarle de sus casillas
Con el balón de por medio, Cristiano Ronaldo sólo sufrió tres faltas en San Mamés. Y, sin embargo, su partido fue otra vez una crónica de sucesos, llena de combates dialécticos con jugadores rivales y de un rugido constante en su contra desde la grada. El portugués acabó fuera de sí: amagó con lanzar un pelotazo contra un aficionado que le increpaba, soportó las collejas y los reproches de Koikili cada vez que se iba al suelo, luego de Iraizoz, más tarde otra bronca con San José... El Athletic encontró un arma en buscarle las cosquillas al futbolista más costoso del planeta, que siempre entró al trapo. El Madrid tiene un problema. Cristiano insiste en que le estimula ese clima contrario que encuentra allá donde va, pero las imágenes enseñan que tanta provocación le saca a menudo de los partidos.
No es la primera vez. Algo similar se vio en la anterior salida, en Pamplona. En Barcelona, las tribunas le perseguían con un láser. En el Bernabéu no tiene al público en contra y los adversarios se atreven menos, pero contra el Almería, el portugués fue expulsado por contestar con una patada a un manotazo de Ortiz. En Zúrich y Marsella también fue el objetivo prioritario de las hinchadas locales. El luso ya era víctima en Inglaterra. Y su poca astucia para controlarse le llevó a cometer errores y, según Alex Ferguson, "caer en la trampa en varias ocasiones".
Por precio, por calidad, por ser el centro de atención mediática, por sus gestos altivos y provocadores que han llegado a calentar hasta al habitualmente frío Iniesta, Cristiano se ha convertido en el jugador más antipático del Madrid a ojos del rival. Para sacarle de sus casillas no suelen hacerle faltas (nunca ha recibido más de cuatro) pero sí utilizan otro tipo de estratagemas menos visibles.
Sus compañeros restan importancia a las reacciones del portugués y no creen que tenga problemas para aguantar la presión que ejercen sobre él los rivales. "No me di cuenta del gesto de Cristiano en Bilbao, pero él no lanzaría nunca un balón contra la grada. Está acostumbrado a que la afición se centre en él y no creo que le afecten los gritos", comentó ayer Arbeloa en conferencia de prensa.
Antes, tanto Valdano como Pardeza ya se habían pronunciado, aunque sin inquietud, sobre el carácter de Cristiano y el comportamiento de sus rivales hacia él. "No intento justificar su actitud", dijo Pardeza tras su expulsión ante el Almería, "pero es consecuencia de su ambición. Ni a mí ni a nadie nos gustan los jugadores conformistas, en el fútbol hay situaciones difícilmente controlables".
"Los gritos de la grada de importa", insiste Cristiano, "son lógicos y forman parte del fútbol".
A pesar de la aparente tranquilidad que muestran en el Bernabéu, los rivales reconocen que, dentro de los límites reglamentarios, sí ven en la provocación una buena manera para neutralizar el fútbol de Cristiano, para conseguir que esté menos pendiente del encuentro que de sus alrededores. Iván Hernández, central del Sporting, así lo cree, aunque se muestra escéptico con el resultado: "Sin llegar a la agresión, está claro que se intenta descentrar, jugar muy encima y sacarle del partido para que no juegue cómodo. Pero al final da lo mismo, tiene mucha calidad y recursos para hacerlo bien".
Luis Prieto, defensa del Valladolid, añade matices: "Es un jugador con mucho carácter, no rehúye el pique, y eso nos obliga a afrontar su marcaje de forma distinta. Provoca el rechazo de las aficiones por el dinero que ha costado y su poder mediático, aspectos que no están relacionados con el fútbol. Genera envidia".
No todos están de acuerdo con que el trato a Cristiano por parte de las defensas sea especial. "No deja de ser un jugador más del equipo rival y ahí, cuando defiendes, cada uno usa sus armas con todos los rivales por igual", sostiene Richi, del Tenerife.
Aunque la guerra psicológica con Cristiano sea una constante en la temporada, muchos son los que la creen inútil. Es el caso de Monreal, de Osasuna, que cuando jugó contra Cristiano le vio "tranquilo" y que no considera que "los gritos le descentren". Ricardo, del Tenerife, tampoco cree que al luso le afecten esas cosas y que, si se habla de ello, es sólo por "la trascendencia de su figura".
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