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Bragado pierde el primer match ball

El gran enemigo de la Federación no salva al atletismo español en los 50 kilómetros marcha, que se corrieron a un ritmo de locura (3:35.59).

ALFREDO VARONA

García Bragado, en realidad, no engañó nadie. Ha aceptado el primer match ball para el atletismo español en los 50 kilómetros marcha y lo ha perdido. Fue el de siempre, el hombre que nunca se traiciona, que corre de menos a más, que evita locuras. Aceptó que el ritmo de los rusos era suicida para él. Pero después ya no fue como en los Juegos de Pekín, donde se lió a recoger cadáveres hasta acabar cuarto. En Londres, en una carrera con cinco atletas por debajo de 3 horas y 35 minutos, no ha sido posible. No se ha corrido, se ha volado. Bragado tiene 3:39.54. Su patrimonio eran sus veinte años de experiencia, pero no hubo manera de disputar el podio al ruso Sergey Kirdvapkin, el australiano Jared Tallent o al chino Si. Tampoco el diploma en una prueba que estos días, con el positivo de Álex Schwazer, campeón olímpico de Pekín, ha saltado por los aires. Schwazer ha reconocido que consume EPO y ha acusado abiertamente a los rusos. 'Me contaron que usaban cosas para correr'. Aunque Bragado ya no entra en estos debates y, a lo máximo, acepta que 'el dopaje es como una carrera de policías y ladrones' y que ahora 'los polis están mucho más cerca'.

La realidad es que Bragado tampoco ha sacado del infierno al atletismo español. Ha sido 20º, a 12,33 minutos de Kirdvapkin (3:35.59). Bragado ha cumplido una edad, 43 años, 'y todos tenemos fecha de caducidad'. Por lo tanto, Odriozola, el presidente de la Federación, no deberá sufrir su medalla en estos tiempos que los gobiernan días infelices, llenos de noticias ridículas y fracasadas. Los Juegos han machacado la reputación de nuestro atletismo, cosa que a Bragado no le extraña, porque la Federación 'es como un parque jurásico'. Él, a su edad, ya no debía jugar ningún match ball y lo acepta. Pero el futuro desconoce las claves del éxito en un deporte que se siente agotado. No hay motivos para olvidar el pesimismo y ni siquiera para pensar que Woody Allen lleva razón cuando dice que 'la única manera de ser feliz es que te guste sufrir'. Y no los hay, porque en Londres el atletismo español ha sufrido demasiado.

Los 23 primeros participantes españoles cayeron en la ronda preliminar el 3 de agosto, que siempre se recordará como un viernes negro. No fue tan extraño. El Europeo de Helsinki ya fue un aviso y nunca hubo grandes ilusiones en Londres, pero ¿hasta ese punto? España siempre tuvo gente ibérica, combativa. No hay más que recordar a Martín Berlanas o a Eliseo Martín en los 3.000 obstáculos de los Juegos de Sidney. Salieron contra pronóstico y entonces ya había suficientes africanos. Pero en Londres nuestro atletismo ha sido víctima de gente muy blanda y fácil de vencer. Una prueba fue Kevin López en las semifinales de 800. Tenía marca (1:43.74) para pasar a la final. Pero en Londres le faltó carácter e inteligencia. No pasó de 1.46. Kevin se disculpó con educación, pero las disculpas cansan.

Hay que pensar que existe y que en estos Juegos sucedió un problema. El éxito no tuvo vocación. Pero hay que creer en Víctor Ruiz (3.000 obstáculos), en Isabel Macías (1.500), en el propio Kevín López (800) y en gente que viene como el velocista Alberto Gavalda o Gabriel Navarro (campeón europeo junior de 5.000 y 10.000). Valdrán si son capaces de no sugestionarse. Y no será tan fácil. La prueba ha sido Olmedo, el cuarto clasificado en el Mundial de Daegu 2011. Era aspirante a medalla en el 1.500, pero la angustia del año olímpico le derrumbó y en julio renunció a los Juegos. No es por ofenderle, pero con las verdaderas estrellas no suele pasar eso. Fermín Cacho fue campeón olímpico a los 23 años. Reyes Estévez lo fue de Europa a los 22 en Budapest. El mismo Higuero apareció en Sidney con 21 años diciendo que el sucesor de El Guerrouj sería él. ¿Por qué se echan tanto de menos esas declaraciones victoriosas? 

