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MADRID.- Ha sido capaz de que en España vieran un partido de bádminton más de 400.000 espectadores por televisión. Ha recibido un SMS de Rajoy. Nadal le ha felicitado en las redes sociales. También Gasol y los casi 30.000 seguidores que tiene en Twitter. Su fotografía ha abierto páginas en L'Equipe francés, que es como la Biblia del deporte. Su representante Gonzalo Annapurna tiene casi que hacer números en el aire para organizarla las entrevistas en semanas como ésta en la que Carolina Marín (Huelva, 1993) lo ha vuelto a hacer.
Ha acabado con la muralla china. Ha ganado el All England en Birmingham, el torneo decano del bádminton, como antes hizo con el Mundial en Copenhague y con el Europeo en Kazán. Pero esto no es un cuento de hadas, es la realidad de una muchacha que vive en Madrid, en la segunda planta de la residencia Blume, que se está sacando el carnet de conducir y a la que su compañera Isabel Fernández, también andaluza, en su caso de Granada, pregunta a menudo: "¿Qué se siente al ser la número 1?" La respuesta queda entre ellas dos.
En realidad, Carolina es el espejo de un milagro que empezó en el barrio de La Orden, un barrio de clase media de Huelva. Ella era una hija única a la que Paco Ojeda, el profesor de Educación Física que le dio a conocer este deporte, recuerda como "un terremoto con ocho años y 1,20 de estatura, era increíble, había que verla, no se puede explicar con palabras". Ricardo Fernández, que fue otro de sus entrenadores en esa época, la llamaba "la estrella" y le decía "tú llegarás tan lejos como quieras llegar", y no se equivocó. "Valía para cualquier deporte. Tenía esa diferencia".
Paco Ojeda: "Hemos tenido la suerte de que a Carolina le gustase tanto este deporte y que, a diferencia de otras chicas, se ha dedicado en cuerpo y alma a él"
Sin embargo, Paco Ojeda se niega a creer que esto de ahora sea un milagro. "Los milagros no existen en el deporte". A lo máximo, acepta que "hemos tenido la suerte de que a Carolina le gustase tanto este deporte y que, a diferencia de otras chicas, se ha dedicado en cuerpo y alma a él. Podía haberlo dejado cuando se hizo más mayor, incluso cuando tuvo que marchar a los 14 años a Madrid y dejar aquí a su familia. Fue muy duro para ella y sus padres, pero supo sacrificarse. Tenía unas condiciones prodigiosas".
Ricardo Fernández, de La Orden: "En nuestro club llegamos a reunir en las gradas más de 2.000 personas en un partido que pagan por venir a ver bádminton"
Son los rastros de una breve biografía que hoy impresiona hasta en China, la meca del bádminton moderno. "Yo creo en los diamantes, no en los milagros", señala Ricardo Fernández desde el Recreativo La Orden, el club de bádminton en el que empezó Carolina, en el que descubrió que su vida podía estar en esas pistas de 13,40x6,10 metros, en las que la pluma alcanza los 300 kilómetros por hora. "Aquí partíamos con una ventaja", agrega Ricardo desde Huelva. "Aquí el bádminton goza de muy buena salud. Los dos últimos años, por ejemplo, hemos ganado la Liga española. En nuestro club llegamos a reunir en las gradas más de 2.000 personas en un partido que pagan por venir a ver bádminton. Tenemos a más de 200 niños distribuidos por toda la provincia en nuestras escuelas. A otros les costará creerlo, pero aquí es una realidad".
Isabel Fernández: "Cada día que se levanta quiere más: no hace falta ir a los entrenamientos o a los torneos para verlo. No tiene límite"
Y dentro de esa realidad nació Carolina Marín que tiene dicha una frase, "los sueños lo pueden todo", que demuestra a diario. Isabel Fernández, que vive en la sexta planta de la residencia Blume, lo delata: "Yo me considero como su hermana pequeña", dice con 18 años recién cumplidos. "Entonces es muy difícil que yo pueda ser objetiva con ella. Pero todo el mundo debería conocer a Carolina. Cada día que se levanta quiere más: no hace falta ir a los entrenamientos o a los torneos para verlo. No tiene límite. Lo ves cuando la miras a los ojos, cuando coincides con ella en el comedor o cuando ves su agenda diaria, todo, absolutamente todo, organizado. Al nivel en el que está, a veces triple sesión de entrenamientos, también encuentra tiempo para estudiar idiomas y ahora para sacarse el carnet de conducir".
"La distancia hizo estragos"
Fernández: "Si muchos de los que la reconocen ahora viesen un partido de bádminton en directo se quedarían helados. Es un deporte que impresiona muchísimo"
Así se explica a Carolina Marín, esa heroína, esa mujer que, a su edad, ya lo ha ganado todo. Sólo le falta una medalla olímpica para que las más de 200 personas que forman parte del club que le vio nacer, entre ellos sus abuelos, vuelvan a reunirse otra vez en el bar Parque Moret de Huelva y celebren su título "como si fuese el gol de Iniesta en el Mundial de Sudáfrica", según Ricardo Fernández, que colecciona tantos viajes, tantos momentos con Carolina que no sabe quedarse con ninguno. "Pero sólo sé que sus triunfos son los míos y que si muchos de los que la reconocen ahora viesen un partido de bádminton en directo se quedarían helados. Es un deporte que impresiona muchísimo".
La distancia no hizo el olvido con sus progenitores en el bádminton, pero "es evidente que ha hecho estragos", explica Paco Ojeda, "porque además ella tiene una distribución casi matemática del tiempo". Algo que confirma Isabel Fernández, su compañera, la granadina, desde ese "hotel de 10 estrellas" en el que viven y que es como definen a la residencia Blume, "donde la comida basura es cero, no la hay". Allí, entre todas esas ambiciones, Carolina se hizo campeona del mundo el verano pasado y aún decía no tener para comprarse un piso. Pero así puede ser la vida en estos deportes en los que el sacrifico es sustancial. "Somos jugadoras de bádminton las 24 horas del día", explica Isabel Fernández, la granadina de 18 años, que aspira a ser como Carolina. "Vivimos por un sueño", sentencia.
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