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Cazorla y Rossi sentencian

El Villarreal deja sin opciones a un Bayer que nunca dio sensación de poder remonta

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Se veía venir, pero tardó media hora el Villarreal en finiquitar la eliminatoria. Lo hizo a su manera, tocando de pared Rossi para que Cazorla marcara. Luego se invirtieron los términos: Cazorla se la puso al italiano para que este fusilara. Ambos cocinaron los goles y entre ambos se comieron a un equipo germano desahuciado mucho antes, con aquel gol postrero de Nilmar en la ida. Nunca dio la sensación el Bayer de poder remontar. Dominó de salida, porque no le quedaba otra, pero fue un dominio paquidérmico, pesado, con las ideas puestas en sus dos tanques: Derdiyok y Kiessling. Sólo el brasileño Renato se saltaba el guión conduciendo el balón con chispa y poniendo en apuros a Diego López en una falta directa. El Bayer pronto hincó la rodilla. Cazorla lo único que hizo fue certificar su defunción. Y Rossi le puso la marcha fúnebre.

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El Villarreal, bien plantado atrás y con Rossi, Cazorla y Valero moviendo el balón a su antojo, puso en aprietos al Bayer desde el primer momento. Hasta Marchena, impecable en el corte, se permitió el lujo de desenredar una jugada en el centro del campo con caño incluido. Los castellonenses jugaron tranquilos, seguros de sí mismos, con la solvencia del marcador de ida, pero tensando el partido lo necesario para que el Bayer no anduviera cómodo.

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Con el chileno Vidal ausente de la cita por acumulación de tarjetas, los germanos se quedaron sin bombilla alguna en la creación. Jugaron a oscuras, sin saber qué hacer cada vez que hurgaban en la cueva amarilla, donde brillaron Gonzalo y Musacchio, bien arropados por Bruno y Marchena. El Bayer intensificó la presión, más por honor que por convicción, porque remontar la eliminatoria se antojaba ya un milagro. Además, nunca dio la impresión el conjunto de Heynckes de tener la fe necesaria para que tal milagro apareciera. Ni siquiera sirvió el veneno de Renato, el único que se atrevió a desafiar el destino fatal de su equipo. Hubo unos minutos, al comienzo de la segunda parte, que pareció animarse el Leverkusen, pero Rossi cortó de raíz esa subida de adrenalina. El Villarreal, a la contra, fue luciéndose en una noche de amarillo chillón. Gonzalo puso el borrón, al marcar en propia puerta desviando un pase de Schwaab. Fue la única forma que tuvo el Bayer de hacerse oír, de salvar su honra. El resto fue un monólogo castellonense, cuya voz solista resuena con fuerza en Europa.

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