Nuestra primera finalista fue Marta Domínguez, con 36 años, en los 3.000 obstáculos. A ella no se le escuchó ni una palabra, pero, en realidad, fue otra valiente ironía para el futuro. Es decir, un apaño a corto plazo, pan para hoy y hambre para mañana. Pero hubo más y no mejores. En 1.500, Nuria Fernández, con casi 36 años, fue la única que defendió al atletismo español en semifinales. No son edades en el atletismo actual en el que la gente cada vez envejece más deprisa y nadie va a perdonarte. El pasado no importa nada y un mal invierno casi siempre equivale a un mal verano. Los éxitos necesitan antelación.

La única forma de bromear con el papel del atletismo es decir la verdad. Así se aprenderá. Pero esa verdad también recuerda que la suerte no existió. Nuestras mejores opciones de medalla se lesionaron o llegaron muy cortos a Londres. Casado, campeón europeo de 1.500 en el Europeo de Barcelona 2010, sufrió una fractura de estrés. Olmedo cedió ante los fantasmas. Marta Domínguez llegó sin velocidad tras una fractura de fibras en el Europeo de Helsinki tres semanas antes. Natalia Rodríguez, que opositaba a medalla en el 1.500, también jugó contrarreloj. Eso sí, Natalia tampoco forma parte del frente de juventudes de nuestro atletismo. Ha cumplido en junio 33 años...

En un deporte, en el que Fermín Cacho fue campeón olímpico de 1.500 en Barcelona 92, España se siente casi estafada. Se ha deshonrado la memoria de Fermín como la de Abascal o González. Los tres participantes en el 1.500 cayeron en una distancia en la que siempre dimos la cara. Incluso, en la última década, que no fue la mejor, Higuero, Reyes Estévez, el mismo Andrés Díaz en Sidney, llegaban a las finales. Esta vez, no. El desenlace fue tétrico. Lejos de disculparse, Álvaro Rodríguez, que fue uno de nuestros representantes, se mostró muy desafortunado en su cuenta de Twitter. Escribió dos casi indignantes: 'Soy español, ¿a qué quieres que te defraude?' Y otro que quizá fuese aún peor: 'Que sepan algunos que si por mi fuera volvería hoy mismo de Londres para no gastar el dinero de vuestros impuestos'. ¿Debería consentirlo la Federación?

El caso Mullera en los 3.000 obstáculos fue para no olvidar jamás. La Federación lo desprestigió hasta el infinito. Tuvo tiempo para hacerlo antes, pero prefirió hacerlo una vez que se había clasificado para los Juegos. Mullera peleó y compitió en contra de la voluntad de la Federación, que ordenó un viaje inútil de Sebastián Martos para sustituirle a Londres. Fue duro de contar al mundo. Pero, ¡¡ojo!!, no fue la única cosa que riñó con el sentido común. Sergio Sánchez se rebotó porque no pudo sustituir a Jesús España que comunicó su lesión cuatro días antes de las semifinales del 5.000. Landassem, marroquí nacionalizado felizmente, para él, español corrió los 10.000 metros. Su actuación fue vulgarísima, como 23º clasificado, y él lo justificó porque estaba agotado. No supo conocerse a sí mismo. 'Hace dos semanas hice el Ramadán y se nota'.

Ha habido cosillas como el quinto puesto de Miguel Ángel López en los 20 kilómetros marcha o la presencia de Igor Bychkov (nacionalizados así, sí) en pértiga, algo que no ocurría desde Sidney. Pero, en definitiva, hay que pedir más, hay que pedir que el atletismo regrese al pasado, a los años de Martín Fiz (cuarto en los Juegos de Atlanta 96 y sexto en los de Sidney 2000) en los que el maratón se esperaba como uno de los días más señalados. Ahora, no. Mañana, corre Carles Castillejo y sólo se espera que sea tan combativo como lo fue Chema Martínez en Pekín. Si es inteligente, saldrá de menos a más y luego tal vez se dedique a recoger cadáveres para mejorar puesto. Su marca (2:10.09) no permite ilusionarse con otra cosa en un mundo donde hay demasiados atletas que bajan de 2 horas y 6 minutos.

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