Público
Público

El campeón olvidó su liturgia

Rehhagel solía llevar al equipo a comer patatas fritas

HUGO JIMÉNEZ

“Tampoco hicimos nada especial la pasada Eurocopa. La clave fue que el día previo a los partidos Rehhagel nos llevaba a comer guarrerías”. Seitaridis confesó en tono de broma a Público cuál fue la clave que permitió al vestuario heleno conquistar la última edición del europeo disputado en Portugal. Sin embargo, lo que parecía ser una frase sin más, esconde la razón principal por la que Grecia no ha mostrado en este torneo la misma imagen que ofreció hace cuatro años.

“Íbamos como una familia a tomar patatas fritas, coca-cola y todo ese tipo de comida”, indica el jugador del Atlético. Una liturgia que este año no se ha repetido y que fomentó una comunión entre los futbolistas que ahora parece no existir. Los difíciles horarios que ha tenido la selección helena, así como el exilio al que fueron destinados los jugadores, hospedados en la región austriaca de Fuschlee, impidió convivencias como las de Faro.

Todos los jugadores griegos catalogan a Rehhagel como una persona muy inteligente. “Más que un entrenador, hacía esto como un amigo. Otto era muy inteligente y él sabía porqué lo hacía”, prosigue el lateral griego. Así lo cree también Georgiadis.

El que fue capitán de la selección que levantó la copa en Lisboa también reveló los motivos por lo que Otto daba esta libertad a su vestuario. “Más allá de comer patatas o cualquier cosa, el entrenador hacía esto porque es muy listo. Él sabía que así todos estábamos contentos y la plantilla estaba más unida”, señaló el ex jugador del Newcastle. “Desde que llegó hace ocho años, siempre fomentó las relaciones entre todos los jugadores y el éxito de Grecia fue el buen ambiente, que luego se reflejaba en los partidos”, concluyó Georgiadis.

Sin embargo, esa cohesión que existió no hace mucho ya no es la misma. Pese a que ni siquiera las derrotas han variado un ápice la buena concepción que el vestuario tiene de Rehhagel, los futbolistas no muestran la misma unión. La profunda renovación del grupo no ha dado los resultados esperados. Pero sobre todo ha faltado la pócima secreta del campeón.

Por encima de la mítica canción popular que los jugadores cantaban en el vestuario, y más allá de cualquier conjura prepartido… faltó la liturgia de las guarrerías. Al vigente campeón, este año le faltó irse a comer patatas fritas antes de los partidos. No ha existido la unión que Rehhagel sí consiguió.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?