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Mucha destreza para tan poca práctica

Si hubiera que ponerle nota, Ricky tendría un notable en esta entrevista

ALBERTO CABELLO

Ricky Rubio es Ricky Rubio y su esfinge. Un chico normal y corriente de 17 años al que su madre, si estuviera estos días por San Fernando, le diría que ya es tiempo de pasar por la peluquería y recortar ese pelo tan largo. La perla del Joventut maneja los tiempos. Ha aprendido a licuar los elogios y la fanfarria que retumba a su alrededor. Su gran anhelo es ser tratado como un chaval más. Tiene un don para el baloncesto, pero considera que esa virtud no le convierte en distinto. En la entrevista insiste en que es uno más.

La genialidad, a menudo, convierte a los seres que la poseen en una granada cargada con el veneno de los celos. Si no se sabe manejar con prudencia, podría convertirse en un generador de conflictos. Lo que Ricky desea es ser tratado como un bombón relleno de normalidad. Alguien que lo hace muy bien dentro de la pista, pero que en el trato y la convivencia diaria es uno más. De momento, parece haberlo conseguido. Sus compañeros insisten en calificarlo como una persona de lo más normal, sencilla y agradable. Un desconocido que intenta hacerse un hueco en una nueva pandilla, la pandi de los chicos de oro. Todavía se siente inseguro y hasta que Berni Rodríguez no le llama por su nombre, no se atreve a participar en un juego de lanzamiento desde el centro del campo.

Su silencio con los medios delata a un chico que pretendía prestar atención a las dos cosas más importantes: baloncesto y estudios. Hasta ahora, lo de atender a los medios y conceder entrevistas era una distracción que se circunscribía a la época de vacaciones. A su edad es más importante saber domar las integrales que las preguntas de los periodistas. Ya tendrá tiempo de contestarlas. Sometido a los interrogatorios, muestra una destreza inusual a su falta de práctica en esta asignatura de la pregunta-respuesta. Tendría un notable, si hubiera que ponerle nota. Maneja bien el vocabulario y desarrolla sus argumentos sin alardes lingüísticos, pero tampoco sin embrollos. Resulta curioso que las cuestiones en las que mejor se expresa sean las que tratan de su ámbito personal y privado, quizá hayan sido sobre las que más le han advertido y tenga memorizado un catecismo para salir del callejón sin dificultades.

Ricky se ha presentado en sociedad. Quiere disfrutar de la impactante experiencia de ser olímpico a los 17 años. Ha querido disipar el misterio que rodeaba su nombre. La curiosidad está saciada. Ahora, es el momento de comprobar hasta dónde da de si su envergadura como jugador en una cita tan excitante.

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