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El entrenador sin retórica

Miljanic, exentrenador del Madrid (1974-77), murió ayer a los 81 años

ALFREDO VARONA

Fue un hombre de otra época en la que aparecían Amancio, Santillana o Roberto Martínez en ataque. Breitner ya tenía esa mirada cruel y el pelo peligrosamente desordenado. El Madrid se concentraba en Navacerrada y a la Ciudad Deportiva acudían, con una libreta, jóvenes periodistas, que soñaban con ser como los que Billy Wilder presentó en Primera plana. Fueron tres años los que estuvo Miljanic en el Madrid (1974-77), un tiempo que no fue perfecto. En la última temporada, el Madrid acabó noveno, pero el entrenador se negó a dimitir. Tenía tanta psicología que podría haber sido un hombre de negocios. Estudió cursos de Económicas. Pero cuando conoció el fútbol se negó a vivir sin incertidumbre.

Fue un hombre sin retórica, sin sastre, sin despacho, sin orgullos infieles. Tenía, eso sí, una fotografía sin recambio con ese corte de pelo que lo situaba a la altura de Peter Strauss en Hombre rico, hombre pobre. Pero su mirada era más dichosa, la de un tipo alegre que te invitaba a tomar una copa. Lo cuenta gente que lo vivió, generaciones de ayer, hombres de buena conversación, héroes del pasado, tal vez. Gentes de la prensa, que entonces escuchaba las ruidosas teclas de la máquina de escribir, legado que no miente.

Ha muerto ese hombre. Ha muerto Miljanic (Belgrado, 1931), a los 81 años. Atacado por el Alzheimer, una enfermedad que avanzó deprisa, su salud perdió el destino. El hombre ya no era ni sombra de lo que fue. Vivía en la plaza Studenski, en el centro de Belgrado, en una casa muy antigua, en la que se repartía el placer de lo que fue. Pero aceptaba que lo que hizo hace 30 años, cuando propuso al preparador físico, ya no era suficiente. Hubo una cariñosísima entrevista en Marca en la que el personaje aparecía bajísimo de peso, rodeado de su familia y una introducción inolvidable: 'Qué alegría, mis amigos españoles vienen a verme', dijo.

Fue Miljanic un personaje que merecía la pena entrevistar cada vez que volvía a España. Quizá fuese la nostalgia, que no siempre es una deuda con lo vivido. Sarmiento Birba, en la redacción del viejo diario As, en la Cuesta de San Vicente, alguna vez lo puso de ejemplo. Quizá él fue como Miljanic, un tipo de vida bohemia, un claro innovador que no aceptaba la timidez del periodista. En el caso de Miljanic, sus poderes se trasladaban a los futbolistas: 'Limítense a hacer lo que saben hacer'. Sabía idiomas, pero tenía un lenguaje elemental. Quizá hasta en eso se parecía a Sarmiento Birba, 'se escribe como se habla' o 'se habla como se vive', el caso es no perderse en medio de texto como se pierde la vida una vez que se cierra. Y Miljanic la cerró ayer. El balance fue bueno. Así que descanse en paz en su trozo de cielo.

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