Este artículo se publicó hace 12 años.
Contador: El hombre que siempre sale adelante
El coraje y la determinación le han hecho superar una malformación vascular, la arrogancia de Armstrong y dos años de sanción
Si es verdad que la valentía no tiene medida, tal vez Alberto Contador sea el ejemplo. A los doce años, anunciaba un instinto especial en el parque del Egido de Pinto con la bicicleta. A los 20, ascendió a profesionales en el inolvidable ONCE de Manolo Saiz. Y a los 24, a una edad en la que ni siquiera lo lograron Ocaña, Delgado o Indurain, ganó el Tour de Francia, pero, eso sí, con un suspense infinito. Sólo sacó 23 segundos a Cadel Evans y 33 a Leiphemimer. La trama necesitó de la expulsión de Michael Rasmussen, que hasta ese día iba líder con diferencia. Pero, sobre todo, Contador impresionó por esa insaciable valentía con la que atacaba y que retrocedía al ciclismo de antaño, a los tiempos de Coppi, Merckx, Delgado y hasta de Pantani o Chiapucci, aquel hombre que decía ser gitano y que inútilmente trató de hacer la vida imposible a Indurain. Todavía sigue diciendo Chiapucci, cuando aparece por las carreras: "Yo no concebía el ciclismo tecnológico".
Es un ciclista al que no le importa que le duelan las piernas ni que lo califiquen como un suicidaContador, en realidad, es una fotocopia de esa declaración. Gobierna con el corazón. Y en su habitación, la pena es el desafío perfecto. Es un ciclista al que no le importa que le duelan las piernas ni que lo califiquen como un suicida. De hecho, se define a sí mismo como "un kamikaze" que tiene la fortuna o la desgracia de meterse en casi todos los fregados. Su carácter es así de apasionado, con y sin motivo. A primeros de este año, antes de que fuese sancionado por el TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo), compitió casi al mismo nivel de gente que ya estaba preparada como Nibale o Leipheimer en la Vuelta a San Luis. No tenía entrenamiento, pero daba igual. "Es algo que está por encima de mí y que no puedo remediar". No es Contador un hombre fácil de programar. Quizá ahí radica su responsabilidad como líder. También es posible que el pasado le haya enseñado a ser invencible. Su carrera en ese sentido es una prueba rotunda. A los 21 años, fue operado en el hospital Ramón y Cajal de un cavernoma cerebral que pudo acabar con su vida ciclista. A los 26, desafió en Astana el liderato de Armstrong, que regresó ese año para volver a ganar el Tour y se encontró que se lo quitaba un compañero de su mismo equipo. Y ese fue Alberto Contador, que no le desea a nadie lo que vivió en aquella época, en la que Armstrong no tuvo una palabra amable con él. "Su carrera acaba de empezar", le dijo, amenazante, el americano. "Veremos a ver dentro de quince años".
Cuando Pinto pareció Nueva YorkLa vida empezaba de nuevo para Contador, y lo hacía con una violencia enormeDesde entonces, han pasado sólo tres, que han resultado los más largos del mundo para Contador. "Mi vida no ha tenido tranquilidad desde el accidente de 2004". Ha sido un precio alto que ha originado declaraciones escépticas. "No sé como va a reaccionar mi cuerpo ante tanto estrés". Pero la realidad es que Contador siempre se levanta como ha sucedido en esta Vuelta a España que, en realidad, empezó, para él, hace siete meses. Fue una noche de febrero en la que Pinto pareció Nueva York. Hacía tanto frío que no había una sola bicicleta por la carretera, pero ese día Contador fue portada mundial. Las inmediaciones del hotel Las Artes de Pinto fueron colonizadas por las parabólicas de incontables furgonetas, que retransmitieron en directo las declaraciones de Alberto Contador a decenas de países. La noticia estaba en sus ojos en una noche que perdió el suspense. La sentencia del TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo), de dos años de suspensión, era irrevocable. Necesitó 565 días para anunciar la decisión final, que fue con carácter retroactivo, lo que provocó que Contador perdiese, entre las numerosas carreras que había ganado, el Tour de 2010 o el Giro de 2011. Pero quizá en aquel momento, en aquella noche de Pinto, eso era lo de menos.
