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El empate como mal menor

El Villarreal obtiene un peligroso empate (2-2) con el Wolfsburgo

SALVA TORRES

El Villarreal empató con uno menos y sigue vivo. Lo hizo amparándose en una serie de tópicos, alguno de los cuales habría ya que elevar a la categoría de verdad objetiva. Por ejemplo, este: equipo que perdona, equipo que acaba siendo injustamente castigado. La primera parte del Wolfsburgo fue impecable. Jugó más y mejor que el Villarreal, tuvo ocasiones clamorosas para haber resuelto la eliminatoria y se fue al descanso perdiendo. ¿La culpa? Su mala puntería y el derechazo de Senna. El centrocampista aprovechó una falta al borde del área para percutir el balón con saña.

El Villarreal marcó al filo del descanso el llamado gol psicológico y cobró una ventaja inmerecida. Un tópico más: el estado de ánimo a veces obra milagros. Así fue, al menos, durante la primera parte. Luego el partido se miró en su propio espejo e invirtió los términos. Los de Garrido salieron enchufados para no abusar de su buena suerte y pudieron quebrar definitivamente el ánimo de su rival. Pero entonces se dio la vuelta a la tortilla y fue Grafite el que pagó al Villarreal con su misma moneda. En el fondo, se hacía justicia.

El Wolfsburgo siguió a lo suyo, contento de hallarse lejos de la Bundesliga, por donde transita como alma en pena. Pareció el equipo campeón de la pasada temporada. No trató de amarrar el empate y el encuentro se abrió como el Mar Rojo, en este caso un Madrigal sobre el que cayó abundante lluvia. Grafite provocó un penalti, lo marcó y dejó al Villarreal con diez por expulsión de Marcano. El canterano Marco Rubén volvió a obrar el milagro. Porque milagroso fue que el Villarreal no perdiera. Grafite, al final, perdonó. 

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