Este artículo se publicó hace 15 años.
La broma del juego limpio
Se multiplican los ejemplos de trampas en los deportes del Reino Unido
Es que ya no respetan nada. El rugby era antes en el Reino Unido un deporte de salvajes pero practicado con los modales de los caballeros. Te podían arrancar una oreja, sí. Siempre por efecto de los daños colaterales provocados por la fuerza, no por la mala fe. Ahora son unos tahúres desvergonzados.
Ese deporte tan fiero se ha visto sacudido por un gran escándalo. Durante un partido, un jugador mordió una cápsula de sangre de pega, del mismo color que en las películas de Drácula, para que el árbitro autorizara el cambio. En la banda, el fisioterapeuta completó la farsa con un corte en el labio. Además de las sanciones correspondientes, el veredicto generalizado fue desolador: no es la primera vez que ocurre algo así.
Dicen que todo es producto de la profesionalización del rugby. Cuando empezó a entrar el dinero gracias a las retransmisiones, se acabaron los buenos modales en la mesa. El fútbol hace tiempo que traspasó ese umbral, así que ahí hay poco margen para la sorpresa.
En la Premier, vuelve a hablarse mucho de la tendencia de los delanteros a tirarse en el área desde que Eduardo, del Arsenal, protagonizó una zambullida en la previa de la Liga de Campeones ante el Celtic. El jugador fue sancionado con dos partidos, lo que originó un ataque de furia de su entrenador. El fino estilista Wenger no cree que el teatro deba ser desterrado de los campos. Engañar al árbitro es un derecho constitucional. Falsear el resultado es un lance del juego.
Si todo vale, ¿dónde está el límite? Unos días después, Wenger volvió a protestar porque los jugadores del Manchester se habían aplicado a conciencia con los tobillos de sus futbolistas. Ya se sabe que los entrenadores sólo predican el juego limpio cuando les interesa.
Mercadeo con juvenilesGanar a cualquier precio obliga a viajar mucho en los tiempos actuales. Y los directivos del Chelsea rastrean los campos de media Europa para cazar jóvenes promesas. Como ladrones de ganado, se mueven con rapidez. Hay que atrapar los terneros cuando son jóvenes y los contratos son sólo un inconveniente que se solventa con dinero.
Así hicieron con Gaël Kakuta, una perla que estaba en nómina del Lens. "Nos robaron al chico cuando tenía 16 años. Llevaba en nuestro club desde los ocho. Desgraciadamente, en el 95% de las ocasiones son los clubes ingleses los que vienen y se salen con la suya", dijo el presidente del club francés.
Dos años después, la FIFA, en su intento de acabar con este mercado de esclavos, la mayoría de origen africano, ha castigado al Chelsea con dureza. No podrá fichar a más jugadores hasta enero de 2011. El club londinense está obviamente indignado. A su director deportivo, Frank Arnesen, le pillaron en 2006 las cámaras de televisión ofreciendo 150.000 libras a un chaval de 15 años. Como en Piratas del Mar Caribe, los clubes ven las normas como si fueran el código de los piratas. Unas simples directrices.
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