Contador se enfrentaba a una suspensión hasta el mes de agosto que le iba a impedir participar en el Giro, en el Tour y en los Juegos Olímpicos. Aparentemente, era poco tiempo, pero cuando uno lo pasa mal siete meses dan para mucho. Los periodistas, en un gesto patriótico, le despidieron con una gran ovación, pero eso sólo era un detalle. En realidad, la vida empezaba de nuevo para Contador, y lo hacía con una violencia enorme. ¿Cómo llevar la suspensión? ¿Cómo no poder hacer lo que uno quiere hacer? ¿Cómo sumar más estrés al que ya llevaba padeciendo desde el 24 de agosto de 2010 cuando el jefe médico de la UCI le llamó para decirle que habían encontrado 50 gramos de clembuterol en su sangre? Pudo morir de sueño o de pena, pero ninguna de las dos cosas tenía sentido.
"Somos el pueblo de Contador"Las lágrimas del día de Fuente Dé significan que el diablo que le pide atacar sigue vivoLa realidad es que durante estos siete meses sólo se ha sabido de Contador por las redes sociales. Al final, se mostró más activo y optimista que al principio. Los primeros meses, en los que no se recuerda casi ninguna entrevista, fueron duros y de noches largas. "Me levantaba a las 6.30 de la mañana después de haberme acostado a la 1.30". La soledad le asustaba con poca compasión. "Si estás en casa, te viene todo a la cabeza. Por eso trataba de mantener todo el día ocupado, incluso en contra de mi voluntad". Su hermano Fran, que es su representante, salió a entrenar con él "para ayudarle" y Pinto se hizo célebre en la defensa de su héroe con aquel lema: "no somos uno, no somos dos, somos el pueblo de Contador". Los meses, sin embargo, fueron lentos y no podía hacer otra cosa que buscar recorridos más interesantes en sus entrenamientos. "Cambié los recorridos, fui a reconocer etapas de la Vuelta a España, que se convirtió en mi gran ambición..." Por eso las lágrimas del día de Fuente Dé, en el que rompió la carrera a falta de 49 kilómetros para la meta, tuvieron tanto impacto para él. Significaron demasiado. Significaron, en primer lugar, que ese diablo, que le pide atacar, continúa vivo. Y por eso, para que no se enterase ninguna radio, gritó como un fugitivo a sus compañeros: "full gas".
Contador sigue siendo un valiente como lo fue en la etapa del Alpe d'Huez del Tour 2011. Entonces saltó a falta de 90 kilómetros y puso la carrera patas arriba en el Galibier. Pero en esta ocasión la pelea era más emotiva. Contador se enfrentó a las dudas de siete meses, a las noches de febrero en las que le resultaba imposible pegar ojo, a su propia reputación. "Alberto está hecho polvo", reconoció hasta su tío, Abelardo, "pero lo superará". La previsión tuvo motivo. La respuesta ha estado en la Vuelta, donde ha logrado algo más importante que la victoria. Ha conseguido que España recupere lo que cada verano amenaza con perder: la pasión por el ciclismo.
Contador ha conseguido que España recupere la pasión por el ciclismoEs verdad que han sido meses largos en los que Bruyneel, el director con el que ganó el Tour de Francia 2009, llegó a decir que "Contador no le hubiese ganado este Tour a Wiggins". Pero esa pregunta no le ofendió porque era para mañana si es que realmente llegaba mañana. La primera batalla de Contador era la de volver y lo hizo en el Eneco Tour, en una carrera totalmente llana antes de la Vuelta a España. "Sólo pude probar en el Muro de Gramont". Sin embargo, la verdad sólo tiene una cara y los ciclistas lo saben. "Aunque trabajes mucho en casa, la competición es lo que te da ritmo". Y ese era el estímulo y, a la vez, la sospecha de esta Vuelta que siempre ha sido un reflejo del carácter de Contador. Lo ha intentado siempre y hasta Valverde le acusó de "estar muy nervioso". Purito le pidió clemencia, pero Contador respondió así: "Al ver que no podía dejarle de cerca, tuve que probar de lejos".
Jamás se dio por vencido. Quizá porque obedece a una promesa que se hizo en 2005, el día que reapareció en el Tour Down Under de 2005 tras el cavernoma cerebral. "No sé si habrá algún día más emotivo que ese". Y, a partir de ahí, de lo que se trata es de respetarse a uno mismo. "Mi familia me ha enseñado a hacer las cosas de forma honesta", insiste Alberto Contador Velasco (Pinto, 1982), un ciclista que, como ha pasado en esta Vuelta a España, no necesita estar al cien por cien para vencer. Así que no olviden nunca (no lo olvide Wiggins, último ganador del Tour) que Contador ganó el Giro de Italia 2008 tras venir de vacaciones.
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